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Que dentro de ti no muera
el látigo del negrero.
Su muerte prematura y la cercanía espacio-temporal con monstruos de la poesía como Nicolás Guillén pueden explicar el injusto olvido al que la historia de la literatura latinoamericana ha relegado la obra de Ramón Mongo Guirao (Pinar del Río, 11 de octubre de 1908 - La Habana, Cuba, 17 de abril de 1949), a pesar de ser el autor del primer poema “negrista” de Cuba: La bailadora de rumba, publicado originalmente en el suplemento cultural del diario De la Marina el ocho de abril de 1928, cuando su autor tenía apenas 20 años. Con este poema se inaugura la poesía negra, esa poderosa corriente en la que pronto destacarían Guillén, José Zacarías Tallet y Emilio Ballagas.
Bailadora de guaguancó,
piel negra,
tersura de bongó.
Agita la maraca de su risa
con los dedos de leche de sus dientes.
Pañuelo blanco
–seda–,
bata blanca
–almidón–,
recorren el trayecto
de una cuerda
en un ritmo afrocubano
de guitarra
clave
y cajón
“¡Arriba, María Antonia,
alabado sea Dio!”.
Las serpientes de sus brazos
van soltando las cuentas
de un collar de jabón.
Siendo hijo de padres españoles, la “negritud” en Ramón Guirao no es una cuestión racial, sino una fascinación por todo lo afrocubano, concebido como elemento fundamental de una cultura de la que se siente parte y que lo lleva, en este poema, a un paroxismo descriptivo; una pintura no podría contener toda la vitalidad encerrada en tan breve composición, porque la belleza de la bailadora y su atuendo ritual convocan a todos los sentidos, mientras la danzante negra irrumpe en escena, acompañada de “guitarra, clave y cajón”, con toda la alegría y sensualidad que le son propios y rompiendo el canon romántico de la protagonista rubia, de ojos azules y envuelta en vaporosa vestimenta. Al ritmo interno del poema se une la acertada imitación del habla de negros y mulatos en La Isla, pero sin exageraciones que supongan parodia alguna. Esta línea temática continuará en Bongó (1934); Poemas negros (1939); Órbita de la poesía afrocubana (1928-1937) y en sus dos poemarios inéditos: Cuadrante y Seguro secreto.
Publicado en 1936 en la revista Grafos, Sexteto es el título bajo el que se agrupan seis poemas dedicados a cada uno de los instrumentos tradicionales del sexteto cubano; no es solo un homenaje a la música tradicional de la patria de Mongo Guirao y a su profundo arraigo popular, pues en sus rítmicos versos destila el sufrimiento de toda una nación, los recuerdos de un pasado esclavista inscrito en los genes en forma de ritmo, la consciencia de las carencias presentes y la esperanza puesta en un tiempo venidero.
1
(guitarra–tres)
Boca, lágrima, madera,
cuerda de acero y espina
al dedo que no te afina
clavándose en tu cadera.
Amante de larga espera,
espera larga de amante.
Jacinto, nata, flamante
galope de cal y plata,
diapasón de agua escarlata
para mi sangre quemante.
2
(maracas)
Quien por el aire te ve,
china furiosa de fibra,
revuelo de mangas vibra
en ademán que yo sé…
Aquí dentro te clavé,
por dolorosa empuñada,
fruta de mano morada.
Nueva pared para el tope:
al ritmo de tu galope
vieja canción recordada.
3
(bongó)
Que no te escuche el rumbero
caliente de llama entera,
que dentro de ti no muera
el látigo del negrero.
Cara y cruz, tú, bongosero:
risa blanca y piel morena
cuando mi cuero resuena
la bóveda de tu mano.
El blanco repita: hermano,
brazo a brazo, voz serena.
4
(clave)
Cerca de mí, contra el viento,
la tibia garganta sabe
la negra voz de la clave.
Detrás de mí, sin lamento,
la guitarra, por momento,
se queda desamparada;
ceñida no, desligada
del seco llanto de cruz
que a gotas hiere de luz
la larga bata rosada.
5
(contrabajo)
Si aquí la fama derrama
virutas sobre tu caja,
sencilla fue la mortaja:
polvo, sombra, seca rama.
Oculta mano de grama
resbala por tu cordaje.
Hoy, olvidando moblaje
en casa del cumbanchero;
con plata no, sin dinero,
pero con mucho coraje.
6
(cornetín)
Llaves, caracol de cobre
en el azul trompetero,
hacia lo alto viajero
en espera que te nombre,
con ansias de lo que sobre
para tu gloria futura.
Cornavoz de punta dura
clavado en el firmamento
del son, imagen del viento
en fijo salto de miura.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.