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Entre los siglos XV y XVI floreció en España una poesía lírica popular a la que no es posible asignar límites en el tiempo. Afortunadamente para la historia de la literatura, ésta se preservó en diversos Cancioneros. Se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid un manuscrito de fines del siglo XV y principios del XVI que en 1870 fuera transcrito y publicado por el compositor y musicólogo español Francisco Asenjo Barbieri, de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, bajo el título de Cancionero Musical de los siglos XV y XVI. Barbieri modificó el orden original del Cancionero musical de Palacio.
El Cancionero es una recopilación de la música de cámara y religiosa que se produjera en la corte de los Reyes Católicos y en la del duque de Alba. A pesar de haberse perdido unos 51 folios (a decir de Barbieri), se conservan 460 de las 551 piezas anunciadas en el índice, entre las que se cuentan villancicos, estrambotes, romances, unas cincuenta canciones a tres y cuatro voces y otras piezas de autores diversos. La colección se divide en cinco grupos temáticos: obras serias y amatorias; religiosas; históricas y caballerescas; pastoriles; y composiciones de géneros diversos.
El Cancionero musical de Palacio incluye composiciones de Juan del Encina (1468-1529), músico y poeta de la corte del Duque de Alba; de él dice Asenjo Barbieri: “Otras especies vertidas en sus poesías podrán tal vez servir para explicar hechos en la carrera musical de Encina, o para llenar algún otro de los muchos vacíos que se hallan en su biografía; pero como mi objeto ha sido tan solo el de dar algunos apuntes relativos al músico, concluyo aquí, congratulándome del descubrimiento de este Cancionero, al cual se debe el beneficio de poder, con sobra de razón, asegurar que Juan del Encina fue también excelente en el arte de la música”.
El Cancionero recoge la Égloga trobada, representada en la noche de Navidad á cuatro pastores, Juan, Miguellejo, Rodrigacho é Anton llamados; que sobre los infortunios de las grandes lluvias é la muerte de un sacristán se razonaban. Es probable que las lluvias a que se refiere sean las ocurridas en 1498, cuando Juan del Encina contaba unos 30 años; por entonces, dice Asenjo Barbieri, “debió acaecer el fallecimiento de algún Maestro de Capilla o racionero cantor de la Catedral de Salamanca, a cuya plaza aspiraba Encina… pero como era seglar y, por lo visto tenía muchos émulos, no consiguió su deseo”. Barbieri sostiene la teoría de que, bajo el disfraz del pastor Juan, el poeta manifiesta su deseo de ocupar dicho puesto, así como la incertidumbre ante los muchos enemigos y competidores que pueden restarle votos para conseguirlo.
La Égloga trobada… reproduce el habla y el ambiente de la época y nos regala un cuadro vivo de la sociedad de entonces, con sus hambrunas, servidumbre y los oficios religiosos que proporcionaban estatus y seguridad económica a sus miembros, haciendo que estas plazas fueran altamente codiciadas por artistas y estudiosos.
Mig.Dinos, dinos, dinos, Juan,
en tiempo de tal mancilla
¿para qué hueste á la villa?
Juan.¡Año pese á sant Julián!
por el pan,
que en la aldea no lo había,
y á cuntío que en aquel día
era muerto un sacristán,
Rodr.¿Qué sacristán era, di?
Juan.Un huerte canticador.
Anton.¿El de la greja mayor?
Juan.Esse mesmo.
Rodr.¿Aquesse?
Juan.¡Sí!
Rodr.¡Juro á mí
que canticaba muy bien!
Mig.¡Oh, Dios lo perdone, Amén!
Anton.Hagante cantor á ti.
Rodr.El diabro te lo dará,
que buenos amos te tienes,
pues cada que vas e vienes
con ellos muy bien te va.
Mig.No están ya
sino en la color del paño.
mas querrán cualquier extraño
que no á ti, que sos d´allá.
Rodr.Dártelo han, si son sesudos.
Juan.Sesudos e muy devotos;
Mas hanlo de dar por votos.
Rodr.Por botos, o por agudos.
Aun los mudos
habrarán que te lo den.
Juan.Mia fe, no lo sabes bien;
muchos hay de mí sañudos:
los unos, no sé por qué,
e los otros, no sé como;
ningún percundio les tomo,
Que nunca lle lo pequé.
Mig.¡A la fe,
unos dirán que eres loco,
los otros que vales poco.
Juan.Lo que dicen, bien lo sé.
Rodr.Ora cállate e callemos,
no te cures, compañero;
que siempre el mejor gaitero
menos medrado lo vemos.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.