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Desde que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió el gobierno de la República, cambió radicalmente la suerte de varios miles de campesinos que se han quedado sin fertilizantes, insumo indispensable para la producción agrícola y su economía.
Esto se debe a que el actual Programa Fertilizantes para el Bienestar (PFB) excluye a campesinos de muchas regiones del país, entre las que se halla la Sierra Negra de Puebla, una de las más pobres y marginadas, donde el alimento básico de 150 mil personas es el maíz, cuya producción se reduce hasta dos tercios si la tierra de temporal no es abonada con urea.
Según el Plan Estatal de Desarrollo 2019-2024 del gobierno de Puebla, hace tres años, la población de la Región 14 de la Sierra Negra ascendía a 149 mil 346 habitantes, de los cuales 111 mil 988 son personas indígenas de los municipios de Coyomeapan, Zoquitlán, Eloxochitlán, Vicente Guerrero, San Sebastián Tlacotepec y Ajalpan.
El 71 por ciento de estos poblanos carecía de servicios básicos en sus viviendas (el 39 por ciento sin agua potable y el 75 por ciento sin drenaje); el 84 por ciento no tenía acceso a atención médica y seguridad social; y el 41.8 vivía en condiciones de hacinamiento, por lo que los seis municipios son considerados de muy alta marginación y rezago social.
En una publicación de Alberto Najar, en el portal de la BBC News se leía, el 21 de abril de 2016, este título: Los 12 mexicanos más pobres: el otro lado de las listas de multimillonarios, que hacía referencia a una mujer poblana de la Sierra Negra con el sumario: “Esperanza Bolaños Méndez cuida su casa construida con trozos de madera, donde cocina en un horno de leña”.
Esperanza Bolaños tiene 11 años sin ver a sus dos hijos que emigraron a Estados Unidos (EE. UU.). Ahora entiende por qué se fueron al otro lado mientras ella y su hijo menor se quedaron en San Miguel Eloxochitlán, el municipio más pobre de Puebla. Se enfermó cuando recién se ausentaron los jóvenes; pero después comprendió que era “por el bien de ellos”.
Cuando vivían en el pueblo solo comían ‘frijolitos’ hervidos y tortillas. Era difícil comprarles sus cuadernos para la escuela y por eso se fueron. Esperanza tardó varios años en aceptarlo. “Aquí no se va a hacer nada”. Historias como la de Esperanza se repiten en toda la Sierra Negra.
En la comunidad Alcomunga, del municipio de Ajalpan, cuya lengua predominante es el náhuatl, muchos adultos varones y la mayoría de los jóvenes salen a trabajar durante cuatro o cinco meses a Sonora para el corte de espárrago, porque en su región “no hay trabajo, no hay nada”.
Pero la gran mayoría de los jóvenes emigran hacia el país vecino, como lo hicieron los hijos de Esperanza. Desde hace décadas, Puebla se ha caracterizado por expulsar gente pobre hacia EE. UU. y su principal destino allá ha sido Nueva York. Buscan salir adelante con base en mejores trabajos e ingresos que lamentablemente no puede proporcionarles el maíz.
La producción de maíz
En la empobrecida tierra de la Sierra Negra se cultiva principalmente el maíz y el café; más de 24 mil hectáreas en el caso del primero y seis mil 662 hectáreas en del café cereza. La inmensa mayoría en pequeños lotes de temporal, con herramientas y técnicas de trabajo rudimentarias. Es decir, la agricultura se mantiene sin desarrollo desde hace varios siglos.
Don Serafín de Jesús Hernández es nativo de la comunidad de Cuaxuxpa, del municipio de Ajalpan. Es agricultor desde la adolescencia y cuenta que en esta zona, una hectárea “casi nunca la veremos junta”, pues cada productor tiene pequeñas parcelitas. Las hectáreas se dividen en 20 “tareas” y cada una de éstas produce entre 20 y 25 kilos de maíz.
Es decir, una hectárea llega a rendir hasta tres toneladas, pero con la aplicación de fertilizante –la urea es el más usado en la región porque concentra más nitrógeno, que resulta esencial para la planta, aunque también se utiliza el triple 17– la producción de maíz es mucho mayor. Y sin fertilizante, comenta don Serafín, el rendimiento baja hasta 700 kilos por hectárea.
“Por eso, o te aguantas a producir poquito maíz y casi no sacas provecho o te endrogas para comprar tu fertilizante, que en una hectárea vienen siendo como lo de tres o cuatro mil pesos, y tampoco se le gana mucho”, informa el campesino, quien cada temporada enfrenta esta disyuntiva que al final conduce a resultados similares. En la misma situación se encuentran sus vecinos.
Por ello, en medio de su desolada milpa, don Serafín reporta a buzos: “La verdad me hace falta fertilizante para la milpa; hasta ahorita ya no me dio nada, estoy pidiendo fertilizante para que (la milpa) nos dé. Antes, cuando estaba Lisandro y otros diputados, nos daban fertilizante a muchos y la milpa daba más, pero con Morena para mí ya no hay nada. Queremos que nos ayuden. Hace dos años sí nos dieron de la gestión, pero ahorita y el año que pasó a muchos campesinos como yo no nos dieron nada, solo a unos cuantitos y ahorita estamos gestionando si nos pueden dar ante el CIS de Ajalpan; pero gastamos mucho en pasajes y papeleo y pedimos prestado para ir a apuntarnos: Espero que nos puedan dar este próximo año”.
El agricultor de Ajalpan, cuya parcela es de temporal, cuenta que cada año, a principios de marzo, cuando comienza la siembra, aplica gallinaza y que, a más tardar en julio, debe aplicar el fertilizante para cosechar en noviembre. Afirma que cuando ejecuta bien estas acciones, una hectárea produce hasta más de tres toneladas de maíz, pero como ahora no hubo apoyo con fertilizantes, él y muchos campesinos de la Sierra Negra enfrentaron un año “negro”.
“Algunos se endeudan para comprar el fertilizante y casi no le sacan; otros siembran así, sin fertilizante, y pues solo da por hectárea como una tonelada o menos de maíz”, aclaró. Por eso, él y sus compañeros productores están gestionando, ante el CIS de Ajalpan que se les brinde apoyo con fertilizante para el ciclo agrícola 2022; e intentan cumplir con todos los requisitos que les exigen.
En 2021, el PFB entregó cinco mil 284.5 toneladas de este insumo a 14 mil productores de maíz grano, maíz elotero y hortalizas en Puebla, brindando atención a 17 mil 598 hectáreas de la Sierra Norte; es decir, el programa federal apenas satisfizo al 73 por ciento de las hectáreas de la región.
La tramitología: un viacrucis
La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) estima que 2022 será el mejor año en producción agroalimentaria gracias a que hubo una buena temporada de lluvias… pero sus burócratas no reconocen o desconocen cuánto pueden entorpecer o inhibir aquélla con la interminable tramitología que imponen a los campesinos.
Muchos agricultores de la Sierra Negra recuerdan cuando Lisandro Campos Córdova y Edith Villa Trujillo, integrantes de la dirección nacional del Movimiento Antorchista Nacional (MAN) fueron diputados federales, cuando todavía no gobernaba el Movimiento Regeneración Nacional (Morena); entonces, el número de productores beneficiados con fertilizante era muy grande, lo cual ahora ya no ocurre.
En entrevista con este semanario, Ignacio Mejía Hernández informó que, en otros años, en la comunidad Cuaxuxpa, el número de beneficiados llegaba a 200 productores al año y que ahora solo apoyan a alrededor de 20, dejando en el desamparo al resto.
Además, los trámites para acceder al PFB se han vuelto más engorrosos en el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación” (4T). Durante seis años, en las gestiones de los exdiputados Lisandro Campos y Edith Villa Trujillo, los campesinos de la Sierra Negra hicieron sus trámites en el municipio de Vicente Guerrero, mucho más cercano a todas las comunidades de la región; y ahora, los campesinos deben viajar todo el día y gastar gran parte de sus ingresos para llegar al CIS de Ajalpan, en donde forzosamente deben realizarlos.
Antes, el personal de la Sader era más sensible y ayudaba al campesino a hacer su trámite, sin tantas citas. “Ahora –dice Rolando Artero Mendoza, activista social en la Sierra de Ajalpan– pasa como el 25 de noviembre; nos enteramos que un grupo de indígenas desde un día antes salieron de su pueblo que es la Peña Horeb, una comunidad muy apartada, llevaron sus papeles, llenaron con trabajos los formatos de la Secretaría para acceder al programa; pero fueron rechazados una y otra vez por el personal de la ventanilla, hasta que llegó la hora del cierre y en forma por demás prepotente les dijeron a los campesinos que regresaran hasta el siguiente día, a pesar de las súplicas de los agricultores para que fueran atendidos dada la lejanía de su comunidad, los altivos funcionarios les cerraron las puertas. Para los indígenas, todos estos trámites resultan un verdadero viacrucis, para que al final no sean atendidos o no salgan beneficiados con el programa”.
Eleuterio Arce González, productor de maíz de temporal de la comunidad Alcomunga, indica que, con los gobiernos anteriores a Morena, el fertilizante les llegaba hasta su comunidad. “Ahora, a los poquitos que les toca, tienen que bajar hasta Ajalpan, alquilar camionetas para subir el abono. Además, a los que les toca son gente que simpatiza con el gobierno, a muchos campesinos los discriminan y son señalados”.
Apenas en noviembre pasado, la Sader estuvo en la mira pública porque utilizó de manera irregular poco más de 82 millones de pesos del PFB en gastos de operación; no garantizaba el abasto de fertilizantes y, sobre todo, los entregaba a campesinos no registrados como beneficiarios.
Los medios de comunicación documentaron que el fertilizante que debía llegar a los más pobres, había sido utilizado como moneda de cambio en las campañas electorales de los comicios federales y locales de junio para favorecer a los candidatos de Morena a distintos cargos públicos y de representación popular.
La falta de fertilizante para la siembra de maíz resulta tan grave que, si no se resuelve en el próximo ciclo agrícola, “empujará” a miles de campesinos mexicanos a la pobreza extrema, a padecer hambre, conformarse como peones en las grandes haciendas de los terratenientes mexicanos y la migración local o externa.
Los campesinos pobres de hoy están viviendo una situación de miseria similar a la que padecieron sus ancestros a principios del Siglo XX, cuando acudieron al llamado del Plan de San Luis de don Francisco I. Madero y al de don Emiliano Zapata; con la esperanza de obtener “Tierra y Libertadˮ, se levantaron en armas.
¿Qué harán ahora los campesinos frente a un gobierno que les ofreció ayudar con el lema “primero los pobres”, pero que no les brinda ningún apoyo?
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“Aquí no ganamos mucho, pero buscamos dar a nuestros hijos una vivienda, una comida, educación, lo que necesiten. Pero es difícil, porque el gobierno no nos deja trabajar y tampoco nos da opciones".
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Escrito por Antonio Escamilla
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