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El feminismo de Juan Ruiz de Alarcón (I de II)
El dramaturgo rechaza la idea de que “todo está escrito” y plantea que los hombres, a través de astucia y valentía (y también de un poco de suerte) pueden modificar sus circunstancias.
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Nacido en la Nueva España, en el seno de una familia de peninsulares radicados en el nuevo mundo, Juan Ruiz de Alarcón (1581-1639) llegó en 1600 a Salamanca para llenar un requisito de instrucción en boga por aquel tiempo. A partir de ahí comienza una carrera como poeta y escritor en cuya superficie no se distingue a simple vista su origen novohispano, salvo en los rasgos psicológicos de varios de sus personajes, que muestran lo que algunos críticos han calificado como “resentimiento” americano y que delataría el origen no español del dramaturgo.

Pero es en la metrópoli, y en pleno Siglo de Oro, donde produce Alarcón la fascinante obra dramática que le acarrearía la admiración de unos, la animadversión de otros y protagonizaría algunas de las más famosas rivalidades entre literatos, teniendo como adversarios nada menos que a Francisco de Quevedo, Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca, quienes no dudaron en usar sus afiladas plumas contra el oriundo de Taxco, Guerrero burlándose tanto de su origen americano como de su apariencia física –era jorobado–; burlas que Ruiz de Alarcón respondió siempre con equivalente agudeza.

Todo es ventura es una comedia escrita durante la segunda época del autor en España; bastante menos estudiada que La verdad sospechosa o Las paredes oyen, tiene no obstante una novedad argumental: hijo del Siglo, el dramaturgo rechaza la idea de que “todo está escrito” y plantea que los hombres, a través de astucia y valentía (y también de un poco de suerte) pueden modificar sus circunstancias.

Dos nobles (un conde y un marqués) se disputan los favores de Leonor. La suerte juega a favor de un tercero, Tello, hidalgo sin fortuna, quien conquista los favores de la dama. Harta de la enconada disputa entre los dos poderosos pretendientes, y antes de que éstos se maten en duelo, Leonor se coloca entre ambos y, tomando en sus manos la libertad de escoger (o no) a uno de los dos como marido, rechaza la aristocrática institución matrimonial.

¡Duque, Marqués, reportad

el furioso desatino,

o por mi pecho el camino

para los vuestros buscad!

¿Qué es aquesto? ¿Por ventura

es quererme, es obligarme

destruirme e infamarme

con tan extraña locura?

¿Así me estimáis? ¿Acaso

sois alguna parte aquí?

¿Cómo litigáis por mí

sin consultarme en el caso?

El fin de vuestra porfía,

el conquistar mi beldad,

¿está en vuestra voluntad,

o ha de nacer de la mía?

Si este rasgo ideológico de Ruiz de Alarcón no bastara para identificar su concepción de las libertades femeninas, conviene echar un vistazo al Tercer acto de Todo es ventura; a la “Loa y defensa de las mujeres” que el autor hace por boca de Tristán; siendo parte de una comedia, este fragmento aparece antologado, en el Siglo XX, por Antonio Castro Leal como una de Las cien mejores poesías líricas mexicanas.


Escrito por Tania Zapata Ortega

COLUMNISTA


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