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Memorias del tiempo mexicano, de José Zorrilla (II de II)
La estrecha amistad e identidad política-ideológica de Zorrilla y Maximiliano de Habsburgo generó confidencias que en este texto están reproducidas y contribuyen a definir mejor la personalidad del fallido titular del Segundo Imperio Mexicano.
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Maximiliano supo que su reinado sería efímero

La estrecha amistad y la identidad política-ideológica de Zorrilla y Maximiliano de Habsburgo generó confidencias que en Memorias del tiempo mexicano están puntualmente reproducidas y que contribuyen a definir mejor la personalidad del fallido titular del Segundo Imperio Mexicano, cuyos pocos ensayos de gobierno efectivamente tuvieron un tinte liberal republicano, entre los que resaltó su propuesta de establecer una monarquía constitucional. Entre estos apuntes, sin embargo, el que más sobresale es uno en el que Zorrilla reseña una de sus últimas charlas con él a finales de 1866 en el Palacio Virreinal, periodo en el que el poeta había decidido volver a España.

El siguiente es un fragmento de la conversación de Zorrilla con el heredero austriaco: “….Maximiliano no podía menos de apercibirse, por más que a nadie pudiera confesar sus recelos, de que su Imperio no tenía aún, ni podría tener nunca, sólido fundamento. Él no habría ido nunca por su gusto, ni menos por ambición de mando ni de riqueza, a ocupar el carcomido trono de los aztecas: una voz misteriosa, la de la poesía del pueblo, le había dicho por la pluma de un italiano hoy desconocido como la voz de la Síbila, que

Il trono fracido de Moctezuma

É nappo Gallico colmo di spuma.

“Y aquellos tres pareados, esculpidos en su memoria, le cosquilleaban alguna vez en el fondo de su conciencia, aunque no creyera posible la predicción del último, que él interpretaba cuando más por una lejana y tan digna como necesaria abdicación. Maximiliano era cristiano sincero y católico sin restricciones, pero como alemán era también un tanto supersticioso, y no reunía nunca a trece en su mesa, ni le gustaba que cayera en martes el santo de su mujer, o que se hiciera en tal día a la mar el buque en que partía una persona estimada; no era, pues, posible que la fatídica predicción de los tres pareados italianos se borraran en su memoria ni desertaran de su conciencia; él mismo me los recitó una vez, después de hacerme yo el ignorante de ellos, y si en ellos no hubiera él pensado, no me los recitara, por más que lo hiciera en tono de broma y afectando no darles importancia. La superstición está en todos los corazones; de un agüero feliz casi todos se olvidan, pero nadie deja de recelar de una fatídica predicción: la superstición es el mayor enemigo de la sencilla y sublime religión del Crucificado...”.

En uno de los apuntes previos a la redacción de este texto, Zorrilla dice que desde el arribo de su futuro amigo y confidente advirtió –dadas las circunstancias políticas que prevalecían– que el imperio jamás “echaría raíces porque ni Maximiliano podía llegar a entenderlo nunca, ni México a Maximiliano”.


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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