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Educación virtual: donde empieza el problema
La familia Morales de Apipilhuasco es un ejemplo de las millones de familias mexicanas que tomaron decisiones difíciles durante la pandemia, por ejemplo, el que sólo uno de sus hijos siguiera estudiando al solo contar con un celular.
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La familia Morales de Apipilhuasco, Estado de México (Edomex), tuvo que tomar una decisión difícil durante la pandemia: que solo uno de sus tres hijos siguiera estudiando porque cuenta con un teléfono celular y no podía atender al mismo tiempo las clases de todos.

Una situación similar o parecida enfrentaron muchas familias humildes de esta entidad y del país debido a que no tienen dinero para adquirir un teléfono móvil o contratar el Internet para que sus hijos asistieran a las clases virtuales; y muchos otros, incluso, se vieron forzados a desertar.

De acuerdo con la Encuesta Nacional Educación en Línea de la Asociación Mexicana de Internet, seis de cada 10 mexicanos en edad escolar no pueden estudiar por falta de solvencia económica; igualmente, el 54 por ciento de los estudiantes debió pausar sus estudios por motivos económicos, ya que para educarse en línea se requieren entre 600 y mil 500 pesos en el caso de las escuelas públicas.

 

 

En las escuelas privadas, las familias deben sumar a estos gastos las colegiaturas, que varían según la institución, el nivel de estudios y el tipo de carrera elegida; aunque se calcula que, en promedio, las cuotas mensuales rebasan fácilmente los 20 mil pesos. Todo esto levanta una barrera muy poco democrática para la población, ya que solo si tienes dinero puedes estudiar; y si no lo tienes, ni modo, tienes que ponerte a trabajar.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2020, el 91.8 por ciento de los usuarios de teléfono celular tenía equipo inteligente (smartphone); el 78.3 por ciento de la población urbana era usuaria de Internet; y en las zonas rurales, apenas cinco de cada 10 personas (el 50.4 por ciento) tenía acceso a este servicio.

Sin embargo, el acceso a Internet y conocimiento de cómo usar este aparato no significa, en automático, que los usuarios puedan obtener con facilidad la educación en línea.

Según una encuesta del Inegi destinada a medir del impacto Covid-19 en la educación, el 33.6 millones de las personas entre tres y 29 años estuvo inscrito en el ciclo escolar 2019-2020 (62 por ciento); de ellos, 740 mil (2.2 por ciento) no concluyeron el ciclo escolar, el 58.9 por ciento por alguna razón asociada a la pandemia y el 8.9 por ciento por falta de dinero o recursos; y por motivos asociados al Covid-19 o por falta de dinero, cinco millones 200 mil personas no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021.

Itamar Espejel, maestra de preparatoria en el Edomex, explicó a buzos que la educación a distancia pudo haber funcionado en un 100 por ciento si previamente se hubiese capacitado a los maestros para el trabajo en línea.

“Todo fue de un día para otro. Yo, por ejemplo, no tengo mucha experiencia con herramientas tecnológicas. Tuve que investigar con un profesor de informática cómo podía trabajar en línea con los muchachos y fue como me enseñó a usar la plataforma Classroom. Y en cinco minutos, como Dios me dio a entender, lo hice. Las autoridades no nos capacitaron hasta agosto del año pasado, cuando vieron que la pandemia se iba a extender”, afirmó la maestra.

Pero no es la única que vivió la misma experiencia en el periodo de transición a la educación digital. Una supervisora escolar con 20 escuelas a su cargo en la misma entidad, quien declinó revelar su nombre por temor a represalias, comentó que le pondría una calificación de seis a la educación virtual.

Reveló a buzos que, a pesar de que muchas personas conocen las redes sociales, el uso cotidiano de éstas es muy diferente al que tiene fines didácticos, tanto para impartir clases como para evaluar resultados. “la pandemia nos agarró a todos por sorpresa; muchos de nuestros docentes no conocían esas plataformas, por lo tanto, les fue muy complicado trabajar con los alumnos. Y por la otra parte, muchos estudiantes carecían de la tecnología y los aparatos para seguir las clases”, reconoció, lo que contradice las estadísticas oficiales.

La pandemia reveló, además, las graves fallas del sistema educativo mexicano. La reacción tardía de las autoridades de todos los niveles, especialmente la del Gobierno Federal, en la capacitación del personal docente ante la emergencia sanitaria impactó negativamente en la población.

Osiris Patricia Acosta Asencio, maestra en psicología educativa, señaló a este semanario que la pandemia ha afectado a los mexicanos en problemas de distinta índole y algunos de salud mental. Citó el caso de algunos padres con hijos pequeños en casa, a quienes deben ayudar con la tarea, incluso a compartir las clases, labor que no resulta atractiva ni cómoda porque muchos de ellos son de bajos ingresos económicos.

Además, en algunos papás que son el sostén del hogar, este doble rol de maestros y padres se ha sumado al impacto emocional y psicológico de la pandemia, que ha resultado muy fuerte. Esto provoca, añadió la especialista: “mucha frustración y coraje, debido a que a todos nos tomó por sorpresa, y como profesionales docentes tuvimos que responder de inmediato y salirnos de nuestra zona de confort. No es lo mismo tener alumnos en el salón de clases a verlos en una pantalla con una tecnología que no dominamos. Eso generó mucha ansiedad en un sector amplio de los profesores, sobre todo los que tienen más edad”, indicó.

 

La educación para las minorías

Liliana Jiménez, maestra en educación infantil con especialidad en audición y lenguaje explicó a buzos que no todos los problemas proceden de la falta de tecnología o de conocimiento de su uso, sino que hay algunos que devienen de la salud. En el sector de los niños con discapacidad, la educación a distancia no resultó tan efectiva, debido principalmente a la economía.

“Las familias con las que yo trabajo son de escasos recursos; por lo tanto, desde tener un equipo adecuado para conectarse a Internet, la conexión en sí misma y el conocimiento de las plataformas, representaron un problema. Para los profesores tampoco fue fácil, pues no solo tuvieron que aprender a usar las plataformas, sino además diseñar materiales especiales para las clases virtuales.

“Los papás de muchos alumnos con discapacidad no tienen recursos económicos. En mi caso, tuvimos que resolver muchas cosas a través de WhatsApp, porque los papás no tenían equipo de cómputo, ni Internet con Wifi, de tal suerte que tuvimos que usar esta plataforma para comunicarnos y enviar las tareas. Los programas Aprender en casa y Recrea, de Jalisco, no fueron opciones viables para la gente con menos recursos económicos, ya que dependen de una conexión estable a Internet”, agregó.

Marisol Juárez, madre de familia de la colonia Guadalupe Victoria, en Texcoco, a 20 minutos de la Ciudad de México (CDMX), reprueba la educación virtual: “a mí se me complicó mucho. Para empezar, en mi comunidad, la Internet es muy deficiente. A veces llegaba la señal, a veces no, se escuchaba robotizado o no se escuchaba; así mi hija no podía entender lo que le estaban explicando.

“Yo no tengo computadora y mi hija, de 10 años, tenía que ver sus clases en mi teléfono, lo que le costaba mucho trabajo por el tamaño de la pantalla. Además no tengo un gran celular. Tuve que invertir 400 pesos al mes en recargas, que para nosotros es un gran sacrificio, sin contar las fotocopias y los materiales didácticos que se tienen que comprar para seguir con las clases”. Marisol piensa que hubo una mala estrategia del gobierno.

Para Ruth Torres, ama de casa de Chalco, Edomex, la experiencia fue diferente. “Afortunadamente no tuvimos problemas de conexión, pero sí tuvimos que comprar una computadora de medio uso, porque la que teníamos no servía. Tenemos dos hijos; a Eliseo, el más grande, le asignamos la computadora y al más pequeño, Pablo, le prestábamos un celular; solo se conectaba una vez por semana”.

En su caso, el problema no fue la conexión, sino el aprendizaje, ya que sus hijos no aprendieron de manera virtual como lo hacían de manera presencial. “No es lo mismo que tengas al maestro enfrente, que te puede resolver las dudas, a mí como madre de familia, que no soy profesional. Muchas cosas no las recuerdo y las tengo que investigar en Google. Por ejemplo, la maestra de mis hijos solo se conectaba una media hora, pero con ese tiempo no se alcanzan a resolver todas las dudas”, finalizó.

 

El problema de aprender a distancia

Isidro Torres Aguayo, director de la Escuela de Bellas Artes de Texcoco Humberto Vidal (EBAT), advirtió que, de acuerdo con su experiencia personal, en México no hay condiciones suficientes para el establecimiento de un sistema educativo basado en el modelo virtual, porque hay comunidades que todavía no tienen Internet.

“Si estás fuera del límite urbano, entonces por más teléfonos o computadoras que tengas, y si las empresas no llegan, aunque quieras no tendrás el servicio… en otras comunidades, como en la Huasteca en Hidalgo, no tienen Internet, están aislados y hay comunidades enteras donde los chicos no tomaron clases en dos ciclos. La otra cara de la moneda es que la educación a distancia permitió al gobierno deshacerse de varias de sus responsabilidades”, denunció el maestro.

 

 

De acuerdo con la maestra Espejel, la asistencia a las videollamadas en Texcoco eran del 80 al 90 por ciento, pero eso no implicaba que los alumnos tuvieran disposición para aprender. “En muchas sesiones, ellos se conectaban, pero no prendían su cámara; como maestra no tuve la certeza de si ellos estaban ahí o no. ¿Cómo sé que el alumno me está prestando atención, qué aprendió, si acaso me entendió?, cuestiona la docente.

Otro fenómeno que detectó fue el “copiadero” en los exámenes. “En mi experiencia, los alumnos se maleducaron digitalmente; prefieren copiar y pasar la información a través de WhatsApp, en lugar de aprender, lamentablemente. Y eso es dificilísimo de supervisar en línea”.

La maestra en psicología educativa, Osiris Acosta asegura que a muchos maestros les frustró saber que no estaban cumpliendo su misión de enseñar a los alumnos pues, cuando estaban con la cámara apagada, probablemente ponían atención en algún videojuego o dormían, por lo que lo único garantizado era que no estaban aprendiendo.

Pero los maestros no fueron los únicos en sufrir estrés, lo padecieron también los alumnos, ya que estaban encerrados en sus casas y no podían convivir con sus compañeros, algo que afectó su salud mental. La pandemia ha sido un proceso muy duro y fuerte para todas las familias mexicanas; y el aprendizaje salió perdiendo en una primera instancia, enfatizó.

La profesora Itamar Espejel concluyó: “las autoridades y algunos maestros minimizaron el problema, pensaron que todos tenían acceso a la tecnología y que todos teníamos Internet. Pero debo reconocer que no basta con tener un celular y no todos tienen un buen teléfono. Cuando el Sindicato nos preguntó qué necesitábamos, pedimos precisamente eso, computadoras e Internet, y nos dijeron que sí, pero no nos dijeron cuándo”.

La también supervisora escolar afirmó que “una cosa es que los papás asesoren a sus hijos, para que puedan cumplir con su tarea y otra distinta es que les hagan esa tarea, porque de esa manera no engañan al maestro, a quien perjudican es a sus hijos, porque no aprenderán y no experimentarán el proceso de aprendizaje como debe ser. Ésa fue una de las grandes limitantes de la enseñanza a distancia que tuvimos que enfrentar los docentes. Evaluar correctamente a los alumnos, pues ellos son la materia prima de nuestro trabajo.

“Lamentablemente no hubo el apoyo necesario y oportuno de las autoridades; los maestros tuvieron que entrarle y sacar las papas del fuego. Es por nuestra vocación que tuvimos que hacerlo, inclusive sin información oportuna de las diferentes instancias de gobierno. Estábamos navegando a ciegas, prácticamente poniendo recursos de nuestra bolsa y aprendiendo nuevas tecnologías como pudimos; lo importante era sacar adelante el trabajo”, añadió.

La experta en educación infantil Liliana Jiménez insistió en que mientras el gobierno no proporcione las herramientas y los insumos necesarios, habrá poco avance. “Cada familia debería tener acceso a Internet gratuito; durante la pandemia estuvimos escalonados porque no había insumos suficientes; no había jabón, gel y cubrebocas suficientes. Y ya regresamos a impartir clases de manera presencial. Mientras el gobierno no nos proporcione lo necesario para que los niños cuenten con materiales dignos, elementos que le faciliten el aprendizaje, entonces la tarea será muy difícil para todos. En el discurso dicen que todo ha sido un éxito, pero realmente ha sido por el esfuerzo de los maestros, que nos hemos puesto las pilas”.

 

Panorama sombrío

De la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) del Inegi en 2020 se concluyó que existe una población de 84.1 millones de usuarios de Internet, mismos que representaban el 72 por ciento de la población con seis años o más. Esta cifra reveló un aumento de 1.9 puntos porcentuales con respecto a la registrada en 2019.

La encuesta reportó que ocho de cada 10 personas situadas en áreas urbanas eran usuarios; mientras que en el área rural la proporción era de cinco de cada 10. Los tres principales medios para la conexión de usuarios a Internet, en 2020, fueron el celular inteligente (smartphone) con el 96 por ciento; la computadora portátil, con el 33 por ciento; y el televisor con acceso a Internet, con el 22.2 por ciento.

Los padres de familia y maestros coinciden: el gobierno no respondió con prontitud y oportunidad. Sin un trabajo bien remunerado, los padres de familia no pueden acceder a la tecnología y sin ésta no podía haber aprendizaje. Es por ello que, para acceder a la tecnología, es necesario que haya dinero; y para que éste fluya, es indispensable que existan empleos y buenos salarios.

 

 

Marisol, cuya hija estudia en la escuela Nezahualcóyotl de Texcoco, en la comunidad Guadalupe Victoria, sugiere que “el gobierno busque una mejor estrategia para incluir a todos. Podrían empezar por comprobar que todos los niños y maestros estén vacunados, por ejemplo”. Ruth Torres, también ama de casa, pide a las autoridades “que haya Internet gratuito como en la CDMX en más puntos, para ayudarnos. Por ejemplo, a los alumnos de sexto grado de primaria los apoyaron con una tablet; sería bueno que estos apoyos se extiendan a los demás”.

El director Isidro Torres aseguró, por su parte, que deberían aprenderse experiencias como la de China, en cuyas escuelas básicas los pupitres están dotados con micas de plástico, cubrebocas y gel antibacterial para proteger a los alumnos, quienes además deben lavarse las manos antes de entrar a clases. Esto no se dio en México porque buena parte del presupuesto federal ha sido destinado por el presidente Andrés Manuel López Obrador a sus obras emblemáticas en lugar de optar por la educación de los mexicanos.


Escrito por Raymundo Acosta Peña

Colaborador


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