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La mirada quieta (de Pérez Galdós), de Mario Vargas Llosa (II de II)
En las páginas finales de su compilación de reseñas críticas de la obra literaria de Benito Pérez Galdós, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace un retrato integral del autor español. Aquí las puedes leer.
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 El retrato físico y moral del autor de los Episodios Nacionales

En las páginas finales de su compilación de reseñas críticas de la obra literaria de Benito Pérez Galdós, el escritor peruano Mario Vargas Llosa hace un retrato integral del autor español:

“Pérez Galdós fue periodista, dirigió revistas y periódicos –a veces sin recibir un salario– y escribió centenares de artículos y ensayos. Éstos, con algunas excepciones, como su excelente discurso de incorporación a la Real Academia de la Lengua, el siete de febrero de 1897 (La sociedad presente como materia novelable) –lo recibió en la docta institución don Marcelino Menéndez Pelayo–, no suelen ser profundos, porque no era un hombre de ideas sino de ficciones, y a la de pensar prefería la de inventar y contar historias. ‘Es que lo imaginario me deleita más que lo real’, confiesa en sus memorias. También resultó en algunas piezas un excelente dramaturgo –el teatro, recordemos, fue su primer amor literario–, que contribuyó a renovar la escena española, no solo como escritor, sino como funcionario, pues fue director artístico del Teatro Español.

“Llevaba una vida más bien tranquila, frecuentaba los cafés de costumbre, pero según los testimonios de sus amigos y discípulos, no cometía excesos ni comiendo ni bebiendo, y hablaba poco, aunque escuchaba, silencioso y atento, los argumentos de sus compañeros de tertulia. Eso sí, trabajaba muchísimo y de una manera muy disciplinada, lo que explica la enorme obra que dejó, una de las más amplias de la literatura española: cuentos, novelas, obras de teatro y centenares (acaso miles) de artículos. Y que, como él, está signada por la serenidad, la moderación, un amor a España que nunca llega al chovinismo y la suave denuncia de todo lo que le parece injusto o excesivo en las costumbres y realidades de su país. Por ejemplo, la guerra y la frivolidad.

“Aunque fue político, pues llegó a las Cortes representando a Guayama, en Puerto Rico –lugar que nunca pisó, pues jamás salió de Europa, con la excepción de aquel viaje a Marruecos para documentarse– mostró, en su carrera parlamentaria, una discreción radical, como si se aburriera muchísimo en aquellas sesiones de las Cortes; sus intervenciones fueron mínimas y poco militantes.

“En sus memorias, él explica su candidatura de esta manera: ‘Proclamada la Regencia de doña María Cristina, subió Sagasta al poder, y su primer acto fue convocar las Cortes para el año siguiente. Un amigo mío (…) indicó a Sagasta que me quería sacar diputado por las Antillas. En aquellos tiempos, las elecciones en Cuba y Puerto Rico se hacían por telegramas que el gobierno enviaba a las autoridades de las dos islas. A mí me incluyeron en el telegrama de Puerto Rico y un día me encontré con la noticia de que era representante en Cortes, con un número enteramente fantástico de votos…”. 


Escrito por Ángel Trejo Raygadas

Periodista cultural


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