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A más de 48 horas del impacto del huracán “Otis” cerca de la zona turística de Acapulco, el panorama es desolador, hay tragedia, devastación, caos, oscuridad, rapiña y la urgente necesidad de víveres y agua embotellada porque no se ve el apoyo oficial y la ayuda humanitaria está llegando a cuentagotas. Tampoco hay gasolina, energía eléctrica, telefonía móvil, internet, cajeros automáticos ni transporte público; además, miles de turistas permanecen varados en la zona del desastre.
La gente camina entre calles anegadas de agua y de lodo en busca de alimentos, hay escombros por todos lados y conforme se restablecen los servicios en algunas zonas, se visibiliza más la destrucción, no sólo en la zona hotelera, donde el huracán dejó severos daños en el 80 por ciento de los hoteles, también en pueblos y colonias de la periferia, donde las ráfagas de viento de 260 hasta 315 kilómetros por hora arrasaron todo a su paso.
En este caso, miles de acapulqueños, además de perder su escaso patrimonio, se quedaron sin su fuente de empleo, pues en su mayoría trabajan en restaurantes, hoteles, o se dedican a la venta de diversos artículos en las playas; ante la urgente necesidad de víveres y de agua embotellada, la rapiña no cesa, incluso empezó ya el robo de gasolina, que sacan en cubetas a pesar del gran peligro que representa.
Con el gradual restablecimiento de servicios, se visibilizan más daños en colonias, comunidades e incluso otros municipios, como Coyuca de Benítez, en la Costa Grande de Guerrero, donde el río se desbordó y arrastró árboles, postes, destruyó casas y todo lo que encontró a su paso.