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Hace unos meses, el mandatario federal indicó: “quedan abolidas dos cosas: el modelo neoliberal y su política de pillaje antipopular y entreguista”. Pero sin explicar qué es el neoliberalismo y con qué medidas profundas, sistemáticas y bien pensadas, lo derrotó. Para entender dónde falla la política económica del Gobierno Federal es preciso entender cuál es la esencia de modelo económico en cuestión.
El neoliberalismo es el producto del desarrollo natural del liberalismo, filosofía que resumió el sentir y el pensar de la burguesía, que buscaba derribar las trabas feudales obstructoras del desarrollo y el despliegue de todas las capacidades creadoras del hombre para ponerlas a su servicio y adecuarlas a las necesidades del capital productivo sin que el Estado intervenga en la economía. Esta falta de intervención basada en el laissez faire, laissez passer (“dejar hacer, dejar pasar”), principio angular del libre mercado, plantea que la búsqueda del interés privado trae como consecuencia inevitable, con la simple regulación natural de “la mano invisible”, la prosperidad para toda la sociedad.
La resultante fue, por un lado, una inmensa concentración de la riqueza a escala mundial y, por el otro, el crecimiento escandaloso de la pobreza; condiciones que provocaron el surgimiento del socialismo, que inició en la Unión Soviética, pronto ganó adeptos en muchos países pobres y sus logros iniciales forzaron la revisión y el cambio en la política de no-intervención del Estado en la economía. Estados Unidos (EE. UU.), potencia capitalista predominante, propuso el “Estado de bienestar” para mejorar la vida de las masas y apartarlas del socialismo.
Pero la Unión Soviética fracasó y el “Estado de bienestar” se tornó innecesario ante la caída del enemigo. Se revirtieron las conquistas laborales y las mejoras en las condiciones de vida de la clase trabajadora que encarecen la mano de obra y disminuyen las ganancias del capital; éste exigió que se volviera a dejar todo a la “mano invisible”, y que cada quien viviera de lo que le proporcionara su capital humano y nada más. Eso es el neoliberalismo.
Si López Obrador quisiera acabar en serio con el neoliberalismo, necesitaría la fuerza y el apoyo de las grandes masas del país, la preparación intelectual, política y económica de éstas y de quienes dirijan el cambio de modelo económico; además de las condiciones nacionales y mundiales propicias para ello. Y no vemos que este escenario sea el de México.
El Presidente no ha dicho cómo piensa terminar con este sistema. Abolir significa derogar, dejar sin vigencia, remover las raíces de la estructura que sostiene a la etapa superior del modo de producción capitalista que hoy impera en México y gran parte del mundo; esto implica necesariamente adoptar otra filosofía y otro modelo económico que no tenga, en el centro de sus intereses permitir al capital la acumulación desmedida y desenfrenada de la riqueza que los mexicanos producen con su fuerza de trabajo; ¿qué tipo de modelo económico es éste? Tampoco nos lo ha dicho.
Su ideario político se reduce a la guerra contra la corrupción, que permite la acumulación de la riqueza en manos de los poderosos y solo basta con que ésta se elimine y se aplique la tan cacareada austeridad republicana para que las arcas del erario se llenen de dinero para repartirlo mediante transferencias monetarias directas; y para completar su transformador proyecto económico, promete recuperar Petróleos Mexicanos y construir la refinería de Dos Bocas.
La participación de las masas en el paternalista gobierno de AMLO se reduce a consultas a mano alzada y a ocurrencias; su altura política se evidenció al declarar que no se necesita saber economía para gobernar al país, o que no se requiere crecimiento económico, sino desarrollo.
Cualquier planteamiento económico serio que busque no abolir, sino suavizar el neoliberalismo, tendría que proponer medidas de profundo impacto, que mejoren radicalmente los ingresos de los trabajadores para que puedan adquirir la canasta básica, además del mejoramiento en infraestructura y la inversión apropiada en servicios sociales como salud, educación y vivienda; nada de esto se ha visto. Y en ningún país se ha logrado combatir al capital y al neoliberalismo con ocurrencias.
El Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF 2019) demuestra que es falsa lucha contra el neoliberalismo, pues carga los impuestos a los sectores sociales más bajos, actualizando las cuotas sobre los consumidores en general, ampliando la base tributaria con impuestos al consumo de servicios digitales de transporte, catálogos de venta y renta por ocupación, pero dejando intacta a la gran empresa y a los sectores privilegiados, a quienes beneficia en materia tributaria.
El neoliberalismo sigue vigente en México; y éste es un gobierno favorable a uno de los grupos que se pelean el poder interno y que consideraban necesario un ajuste más al modelo neoliberal. La prueba, López Obrador, amparado en su discurso anticorrupción, elimina empleos, disminuyendo presupuestos y suprimiendo programas, como si se tratara de una empresa en beneficio del capital y en perjuicio de la clase trabajadora, nada más. Necesitamos un gobierno que traiga más equidad social, y una clase política progresista y democrática en los hechos, no solo en el discurso.
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Escrito por Dimas Romero González
articulista