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La moral del Presidente
Es muy fácil ser moralista y brindar soluciones éticas desde la burbuja propia, como las que se vierten en una conferencia matutina; ya que no van más allá de la nariz del Presidente y no se transforman en hechos.
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En México, los grandes problemas nacionales pretenden ser solucionados con exhortaciones morales desde el púlpito presidencial; y como evasivas que son, nada resuelven.

El presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llama a los delincuentes “a pensar en sus mamacitas” y a no cometer acciones ilícitas y ante los problemas de corrupción repite una y otra vez frases como “no mentir, no robar, no traicionar”.

Por ello, éstos y otros problemas se agudizan, y el sufrimiento de la sociedad mexicana se ha profundizado en los últimos años. Las condiciones socioeconómicas son cada vez más miserables; y la gente cada día está más expuesta a la violencia criminal.

En medio de este ambiente es muy común ver, en redes sociales, alusiones a la responsabilidad moral de cada ciudadano; se promueven buenas conductas para contrarrestar los problemas y forjar una sociedad justa y los consejos del Presidente se replican en diversos medios.

Para agravio de muchos, estas moralinas se encuentran imbricadas hasta en la médula de la sociedad mexicana; pero por la comodidad egoísta con que se emiten, apenas son vistas o escuchadas, y pronto se olvidan.

Es muy fácil ser moralista y brindar soluciones éticas desde la burbuja propia, como las que se vierten en una conferencia matutina; ya que no van más allá de la nariz del Presidente y no se transforman en hechos.

En una sociedad configurada por la extrema explotación laboral de la mayoría de los trabajadores; el rezago educativo y la violencia delictiva no bastan con los sermones morales desde el púlpito de Palacio Nacional.

La comisión cotidiana de múltiples delitos en tu colonia y contra tu familia, y las recomendaciones a los funcionarios públicos para que no mientan o no roben no frenan ni remedian la situación.

Y no lo logran porque esos llamados a la tranquilidad son solo una coartada del modelo económico; ya que a los representantes en el gobierno solo escandaliza que se fume en lugares públicos o que las mujeres digan groserías, pero no les preocupan las dos violaciones que cada hora ocurren.

En el colmo del absurdo hay algunos personajes del Estado que ven como verdaderamente inmoral que una mujer se vista de manera “provocativa” o que se coloque como “punto de ataque”.

Esta posición moral es irracional porque, además de que no procura justicia, revictimiza al hombre o a la mujer violentada y coincide con la posición de AMLO, quien evade a las víctimas de crímenes de lesa humanidad.

En México, miles de personas reclaman justicia y un alto a la violencia, pero el Presidente se lava las manos, se conforma con su “limpia” conciencia no “neoliberal”; y en lugar de disminuir la pobreza y garantizar seguridad pública, se limita a acusar a los asesinos con sus abuelas.

Si AMLO quisiera actuar auténticamente con autoridad moral debería superar el objetivo personal que hasta ahora se advierte en su modo de gobernar –salvar su supuesta reputación personal, la de su familia y la de sus correligionarios políticos– y proteger realmente a todos los mexicanos.

En otras palabras: tendría que ir más allá de la moralidad misma. En un mundo sistémicamente criminal: hace falta, como decía el filósofo francés Jean Paul Sartre, ser moral incluso más allá del compromiso con la familia, de la responsabilidad de no tirar basura en la calle y de lo que se dice en los discursos políticos.

“Es preciso que la moralidad se supere hacia un objetivo que no sea ella misma”, dijo Sartre en sus Cuadernos por una moral. La elección moral por antonomasia no es construirse a sí mismo como alguien bueno, sino edificar un mundo bueno. “Dar de beber al sediento no por dar de beber, ni para ser bueno, sino para suprimir la sed. La moralidad debe ser elección del mundo, no de sí”.


Escrito por Betzy Bravo

colaboradora


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