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El actual oficialismo quiere vendernos la versión de que Roma es una crítica al viejo régimen priista. En realidad, la historia de Cuarón sobrepasa esa interpretación, el cineasta va mucho más lejos, pues él no solo condena al viejo régimen y nos presenta, en una historia basada en sus recuerdos de infancia, a una indígena.
Para encontrar a Yalitza Aparicio –la interprete principal–, el realizador hizo un casting en el que observó a miles de posibles intérpretes de su historia; Yalitza fue una elección muy afortunada que en esa alegoría representa no solamente a la sirvienta, que es explotada, sino al pueblo pobre en condiciones de dependencia no solo étnica, sino económica, cultural, por su situación educativa, etc. Yalitza representa al pueblo, en el que se encuentra lo mejor de nuestra nación. Cleo –quien representa en los recuerdos de Cuarón a Liboria Rodríguez, su “nana” en la infancia–, es el eje moral, profundamente humanista y exento de mezquindad y representa la misma salvación moral y anímica de esa familia que se debate en la crisis por la separación de los padres.
La secuencia en que Cuarón nos presenta la salvación de la hija de aquel matrimonio que se está disolviendo, cuando la marea la va arrastrando hacia el fondo del mar, en una playa de Tuxpan, es de una estética excelsa, es poesía cinematográfica de alto nivel. Cuarón es una maestro de la fotografía, que utiliza magistralmente el blanco y negro y que nos recuerda al célebre fotógrafo Gabriel Figueroa; que utiliza recursos fotográficos propios de un maestro del cine: paneo o barrido, para darnos una atmósfera más completa de la casa y los conflictos y vicisitudes en que se desarrolla la singular historia; el movimiento de la cámara que nos presenta la Ciudad de México, no como algo estático, sino como una ciudad bulliciosa, una ciudad “viva”, cuyo ambiente recrea fielmente la realidad de aquella época. Pero Cuarón también es un excelente guionista y narrador; tanto, que logra interiorizar en la esencia de cada personaje con mucha solvencia psicológica.
El mérito principal de Roma es retratar, con argumentos poderosos, la esencia del pueblo pobre, sufriente, vilipendiado, pero que a su vez está lleno de bondad, sabiduría emocional, comprensión y humanismo; el mexicano es un pueblo que solo necesita organización y educación para transformar a la patria. Roma, al igual que los famosos cuadros de Diego Rivera sobre las mujeres indígenas, no puede ser patrimonio de una corriente política, es parte ya del patrimonio artístico del pueblo mexicano; Cuarón la concibió desde hace varios años y no necesita engancharse a esa corriente, pues su prestigio mundial y el lugar que ocupa en el séptimo arte le permiten realizar su obra más personal, su “obra maestra”. Lo malo es que esta Roma no ha podido ser exhibida de forma “normal”, dados los intereses económicos de la plataforma Netflix, a la que la producción fue enganchada comercialmente.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA