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Me llamaron la atención algunos de los últimos consejos que dio el Presidente de la República. Esta vez, dijo lo siguiente: “No nos dejemos envolver por lo material, alejémonos del consumismo, la felicidad no reside en la acumulación de bienes materiales, ni se consigue con lujos, extravagancias y frivolidades, solo siendo buenos podemos ser felices”. Es de suponerse, porque se trata del presidente de todos los mexicanos, que se trata de un mensaje, si no a todos los mexicanos, sí a la mayoría de ellos, pero resulta que la mayoría no sueña ni siquiera con “extravagancias”.
¿Cómo habrá recibido estas precisas admoniciones una familia de Jacona, Michoacán, una entre varios cientos que habitan en una colonia de la periferia de la ciudad y a la cual frecuentan los activistas del Movimiento Antorchista? Como queda citado le dijo López Obrador a la familia de Don ARS, de 50 años, quien es comerciante ambulante, vende globos y juguetes en plazas de Santiago Tangamandapio, Jacona y Zamora pero desde que inició la pandemia no ha podido salir a trabajar. El señor tiene que sostener a su esposa, GBS, de 48 años quien, a pesar de que no pertenece todavía al grupo de la tercera edad en la que se acumulan las enfermedades, ya tiene hipertensión, diabetes y cirrosis que se le han complicado desde el mes de febrero y, sostiene, también, a tres hijos; toda la familia, desde la última semana, tiene dengue. Su recibo de la luz subió de 300 a 730 pesos el bimestre, el servicio de agua (que afortunadamente todavía tiene) le cuesta 250 pesos bimestrales y debe pagar 800 pesos de renta por su modestísima vivienda. Ni él, ni su esposa ni sus hijos son beneficiarios de ningún programa gubernamental. En tales circunstancias, muy útiles les debieron haber resultado las instrucciones de su Presidente de la República, sobre todo ésa de mantenerse alejado del consumismo.
En la “nueva normalidad” que promueve entusiastamente el gobierno de la 4T, se impulsa a salir a la calle “sin miedo, sin temores”, pero más allá de que no se trata de actos de valentía, sino de enfrentar una peligrosa pandemia que está muy lejos de haber sido vencida, los mexicanos, sobre todo los trabajadores, salen a la calle a enfrentar una realidad más cruel con ellos de la que ya enfrentaban. Ahora van a encontrar más desocupación, salarios más malos, nada de obra pública en su beneficio y un pago de impuestos proporcionalmente muy poco diferente del que pagan los grandes magnates del país.
En lo que respecta al empleo formal, los que están inscritos en el Seguro Social, el Banco de México estima que se perderán hasta un millón 739 mil empleos en este año. En los últimos dos meses han cerrado casi 10 mil empresas. Además, se calcula que estos empleos no se recuperarán durante el resto del año y menos aún si damos por buenas algunas de las previsiones de importantes economistas que incluso apoyan a la 4T, como Gerardo Esquivel, quien ha señalado que este año la economía tendrá un retroceso de 8.8 por ciento. Esto es el daño en el empleo formal, pero ¿y el empleo informal, es decir, los que trabajan por su cuenta, muchos en la calle, que a nivel nacional llegan al 56-57 por ciento de la Población Económicamente Activa? Si tomamos en cuenta también a este sector, entenderemos por qué se dice que diez millones 700 mil mexicanos se sumarán a las filas de la pobreza este año, según un informe de Coneval, sobre la base de una caída solamente de menos seis por ciento de la economía. La nueva normalidad es igual a mayor desocupación, a más pobreza. A eso es a lo que se nos invita a salir “sin temores”.
Todo esto aumentará el abismo que existe ya entre los que tienen de sobra y los que casi no pueden llevar el pan de cada día a la mesa de su casa. México forma parte del 25 por ciento de los países con mayores niveles de desigualdad en el mundo. Hay una alta concentración de riqueza en una pequeña parte de la población: cerca de 120 mil personas, que representan el uno por ciento de la población más acaudalada, concentran el 43 por ciento de la riqueza nacional; para ponerlo en términos fácilmente comprensibles, diremos que, en un pastel de 10 rebanadas, una persona se come cuatro y las seis rebanadas restantes se tienen que repartir entre 99 personas. Así se distribuye la riqueza en nuestro país.
La obra pública en beneficio del pueblo y los servicios también están drásticamente afectados y no figuran ni en los planes ni en el discurso gubernamental. Las obras faraónicas concebidas antes de la pandemia, constituyen su único horizonte: el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía y el tren interoceánico del Istmo de Tehuantepec, obras que en el contexto actual están catalogadas como de bajo impacto económico y social. Nada se dice de los servicios médicos que sobradamente han demostrado no estar a la altura, ya no se diga de la pandemia, ni siquiera de la conservación ordinaria de la salud de los mexicanos. Los casos de cerca de 300 mil personas con un evento vascular cerebral (embolia) y 130 mil amputaciones de extremidades inferiores cada año, complicaciones causadas por la hipertensión arterial y la diabetes desatendidas, representan la prueba dura e inobjetable del desastre que priva en el sistema de salud de México. ¿Y qué decir de la vivienda? Ha quedado plenamente demostrado que la vivienda de los mexicanos no resistió ni la primera semana de confinamiento, ya que tiene materiales débiles, es pequeña y 51.3 millones de seres humanos viven hacinados. ¿Se piensa en gastar algo de los cuantiosos recursos de los mexicanos que administra el gobierno de la 4T para mejorar un poco la vivienda? No se piensa en ello. Y se corre el riesgo inminente de que el proceso se ahonde y se agrave.
Importa, por tanto, que todos aquellos que están por un país con verdadera justicia social formen un amplio frente unido para cambiar las cosas por la vía democrática. Ningún proyecto de cambio podrá tener éxito si no toma en cuenta las graves necesidades del pueblo, si no considera entre sus fuerzas y su programa al pueblo y a sus demandas y aspiraciones, si no hace caso de la vieja y, sobre todo, de la nueva desigualdad que agobia al pueblo mexicano. El dramático caso que me he permitido citar a la cabeza de este escrito, no nos equivoquemos, no es la excepción, no es un caso extremo y aislado qué lamentar, constituye la norma, lo cotidiano, es el México real que no aparece en los grandes medios de comunicación más que de vez en cuando, pero que ahí está. Aspiro, como muchos otros mexicanos a la construcción de un proyecto incluyente que no discrimine a nadie. Ése es el camino de la lucha actual.
En la CDMX, al menos 41 por ciento de la desigualdad económica se debe a que no todos los citadinos tienen las mismas oportunidades para salir adelante.
En contraste, con lo que ha hecho el titular del ejecutivo, el presidente, Andrés Manuel López Obrador: destruirlas.
En el fondo, es obvio que nadie en el viejo partido de la Revolución Mexicana está pensando en constituirse en una verdadera opción mejor, distinta y enfrentada a Morena. Todos buscan congraciarse con ella.
La falta de estrategia, se tradujo también en el descredito del plan de la Cuarta Transformación para atender la pandemia.
De Yucatán hasta Baja California, los “trapos blancos” se hacen notar para exigir al gobierno de la Cuarta Transformación la aplicación de un plan nacional alimentario, de lo contrario, el problema del hambre causará estragos en miles de familias.
México está sumergido en una crisis política y económica profunda prácticamente desde que Andrés Manuel López Obrador tomó posesión.
El pueblo, que inconscientemente recibe cuentas de vidrio por oro, olvida lo que le quitan, agradece la dádiva, y se está quieto: no hace huelgas para exigir salarios dignos y mejoras laborales, dejando así tranquilos a los capitalistas.
Esta es la mayor reforma al sistema desde la llevada a cabo por el presidente Ernesto Zedillo en 1994, la cual resultó en la formación del Consejo de la Judicatura Federal y la reestructuración de la Corte.
El Presidente está de gira electoral y no le preocupan el presente y el futuro cercano de sus gobernados, que se hunden en la peor crisis sanitaria, económica y social.
El Autocinema estará ubicado en el Autódromo Hermanos Rodríguez, Curva 4, a través de la puerta 15, por lo que tendrá una capacidad para 415 carros.
Hizo un llamado a todos los actores políticos, a los partidos, a los simpatizantes a que respeten las reglas del juego democrático y no enrarezcan el proceso electoral.
La eficiencia del sistema de salud mexicano
En agosto del año pasado, la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo, se comprometió a no reprimir ni criminalizar ninguna de las manifestaciones realizadas contra su gobierno.
La queja fue dirigida al secretario general de la ONU, António Guterres.
En vez de apropiarse de ese dinero, el gobierno debería ayudar a los beneficiarios, o a sus herederos, a recibir esos recursos que con tanto esfuerzo y años de trabajo lograron acumular.
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Escrito por Omar Carreón Abud
Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".