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A lo largo de la historia las distintas sociedades se han forjado con base en una incesante lucha entre las clases sociales. Por un lado están las que dominan y controlan los medios de producción y por el otro las que tienen como única posesión su fuerza de trabajo. La visión histórica del marxismo esclarece la condición real de esta pugna y revela las raíces y la razón de ser de esta constante lucha. Ésta no se produce como efecto de la conciencia y no es en ella en la que debe buscarse la diferencia entre los hombres, sino ésta debe observarse como producto de las relaciones sociales que un determinado modo de producción crea junto con cierto tipo de Estado, moral, religión, filosofía, etc.
Siguiendo la metodología marxista, es preciso buscar la causa en las fuerzas productivas. Dado que en toda sociedad han existido opresores y oprimidos, la sociedad burguesa no podría ser la excepción, a pesar de la prédica constante de sus valores universales y verdades eternas que dice defender, tales como la igualdad, la libertad y la fraternidad. Es cierto que como clase revolucionaria jugó un papel crucial en la historia, al desarrollar a su máxima potencia los medios de producción mediante el impulso inaudito que dio a la industria y el comercio. Este despliegue sirvió para romper definitivamente con los viejos estamentos y los rancios prejuicios creados por el feudalismo, que impedían el crecimiento y el desarrollo.
Así como logró subordinar a la naturaleza y al inútil sistema ideológico medieval a su particular interés, también ha transformado al hombre y, sobre todo, a la fuerza creadora del mismo, el trabajo, en mercancía. Al despojar al siervo de la pequeña propiedad que poseía, le ha dejado solo su fuerza de trabajo y, en esa medida, lo ha convertido en asalariado. Así fue como nació una nueva clase que, dentro de las mismas leyes del sistema, solo puede concebirse como antítesis de la burguesía: el proletariado.
La lucha de clases en el capitalismo comenzó con el nacimiento del proletariado: “su lucha contra la burguesía comienza con su existencia”. En la misma medida en que la burguesía incrementó su capacidad productiva y con su arrastre arrollador alcanzó todos los mercados existentes, el proletariado incrementó su fuerza, en principio inconscientemente y a pesar de sí mismo –porque sus primeras luchas no se dieron contra su enemigo de clase, sino al lado de éste como ente de destrucción de los resabios del viejo sistema– pero finalmente las mismas relaciones de producción lo orientaron contra su enemigo natural, la burguesía, que al crecer y concentrar la riqueza cada vez en menos manos, propició la aglutinación y cooperación del proletariado en aras de sus propios intereses.
La lucha de clases entre burguesía y proletariado se erige, a diferencia de todas las que le han precedido, en una lucha definitiva que pretende abolir, en la medida en que se realice, toda lucha entre los hombres. La abolición de la propiedad privada presupuesta en el comunismo abatirá para siempre esta contradicción. El triunfo del proletariado sobre la burguesía acabará con las contradicciones de clase no solo en la forma, sino en la esencia misma de dicha contradicción.
La socialización de los medios de producción y la eliminación de la propiedad privada de los mismos permitirá al hombre, por fin, la propiedad real del producto de su trabajo y con esto iniciará una nueva etapa en la historia de la humanidad que verá a los hombres ya no enajenados por su trabajo, sino realizando a través de éste todas las potencialidades que mantiene en su seno.
La lucha de clases entre burguesía y proletariado pondrá fin de manera definitiva a una etapa de la historia en la que la verdadera individualidad sea posible y real fuera de la enajenación continua del hombre. Es decir, cuando éste no sea el hombre en abstracto, sino el trabajador de carne y hueso que, representado en cada uno de los ciudadanos de la inmensa mayoría de la población, sea dueño del producto de su trabajo y pueda lograr la libertad objetiva que ahora solo está en manos de los que pueden comprarla: una ínfima minoría cada vez más pequeña.
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Escrito por Abentofail Pérez Orona
Licenciado en Historia y maestro en Filosofía por la UNAM. Doctorando en Filosofía Política por la Universidad Autónoma de Barcelona (España).