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En su versión global-neoliberal, el capitalismo ha logrado que la libertad sea equivalente a la capacidad que sus corporaciones tienen para imponer precios a la mano de obra y las mercancías, con lo que provoca más pobreza, desempleo, guerras y crisis ambientales.
Desde que surgió, el capitalismo corporativo generó también los factores que hoy lo mantienen en una crisis estructural probablemente terminal: falta de mano de obra y cada vez menor disponibilidad de recursos naturales, quiebre en la cadena de suministros y alza de precios.
Sin embargo, el capitalismo tiene mecanismos de defensa como el proceso de consolidación-integración, que mediante el uso de tecnologías avanzadas (digital, robótica industrial, agroindustrial, alimentaria, farmacéutica, comercial, etc.) las corporaciones pueden aumentar sus ganancias.