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Las nuevas guerras de la codicia imperial
Ningún país escapará al impacto de la próxima gran guerra generada por la avaricia imperial; y la preparación de estrategias de defensa es tarea colectiva.
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La próxima guerra del capitalismo corporativo será “muy diferente” a las conocidas, pues emplearán medios no convencionales e irregulares, anticipan expertos. Aunque la lucha entre contrarios ha sido constante, los futuros conflictos serán más extensos, devastadores y sin campos de batalla ni frentes definidos, porque los científicos militares han diseñado estructuras y escenarios diferentes. Ningún país escapará al impacto de la próxima gran guerra generada por la avaricia imperial; y la preparación de estrategias de defensa es tarea colectiva.

Hoy, los estudiosos de las fuerzas armadas del mundo industrializado prevén que el próximo conflicto armado de gran dimensión adoptará una forma que dependerá de las capacidades tecnológicas de los actores, y que las naciones subyugadas por sus élites pondrán en peligro su propia existencia y sus activos sociales más importantes.

Pero, aunque parezca una incongruencia, no todos los sectores explotados están plenamente conscientes de que los conflictos armados intercapitalistas son su principal amenaza. Esto se explica porque las sociedades han sido marginadas del acceso a la comprensión de la complejidad del sistema internacional y desconocen, por tanto, los efectos multidimensionales que las guerras tendrán en su vida.

Esta ignorancia les impide desplegar su habilidad para controlar las crisis y enfrentar los efectos negativos de las guerras; sobre todo cuando hay numerosos países en situación permanente de tensión e inseguridad debido a los intereses geopolíticos y a que, asimismo, el consumo acrítico de la violencia está propiciado por la actual cultura de entretenimiento bélico que ofrece como “normal” el uso excesivo de la fuerza.

 

Nuevas guerras

Hace tiempo que el capitalismo corporativo –que lidera el complejo industrial militar– y sus operadores gubernamentales impulsan un cambio significativo en la concepción de la guerra e imponen una nueva doctrina y sistema de armas basados en la superioridad tecnológica.

Sin embargo, el jefe de la División de Planes del ejército español, Carlos J. Frías, advierte que no todos los éxitos militares de Occidente se han derivado de esa diferencia tecnológica o por el enorme gasto en equipo militar de última generación. En el mejor de los casos es una ventaja parcial.

Para esbozar cómo será el próximo conflicto bélico a gran escala, es útil ver que cada guerra ha sido muy diferente a lo esperado. Registros históricos muestran que guerras entre Estados grandes y poderosos ocurren cada dos generaciones, explica el científico militar noruego Stâle Ulriksen. Sus tácticas y estrategias marcaron la evolución de los conflictos armados.

 

 

Se afirma que Napoleón Bonaparte tuvo éxito porque introdujo el enlistamiento masivo y desplegó ejércitos más grandes y poderosos que sus oponentes. Y que la Primera Guerra Mundial, con la guerra de trincheras y la introducción de ferrocarriles y ametralladoras, echó por tierra las doctrinas clásicas que suponían que el choque entre soldados en el campo de batalla definía el triunfo.

La Segunda Guerra Mundial fue también muy distinta debido al modelo de transportación inmediata de tropas, equipo militar y el uso masivo de tanques y aviones. Hoy, Occidente, Rusia y China poseen artillería de largo alcance (misiles), sistemas sensores y de controles casi imbatibles, afirma Greger Johansson, del Sistema Noruego de Investigación en Defensa.

Esta evolución de las potencias, así como la capacidad de resistencia y ataque de otros actores político-económicos, creó nuevos tipos de guerra. Hoy se habla de guerra permanente, tecno-guerra, cibernética, hiper-realista, de formación, neo-cortical y de la Tercera Ola. Por ello, la guerra del futuro deberá ser muy diferente a la actual, revela el experto Thorstein Korsvold.

 

EE. UU. se prepara

El jefe del Estado Mayor del ejército prusiano e historiador teórico de la ciencia militar, Carl von Clasewitz (1780-1831) sostuvo que la guerra es la continuación de la política por otros medios. En el Siglo XXI, este aforismo aún es cierto, según la influyente Rand Corporation, cuyos investigadores definen seis tendencias que influirán en la política de Estados Unidos (EE. UU.) y su visión de la guerra.

En principio, alertan contra la polarización interna y el “atrincheramiento” o pérdida hegemónica de ese país. Le siguen la preocupación por el ascenso de China, la revaloración de capacidades de los países de Asia y la emergencia de una Rusia “revanchista”. Además, previenen contra las turbulencias en Europa y la agitación en el mundo Islámico.

Estas tendencias determinarán cómo se conducirán los conflictos del presente en la siguiente década. Si en el pasado la estrategia bélica de EE. UU. se centró en mantener su ventaja mediante el combate contra grupos extremistas (Al Qaeda y el Estado Islámico), hoy le inquieta la modernización de China. Así lo expresó el Secretario de Defensa, Lloyd Austin.

En mayo de 2021, ante el Comando del Pacífico, en Pearl Harbor, Hawaii, Austin reconoció que su ejército no debe creer que su actual poderío le bastará, pues adversarios potenciales trabajan “deliberadamente para quitarnos el filo”. Subrayó que los conflictos futuros tendrán muy poco parecido con las antiguas guerras; e instó a crear “una red operativa tan creíble, flexible y formidable que no dé pausa a ningún adversario”.  

Austin refirió que su país librará la próxima gran guerra bajo el concepto de “disuasión integrada”, que exigirá  “de todos nosotros dándolo todo” ante el prospecto de guerras con China y otros adversarios que serán “largas, lejanas y costosas”.

 

Ya están aquí

Como a todos consta, las guerras del futuro ya están aquí. En los años 90 del Siglo XX,  el sociólogo Alvin Toffler y “la futurista” Heidi, su esposa, anticiparon en su ensayo Las guerras del futuro que, en este siglo, los conflictos bélicos serían apocalípticos y mediante el uso de tácticas indirectas con actores humanos, robots y alta tecnología en operaciones militares ejecutadas a larga distancia.

La tesis de los Toffler era: “Nuestro modo de guerrear refleja nuestro modo de ganar dinero, y la manera de combatir contra la guerra debe reflejar la manera de librarla”. Y así, ambos vaticinaron las guerras de la Era de la Información y la Tecnología, cuya primera versión fue la primera Guerra del Golfo, en 1991.

En ese año, el mundo constató el rostro cambiante de los conflictos armados de gran alcance y teóricos como William Lindl, y otros oficiales del Cuerpo de Infantería de la Marina de EE. UU.,  describieron las formas y los nuevos elementos de la guerra moderna.

Así clasificaron las guerras: las de primera generación, movilizaron gran mano de obra mediante ejércitos profesionales y el uso extenso de armas de fuego. Fueron las guerras de independencia de EE. UU., América Latina, las napoleónicas y la Primera Guerra Mundial.

Las de segunda generación usaron gran poder de fuego, como resultado de la industrialización y la mecanización. Movilizaron enormes ejércitos y maquinaria bélica, y lanzaron rotundos ataques de artillería para impactar en el adversario y la población. Fueron las guerras “relámpago” (blitzkrieg) de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y el Yom Kippur.

 

Motivado por más ganancias, el capitalismo corporativo ideó nuevas formas de guerra.  Michael Mandelbaum, en su libro Misión fallida: Estados Unidos y el mundo de la era de la Posguerra Fría, considera que las guerras convencionales ya eran obsoletas porque los altos costos de la victoria no correspondían a los beneficios.

Así nacieron las guerras de tercera generación, que mostraron rapidez, libertad de maniobra y sorpresa ante el enemigo para impedir su defensa. El poder se concentró en la coordinación de la fuerza aérea y terrestre, en la interrupción de comunicaciones y el aislamiento de la defensa enemiga. Primera Guerra del Golfo (1991), Guerra Etiopía-Eritrea (1998-2000), Irak (2003) y Líbano (2006).

A la par, Occidente diseñó su actual estrategia militar para eliminar todo movimiento que amenace sus intereses con la guerra de baja intensidad (GBI), una ofensiva prolongada de desgaste para sofocar a la insurgencia, las luchas antiimperialistas o revoluciones populares y para ayudar a los aliados ante amenazas similares.

Con la guerra de cuarta generación, la doctrina militar de EE. UU. puso en práctica un cambio radical, pues no incluye choques de gran escala entre ejércitos. Si bien esta guerra desigual puede darse entre un Estado y grupos armados y es de naturaleza política, económica, religiosa o étnica.

Usa tácticas de acción político-militar-paramilitar por sorpresa, operativos de sofocamiento económico y operaciones de control psicológico masivo. También recurre a la guerra sucia, al terrorismo de Estado y a los ataques cibernéticos.

Su objetivo es una victoria no solo militar, sino aniquilar la fuerza político-moral del adversario; y es la más efectiva a largo plazo para suprimir la insurgencia, apunta el sociólogo Adrián Galindo de Pablo. Se puso en práctica en Colombia, Somalia, Afganistán, Congo, Angola, Yugoslavia y las guerras contra el narcotráfico y el terrorismo.

Los estrategas del futuro prevén que, en el nuevo contexto global, la etnicidad será una de las fuerzas más poderosas; así se propagarán las guerras de nacionalidades como la incursión bélica de los “nacionalistas” ucranianos contra las etnias rusas de Donbás.

 

En pos de la mente

Como se ve en las guerras de 4ª y 5ª generaciones y de baja intensidad del futuro próximo, el control emocional será el objetivo. “El arma más sofisticada y eficaz con que hoy cuenta el mundo para neutralizar las actuales doctrinas bélicas es la opinión pública internacional y, en particular, la de EE. UU.”, definió el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro.

En el porvenir, el frente de batalla será la mente –y el control de sus emociones– para influir en la opinión pública. Las tácticas bélicas tendrán por objetivo enaltecer la imagen y credibilidad en las fuerzas armadas y desprestigiar al enemigo para aislarlo de sus actuales y potenciales aliados.

Se usarán estrategias híbridas que apelen a lo emocional para convencer que lo importante es cómo se narra, no lo que se narra, describe el experto Wei Jicheng.  Los contenidos serán cuidadosamente manipulados, pues la información y la guerra son un binomio, en el que la tecnología dibuja el cambiante rostro de la guerra, aclaró en su momento William Perry, el exsecretario de Defensa estadounidense.

En este tipo de guerra, los medios son primordiales, sean como aliados o bajo control, para legitimar las acciones del gobierno con el flujo informativo del conflicto en el campo de batalla, porque la ideología es un asunto militar.

En esta “revolución de la información” es válido simular hechos (fake news), afirman los estrategas de defensa, que lideran el ciberespacio y las tecnologías de la información y explotan la infraestructura mediática para que no se distinga la manipulación de la información estratégica.

De la mano va la guerra cibernética. Un ataque a centrales de comunicaciones, plantas eléctricas, hospitales y bancos, deja sin recursos al gobierno, a grupos de resistencia, aísla a millones de personas y las desinforma sobre el curso del conflicto.

Para asegurarse la conducción del conflicto conforme a los intereses de Occidente, sus estrategas diseñan la nueva guerra psicológica. Muy efectiva e invisible porque tiene por objetivo influir en la opinión pública con tácticas de operaciones psicológicas (PSYOPS), antes y después de la ocupación de países o territorios.

Esta guerra se gana en la mente de las personas. Como indicó el estratega chino Sun Tzu, hay que subyugar al enemigo “sin disparar un tiro”, señalan los psicólogos del Pentágono (Departamento de Defensa de EE. UU.). En el futuro seguirá la estrategia de guerra de nervios, que mina al adversario.

Asustar al enemigo y paralizarlo con distintas tácticas reduce su posibilidad de éxito en el combate o se lo derrota antes del combate y, a la par, gana mentes y corazones de quienes no se piensa aniquilar, refieren los expertos Liuba Peña, Ludmila Casas y Magalys Mena en su estudio Guerra psicológica contemporánea.

La guerra de desgaste psicológico, desde Vietnam a Siria seguirá en el futuro. Así como las guerras del presente se libran en el terreno de la opinión pública, las del futuro se librarán en la esfera de las ideas y los sentimientos.

En su Guía Actualizada de 2021, el experto Ben Stark explica en qué consisten, qué persiguen y cómo trabajan las operaciones psicológicas. Se diseñan para ganar “corazones y mentes” sin disparar a nadie e influir en las emociones, motivos y conductas de gobiernos, grupos de poder, organizaciones y enemigos.

En 2003, Occidente lanzó miles de panfletos sobre fuerzas iraquíes para conminarlos a rendirse, bajo la amenaza de que serían destruidos por la artillería extranjera. Usó imágenes de presos iraquíes bien tratados y comiendo plátanos, fruta muy apreciada en aquel país.

Por tanto, son operaciones de inteligencia coordinadas y diseñadas para centrarse en la vulnerabilidad de las personas e influir en ellas. Es decir, las PSYOPS se usan para que la gente ejerza o no ciertas actitudes.

En el futuro, las operaciones psicológicas serán de información a bajo costo y contribuirán al éxito de la guerra, porque mostrarán la efectividad de las nuevas armas en espacios de larga distancia a aliados y potenciales adversarios.

 

Hacia 2040

Los coroneles del Ejército de Liberación Popular (ELP) de China Qiao Liang y Wang Xiangsui observaron que descendía la violencia militar convencional en favor de una violencia “política, económica y tecnológica”. Por ello, en su libro Guerra Ilimitada explican que la guerra de 5G sería más devastadora.

Esa guerra se conducirá con acciones no militares a través de ingeniería social, desinformación, ciberataques, así como tecnologías de último nivel como inteligencia artificial y sistemas totalmente autónomos.

El diseño de la guerra de las próximas décadas no contempla la desaparición de los soldados. Sin embargo, la actual doctrina y el sistema de armas opta por los grandes ataques a distancia con equipos capaces de destruir quirúrgicamente objetivos al otro lado del mundo, sin que sus perpetradores corran riesgo.

Para autores y centros de pensamiento estratégico occidental, hacia 2040, la innovación bélica habrá evolucionado significativamente. La inteligencia artificial, con sistemas de armas teledirigidos, jugará un papel cada vez más relevante.

Además, nadie descarta que el espacio extraterrestre será un campo de batalla. Por ello, ahora hay una creciente competencia por controlar esa zona y por desarrollar fuerzas militares espaciales entre los gobiernos de EE. UU., China, Francia, Rusia, Japón, Australia e India, entre otros.

Aunque hasta ahora se han limitado a cumplir el Tratado de Uso Pacífico del Espacio Exterior de la Organización de las Naciones Unidas (ONU-1966), que prohíbe armas de destrucción masiva y guerras en cuerpos celestiales, potencias como EE. UU. y la India han realizado pruebas con armas antisatélites.

 “Solo ganarán la guerra del futuro los poderes que incorporen a sus estrategias el manejo de biotecnología, big data, máquinas humanas de interface (que obtienen datos entre equipos), máquinas que aprenden, sistemas de robótica avanzada y autónomas”, concluye la experta en inteligencia Cortney Weinbaum.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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