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Los bosques tienen una gran importancia en nuestra vida cotidiana, no solo como productores de oxígeno, sumideros de carbono atmosférico o protectores del suelo y cuerpos de agua. Del bosque se extraen infinidad de productos; maderables como leña, carbón, celulósicos, escuadría para construcción y mueblería; o no maderables, como resinas, fibras, gomas, ceras, plantas medicinales, tierra fértil y mucho más. Toda esta producción es indispensable y usualmente se mide en m3, toneladas o por su valor monetario.
México tiene un potencial forestal inmenso; variedad de climas propicios, vasto mercado interno, ubicación geográfica estratégica y una superficie forestal de 137.8 millones de hectáreas (que representan el 70 por ciento del territorio nacional). Estos terrenos son accidentados, no aptos para la agricultura o ganadería, pero con una gran diversidad de especies vegetales. Una tercera parte del país está cubierta con bosques y selvas. Si el país tuviera los medios para aprovechar sustentablemente su vegetación, podría cosechar lo equivalente a 56 mil 126 millones de pesos, pero aplicando buenas prácticas de manejo esa producción podría quintuplicarse, aproximadamente el 1.24 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del año pasado.
Sin embargo, esta actividad enfrenta grandes problemas, uno de ellos es la falta de capitales. Gran parte de la superficie forestal se encuentra en manos de ejidatarios y comuneros, ahí habitan aproximadamente 11 millones de personas, muchas de ellas en pobreza extrema, que obviamente no lograrían reunir capital suficiente para establecer una industria forestal competitiva.
En contraparte, el sector privado sí puede permitirse grandes inversiones; el Consorcio Agroindustrial Guepell S. A. de C. V. ha planificado el establecimiento de 28 mil 240 hectáreas de Plantaciones Forestales Comerciales en las que se invertirán alrededor de mil 400 millones de pesos; frente a inversiones privadas de esa magnitud, poco pueden hacer los ejidatarios y comuneros pobres.
No hay tecnología competitiva o es muy difícil acceder a ella por falta de recursos. Los terrenos forestales se encuentran en las zonas más marginadas del país, los caminos están en pésimas condiciones y muchos de ellos sin pavimentar. Además, la cultura de aprovechamiento forestal es escasa. La gente prefiere dedicarse a los cultivos, porque, aunque las ganancias son menores, la inversión también lo es y no tienen que esperar mucho tiempo para recuperarla. Si bien el Estado ha reglamentado el usufructo de ejidos y comunidades sobre los terrenos forestales, no se ha impulsado con seriedad el fortalecimiento de sus capacidades de organización y producción; por lo que ahora presentan un desempeño poco competitivo.
El valor de la producción nacional forestal al 2016 era de 41 mil 307 millones de pesos y su contribución al PIB de 0.23 por ciento. A 2017, solo se produjo el 33 por ciento del consumo aparente reconocido por el gobierno, las exportaciones de productos forestales alcanzaron un valor total de 2,049.3 millones de dólares (mdd), mientras la importación fue de 8,214.9 mdd, lo que dejó un déficit comercial de 6,165.6 mdd (Conafor, 2020). La producción forestal maderable se ha estancado, con un promedio de siete millones de m3 anuales desde hace 10 años. Además, un viejo estudio de la OCDE (citado por Caballero, 2004) calculaba que para el año 1998 el consumo de madera rondaba los 37 millones de m3, suma muy superior al consumo aparente reconocido por el gobierno en 2017. Profesores investigadores de la Universidad Autónoma Chapingo estiman que la tala clandestina en el país ronda los ocho millones de m3 al año.
Para el desarrollo forestal del país se pueden proponer los siguientes puntos: 1) Impulso a la producción forestal sustentable. El gobierno debe instrumentar una política de subsidio a la producción; de modo que el productor pueda competir con las mercancías extrajeras. Lamentablemente, la administración actual parece más interesada en financiar proyectos electoreros que productivos, en lo que va de su mandato redujo el presupuesto de Conafor en un 37.8 por ciento. 2) Una política forestal acorde a los intereses de los propietarios de los terrenos forestales, que los impulse en su desarrollo económico pero que al mismo tiempo vea por el cuidado al medio ambiente. 3) Creación de una institución que asegure la compra de los productos forestales y que regule sus precios. 4)Invertir en educación, investigación y tecnología. La riqueza de un país se cataliza con el nivel de sus conocimientos y tecnología, pues son éstos los pilares de la productividad.
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Escrito por Perseo Mendoza Moreno
Colaborador