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El pasado viernes 28 de febrero, en su gira por Tabasco, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), reiteró a quienes salieron a recibirlo lo que ya en otras ocasiones ha declarado: “Por eso les digo, tengan confianza, vamos bien, vamos avanzando en la transformación de nuestro país”. Evidentemente, no creo que sea función de un Presidente sembrar el terror en donde no hay razón para ello, pero tampoco creo que lo sea generar optimismo en donde no existen razones fundadas para tenerlo. Una posición realista sería mucho más digna de un primer mandatario y abonaría a la concientización y, en su caso, a la participación activa del pueblo en la solución de los graves problemas que le atañen, difundir versiones analgésicas, tranquilizadoras, desarma al pueblo para su actividad como protagonista principal de la historia.
Es indispensable tomar en cuenta a los indicadores económicos. Ya sé que, también en reiteradas ocasiones, AMLO les ha restado importancia o los ha reputado como falsos con su famoso “yo tengo otros datos”; no obstante, parafraseando al revolucionario ruso León Trotsky, quien dijo que uno se puede olvidar de la dialéctica pero que la dialéctica no se olvida de uno, podemos decir para el caso que nos ocupa, que uno se puede olvidar de la economía, puede hasta despreciarla, burlarse de ella o transformarla de una ciencia en una moral, pero la economía, su realidad más terca que cualquier mula, no se olvida de nosotros, nos impone sus férreas leyes y nos hace víctimas de sus consecuencias. Nos guste o no nos guste.
Por ello es conveniente tener presente que, hace unos cuantos días, el Instituto Nacional de Estadística (Inegi) confirmó que la economía de México se contrajo 0.1 por ciento durante 2019, con lo que se ratifica la primera caída desde la Gran Recesión de 2009. En efecto, si suponemos una economía de tamaño 100, es decir con un Producto Interno Bruto (PIB) de 100, un crecimiento del cuatro por ciento anual supondría que el año siguiente se habría tenido un PIB de 104, nada más que en nuestro país, el ejemplo de 100 del PIB, para el año 2019 con respecto a 2018, se convirtió en 99.90, una décima menos, la economía del país se contrajo. Esto no es un simple dato, tiene consecuencias.
En efecto, el decremento de una décima en el tamaño de la economía significa muchos millones de pesos, muchos bienes que se dejaron de producir y muchos servicios que se dejaron de prestar; por tanto, muchos empleos formales e informales que se dejaron de crear, en una palabra, significa más pobreza y, significa, la refutación práctica, en los irrebatibles hechos, de que “vamos bien”. No estaremos sufriendo una catástrofe, al menos, no todavía, pero no puede afirmarse sin más que “vamos bien”. Así lo entiende el importante consejero del Presidente de la República y contacto con los inversionistas, Alfonso Romo, quien hace unos cuantos días, al momento de la presentación de la agenda 2030 dijo: “todo esto de cumplir la agenda 2030 no se va a dar si no hay certidumbre para poder tener un país que sea receptor de todas las inversiones que necesitamos. Olvídense. Todo esto está precioso, pero si no hay certidumbre, no creamos la confianza, no hay crecimiento, no vamos a cumplir la agenda 2030 por más entusiasmo que exista… y me preocupa, porque si en algo no hemos logrado resultados es en el crecimiento económico, y sin crecimiento económico no va a haber combate a la pobreza, igualdad de género y todo lo que estamos hablando aquí” (cursivas mías). En efecto, el funcionario del Gobierno de la República, tiene razón. Pero, a dos meses de iniciado el nuevo año, en el que se esperaría un crecimiento vigoroso, ya hay nueva información preocupante.
El Banco de México (Banxico) acaba de anunciar que la recuperación de la economía en 2020 va a ser más lenta de lo esperado hace solo tres meses. El organismo redujo las posiblidades de crecimiento para este año a un rango de 1.5 por ciento como máximo y un 0.5 por ciento como mínimo y ve riesgos de que persista la incertidumbre que ha afectado a la inversión y que ello provoque retraso en los proyectos y disminución del gasto de los consumidores, fenómeno este último que está asociado con la pobreza. El gobernador de Banxico, en declaraciones recientes, sostuvo que “los principales riesgos para que el país se enfile en un menor dinamismo económico son una posible revisión a la baja de las calificadoras a la nota de Pemex o a la deuda soberana del país, así como un subejercicio del gasto público”.
“Una posible revisión a la baja de las calificadoras a la nota de Pemex” y “un subejercicio del gasto público”, dijo el funcionario que, o es adivino o ya tenía información privilegiada, porque a los dos días aparecieron los problemas a los que se refirió. Publicada en El Universal, apareció una nota que decía: “Petróleos Mexicanos registró una pérdida integral total de 658 mil 130 mdp… las pérdidas contrastan con la utilidad integral total del 2018 estimada en 42 mil 972 millones de pesos”. O sea, la empresa más grande de México está perdiendo dinero y eso es un grave riesgo para que haya una baja de las calificadoras a la nota de Pemex, nadie debería sorprenderse si, en los próximos días, aparece la temida baja de nota. Y en cuanto al subejercicio del presupuesto público, también resultó que el gobernador Banxico sabía bien de qué hablaba. Veamos: “A pesar del incremento en la recaudación, el gasto programable del sector público cayó en 4.9 por ciento en enero de 2020 frente a 2019, por lo tanto, las erogaciones del Gobierno fueron 19 mil mdp menores a las anticipadas”, informó la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). Todas las citadas son notas de la última semana de febrero, días antes de que el Presidente declarara en Tabasco que “vamos bien”, además, no olvidemos que estamos hablando del hombre más bien informado del país, por lo que seguramente no necesitaba ver algún noticiero o abrir las páginas de un periódico para conocer bien estos fenómenos.
¿Y el coronavirus? Es una epidemia y, por tanto, es un fenómeno económico. También debería contar con declaraciones más realistas. Me llamó mucho la atención lo escrito por Raymundo Rivapalacio en su columna, en la que sostuvo que nadie como China tiene las condiciones para aislar a 170 millones de personas y controlar los movimientos de 700 millones. ¿Tenemos en México condiciones equivalentes para enfrentar al virus? Creo que no. Y si bien es cierto que nada ayuda y sí perjudica hacer entrar en pánico a la población, las autoridades deberían mostrar más preocupación. En primer lugar, porque la enfermedad ya está teniendo repercusiones económicas graves, pues ya tiró a la bolsa de valores, hizo retroceder al peso y está afectando empresas relacionadas con la economía China y, en segundo lugar, y no menos importante, porque los estudios recientes, originados precisamente en China, indican que la tasa de mortalidad del coronavirus es 10 veces mayor que la gripa estacional, gripa que cobra entre 290 y 650 mil vidas cada año en todo el mundo. Por lo demás, si está lista una vacuna en un año, será pronto.
Conviene, urge, pues, ser realista y, la verdad, por lo constatado, es lo más difícil y menudean las declaraciones alejadas de la realidad, las ilusiones a la hora de enfrentar tan graves y decisivos problemas. Tengamos presente ahora la sabiduría del pueblo que dice que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".