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La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su libro Juventud y bono demográfico en Iberoamérica, publicado en 2012, dictaminó: “Actualmente, casi todos los países de la región transitan la etapa del bono demográfico y se encuentran en la antesala de un periodo en el que la población estará cada vez más envejecida. Los efectos sociales y económicos de estas transformaciones constituyen un tema de permanente reflexión para el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) y la División de Población de la Cepal”.
Este documento fue elaborado con amplio conjunto de estudios sobre supuestas ofertas del bono demográfico y los desafíos que el envejecimiento de la población plantea al crecimiento económico, la igualdad social, la ecología y los sistemas de transferencias de la región. La reedición de este estudio pertenece a una línea de trabajo innovadora de la Cepal, que considera al conocimiento como una herramienta fundamental de los gobiernos para examinar sus políticas públicas dirigidas a los jóvenes; ya que el bono demográfico puede brindar una oportunidad tanto coyuntural como histórica para generar beneficios a las sociedades de Latinoamérica y el Caribe.
El bono demográfico se entiende como el periodo en el que la población en edad de trabajar es mayor que la población no trabajadora (www.sdelsol.com cinco de noviembre de 2024). Desde hace una década fue advertida su importancia para el diseño de las políticas públicas de los gobiernos. Pero, ¿qué ha hecho México para aprovechar este periodo? Veámoslo. En la Gaceta de la UNAM se publicó un análisis titulado ¿Qué pasó con el bono demográfico de México?, en el que se informa que “investigadoras de la Universidad Nacional Autónoma de México coinciden en que no se invirtió de manera adecuada en este capital humano”, aunque se advierte igualmente que aún “nos encontramos a tiempo de prepararnos social y económicamente para un envejecimiento acelerado…”.
El estudio también refiere que entre 1970 y 2020 se produjeron dos cambios significativos en la estructura poblacional, ya que el porcentaje de personas de cero a 14 años se redujo del 46 al 25 por ciento; que la población de 30 a 59 años pasó del 22 al 38 por ciento; y que el índice de envejecimiento creció de 12 a 48 personas de 60 años o más por cada 100 infantes menores de 15 años. Para el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), estas cifras demostraban “una de las transformaciones sociales más significativas del Siglo XXI”; ya que, en 2020, el 46.1 por ciento de la población de 65 años o más contaba con ingresos inferiores a la Línea de Pobreza por Ingresos; poco más de la mitad de los adultos mayores (55.7 por ciento) contaba con ingresos por pensión no contributiva (programas sociales) con un monto promedio de mil 292 pesos mensuales; y el porcentaje de las personas mayores en situación de pobreza fue del 37.9 por ciento (Gaceta de la UNAM del 22 de mayo 2023).
Una nota informativa publicada por El Sol de México el pasado tres de noviembre reproduce estas expresiones de Isalia Nava Bolaños, académica del Instituto de Investigaciones Económicas (IIE) de la UNAM: quien afirmó que éste es “un país de viejos”, que a México “le quedan seis años antes de empezar a envejecer…” y que “tuvimos más de 50 años para sacar ventaja de una ventana demográfica que no supimos aprovechar”. Esta última afirmación parece interesante en general; pero cabe preguntar si efectivamente el bono demográfico no se refiere a un beneficiario en particular, y la respuesta es que sí lo tuvo.
Y ese beneficiario fue el sistema de producción capitalista neoliberal, que se halla vigente en el país desde los años 90; ya que el trabajo asalariado es el mecanismo mediante el que los trabajadores reciben solamente una ínfima parte de la riqueza social que genera y difiere la mayor parte a los dueños del capital. En efecto: al trabajador no se le paga por lo que produce, sino por lo que cuesta su fuerza de trabajo, que vende como una mercancía y por la que le pagan un salario.
Ahora bien, debemos subrayar que el bono demográfico aporta una visión de conjunto con la que los gobiernos suelen aprovechar el tiempo para capacitar a las juventudes, incrementar la productividad del sistema y generar mayores niveles de riqueza. Todo esto entendido así parece benéfico. Pero cabe preguntar ¿quién los capacitará para que tengan mejores empleos y mayores ingresos? Obviamente, no serán sus explotadores, es decir los empresarios capitalistas. En su obra cumbre El Capital , Carlos Marx demostró que el trabajador únicamente es remunerado con una parte de la riqueza producida por él; que el trabajo que no se lleva es la plusvalía y que ésta se convierte en dinero y en ganancia adicional para los capitalistas.
Marx también demostró que una mejor preparación laboral se traduce en mayor cantidad de riqueza y que, aun cuando el obrero recibe una paga mejor, finalmente el capitalista es el mayor ganador porque no percibe un salario, sino la suma de los salarios no pagados (plusvalía) de todos sus trabajadores a su servicio y la tasa de ganancia de las mercancías o servicios ofertados por el mercado.
¿Por qué la clase capitalista mexicana no aprovechó el bono demográfico? Porque no lo necesitaba; porque lo aprovechó para enriquecerse; porque los capitalistas no necesitan preparar a la mano de obra mexicana. Están contentos con la plusvalía que le extraen a pesar de su atraso. Además, tienen la precaución de no educarlos con el argumento de que mejor preparados se vuelven conscientes, más rebeldes e inconformes y capaces de luchar y hacer la revolución. Por ello, los millonarios no reconocen la necesidad de preparar a las juventudes; ya que les conviene que los mexicanos sólo trabajen y no se preparen.
Esta actitud negligente ha situado a México frente a un doble problema: el desaprovechamiento de su enorme potencial productivo y su dependencia económica hacia el mercado internacional. Además, en breve, el país estará colmado de adultos mayores y sus gobiernos no dispondrán de un sistema de protección que les garantice una vejez digna y de calidad. Esto nos obliga a concluir que debemos preparar a las juventudes, incrementar la producción de la riqueza, evitar su excesiva concentración en unas cuantas manos, educar y organizar al pueblo y tomar el poder político nacional para establecer un sistema social mejor y más justo para todos; si esto no se realiza, nuestra patria padecerá un doloroso envejecimiento.
La Cepal, que considera al conocimiento como una herramienta fundamental de los gobiernos para examinar sus políticas públicas dirigidas a los jóvenes.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.