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Desde hace algunos meses, los poderosos medios occidentales desataron una campaña masiva para situar a Nicaragua en el centro del debate público. En Nueva York, Ciudad de México, Bogotá y Buenos Aires se lanzan al unísono acusaciones contra “ la pareja imperial de Nicaragua, que no entiende que el pueblo nicaragüense ya no los quiere en el poder y en lugar de eso ha terminado con la vida de más de 300 mártires de la libertad ”. Daniel Ortega ha revivido el viejo fantasma del dictador e incluso se dice a coro que se ha vuelto más sanguinario y repudiado que el abominable Anastasio Somoza. Situación tan calamitosa solo acepta una solución: es indispensable que los amantes de la libertad y los guardianes de la democracia intervengan en la sufriente república centroamericana para que paren el baño de sangre.
Ante este discurso, hoy tan difundido, es preciso revisar quién es Daniel Ortega y cuál ha sido su participación en la vida política de la Nicaragua contemporánea.
Ortega se afilió a las fuerzas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en 1963, cuando tenía escasos 18 años. Por su destacada participación en las filas del sandinismo, la dictadura lo persiguió y lo hizo pasar siete años en la cárcel, de donde salió libre solo por un exitoso canje de rehenes que se efectuó entre el somozismo y el FSLN. Libre ya, volvió a la vanguardia sandinista y se convirtió en el principal referente de los rebeldes en 1979 cuando, derrotado militarmente, Anastasio Somoza abandonó el país. Como miembro dirigente del FSLN Daniel Ortega liberó a Nicaragua de una de las dictaduras más sanguinarias y longevas de América Latina.
La Revolución Sandinista, ya en el poder, tuvo que enfrentarse a condiciones casi imposibles de superar. Inmediatamente después de instaurarse el gobierno revolucionario, Estados Unidos (EE. UU.) envió un ejército de mercenarios a Nicaragua para librar una guerra frontal contra Daniel Ortega y derrocar a la revolución triunfante. Lo último que quería EE. UU. era tener una segunda Cuba. A pesar del acoso prolongado, que al final ganaron los sandinistas, el gobierno logró abatir el analfabetismo y comenzó a dar los primeros pasos en la construcción de un país socialista. La influencia de Cuba, así como las banderas marxistas del sandinismo, fueron las marcas de este periodo. En 1985 se realizaron las primeras votaciones realmente democráticas de Nicaragua, mismas que ganó Daniel Ortega con el 63 por ciento de los sufragios, lo que lo volvió presidente entre 1985 y 1990. En 1990, tras un gobierno desgastado por la guerra de la Contra, se realizaron nuevas votaciones; esta vez no venció el sandinismo, sino la opositora Violeta Barrios de Chamorro. Respetuoso de la voluntad popular, Daniel Ortega entregó el cargo. La elección de 1985, y su salida de la presidencia en 1990, más que señalarlo como autoritario o dictador, lo ofrecen como un hombre de profunda convicción democrática.
Durante 16 años, de 1990 a 2006, el sandinismo se dedicó a ganarse la confianza del pueblo nicaragüense, lo que nuevamente llevó a Daniel Ortega a ser elegido presidente en 2007. Los resultados de su gobierno, que mejoraron las condiciones de vida de las clases populares, y la boyante economía nacional, lograron que en 2012 Ortega fuera nuevamente electo mandatario de la república centroamericana para el periodo 2012-2017. El arrollador triunfo de 2012, con el 63 por ciento de los votos, fue un reflejo de los aciertos del gobierno en el periodo anterior. Con la clave para conseguir simultáneamente un notable crecimiento económico y una importante disminución de la pobreza, la gran mayoría del pueblo (el 72 por ciento de los electores) volvió a confiar en su gobierno, el gobierno popular del FSLN. Así, pues, el hecho de que Daniel Ortega haya sido elegido durante tres periodos consecutivos, y con un triunfo tan contundente, habla de un gobernante capaz de resolver los principales problemas económicos y sociales de las grandes mayorías nicaragüenses. En otras palabras, si Ortega es presidente no es por su capacidad para imponerse dictatorialmente sobre el pueblo, sino porque la gente lo ha colocado en ese lugar porque confía en él y porque ha dado resultados concretos.
Este breve recorrido en la historia reciente de Nicaragua pinta de cuerpo completo a Daniel Ortega. No es el dictador cruel, sanguinario y sediento de poder que los medios occidentales intentan grabar en nuestras mentes; por el contrario, es el hombre que en la historia reciente ha hecho más por la democracia nicaragüense y por los pobres de su país. Ésta es la figura que los poderosos buscan enlodar para después derrocarla. No debemos permitirlo. Los poderosos tienen a sus grandes héroes. Y nosotros a los nuestros ¡No olvidar!
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Escrito por Redacción