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Los amplios beneficios brindados a EE. UU. por esta alianza comercial son reseñados así en su sitio web: “Las 21 Economías que conforman la APEC representan casi el 40 por ciento de la población mundial, cerca del 50 por ciento del comercio global, y más del 60 por ciento de las exportaciones de bienes de EE. UU. Además, estas economías han realizado impresionantes inversiones directas en los EE. UU., estimadas en 1.7 billones de dólares, empleando a 2.3 millones de trabajadores estadounidenses hasta el año 2020”. Tales resultados han permitido a Washington mantener la batuta en los procesos económicos, políticos y militares del mundo desde su visión unipolar; imponer algunas normas que violentan el derecho internacional y, peor aún, apoyar los abusos de sus aliados de Ucrania e Israel -hace unos días el gobierno judío asesinó a 200 civiles con bombas sobre una escuela en Palestina, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) utilizaba como refugio- y aun desacatar la resolución 2758 de la ONU que, en 1971, determinó el principio de “una sola China”, que a su vez reconoce tanto a Hong Kong como a Taiwán dentro de un solo territorio en la RPCh.
Con representantes de las provincias chinas Hong Kong y Taiwán durante la reunión de la APEC en San Francisco, California, el gobierno estadounidense insistió en difundir su decisión de desobedecer la resolución de la ONU en torno a utilizar sus testaferros como una cuña para dividir al pueblo chino y proclamar esta intención sin preocuparse por sus consecuencias en el complicado marco político internacional; porque su actual presidente, Joseph Biden, tuvo una actitud personal similar a la evocada por aquel refrán popular de mi pueblo “hágase la voluntad de Dios, pero en los bueyes de mi compadre”. Esto ocurrió durante la reunión que Biden sostuvo con su homólogo chino Xi Jinping, que fue descrita detalladamente por el inteligente canal de análisis político-económico ¡Ahí les va!
En dicha crónica se describe al Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken mirando con extremo nerviosismo al presidente Biden y quizás diciéndole “no la vayas a regar, no vayas a decir algo que nos pueda hacer quedar mal”. Sin embargo, Biden no se salió del guion y se limitó a leer las notas que llevaba. Pero fue en la conferencia de prensa donde, ya sin tarjetas, el presidente estadounidense exhibió el conocido espíritu supremacista de los imperialistas gringos, un discurso que, a diferencia del pasado reciente, hoy carece de sustento en buena parte del mundo.
Una periodista preguntó a Biden si aún consideraba a Xi Jinping como “dictador”, figura política que le había aplicado un par de meses antes y que ahora reiteró con el argumento de que éste preside un país comunista. Con tal actitud, además de desobedecer las reglas diplomáticas, Biden mostró el discurso del pasado que planteaba “comunismo” y “dictaduras”, sin considerar que hoy la RPCh tiene un papel preponderante en la economía y la política mundial; que la economía de EE. UU. está endeudada, que uno de sus acreedores más importantes es precisamente China y que ésta posee buena parte de los bonos del tesoro estadounidense.
Estas expresiones contradictorias del actual huésped de la Casa Blanca, que incluyeron tanto fotos cordiales como el uso de calificativos irrespetuosos, revelan que el sistema económico estadounidense se halla en decadencia y que los dirigentes políticos de EE. UU. están empeñados en restituir el mundo bipolar que existió hasta la caída de la Unión Soviética en 1989; mientras, hoy en gran parte del orbe emerge un régimen de vida económico y político multipolar.
La nota de ¡Ahí les va! revela finalmente que los estadounidenses han decidido “desacoplarse” de la economía China y que han acuñado el famoso concepto nearshoring para hacer referencia a productos chinos que sirven como materias primas en países de América Latina, entre ellos México. Frente a este hecho, sin embargo, resulta inevitable recordar que Carlos Marx escribió que el criterio de la verdad radica en la práctica; es decir, que una cosa es lo que se dice y otra la que ocurre en la realidad, en la práctica o en los hechos.
Es por ello que el imperialismo estadounidense no podrá hacer a pie juntillas lo que le venga en gana, ni modificar la realidad económica con sólo denominar nuevamente las cosas, como el concepto “desarraigamiento”, que alude a “una estrategia para reducir los riesgos de una relación económica o comercial sin llegar a romperla”. Es decir, los estadounidenses pretenden hacer lo mismo, pero más barato” con sólo suavizar las palabras; a diferencia de los chinos, que han logrado elevar su nivel de vida y su gran poderío económico repitiéndolo: reconocer los cambios de la realidad.
La grosera visión del imperio, que califica como “dictador” al jefe de Estado de uno de sus socios comerciales más importantes, contradice los lineamientos de la APEC que, como vimos, a la letra destaca que deben fomentarse “el comercio e inversión libres, justos y abiertos” e impulsarse el “crecimiento económico sostenible e inclusivo”. ¿Qué de libre, justo, abierto, sostenible e inclusivo tiene el uso del calificativo “dictador” contra un gran estadista, quien en su país ha erradicado la pobreza, a diferencia del presidente de EE. UU., en cuya nación la pobreza aumenta y se vive una vieja crisis de consumo de drogas que ahora se ha agravado con el consumo del fentanilo?
Como hemos advertido reiteradamente: las potencias imperialistas pierden de vista la realidad a pesar de que ésta se ha vuelto en su contra; pues consideran que todo sigue exactamente igual que antes y quieren tratar de la misma manera a los países débiles, algunos de los cuales son los poderosos de hoy. El combate al imperialismo estadounidense incluye la reformulación del mundo, equilibrado, equitativo, justo y generoso con todos los pueblos de la Tierra; y debemos luchar hasta lograrlo.
Durante su encuentro, Shoigú y Guterres firmaron un Memorándum de Cooperación entre Rusia y la ONU para facilitar el suministro de productos agrícolas y fertilizantes rusos a los mercados mundiales.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.