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La historia silenciada de Estados Unidos (quinta parte)
Stone revela que la Segunda Guerra Mundial fue una disputa por el control del comercio mundial, territorios y materias primas.
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El documental de Oliver Stone no es la narración convencional que la élite gobernante de Estados Unidos (EE. UU.) difunde en los libros de historia. En el capítulo uno de su serie, Stone continúa su relato con el encuentro secreto que sostuvieron en Terranova en 1941, el presidente gringo Franklin D. Roosevelt y el primer ministro de Reino Unido, Winston Churchill. En esa reunión, Churchill solicitó a Roosevelt que su país declarara la guerra a Alemania; pero éste se negó con un argumento que haría público después: “No seremos otra vez el amigo complaciente que saca del atolladero a Gran Bretaña para que luego nos olviden”. Y es que –precisa el narrador– “lo que el mundo no sabía es que los banqueros británicos y alemanes han tenido el control del comercio mundial, han tenido ahorrado el producto de ese comercio en sus bolsillos durante mucho tiempo”.

Stone revela que la Segunda Guerra Mundial fue una disputa por el control del comercio mundial, territorios y materias primas. En ese periodo histórico, la principal diferencia entre Gran Bretaña y EE. UU. consistía en que la añeja potencia colonial europea mantenía aún bajo su control político y económico a países proveedores de materias primas, mientras que EE. UU. pugnaba por la “libertad económica” de éstos; es decir, aspiraba a sustituir el viejo colonialismo británico por un sistema imperial más “libre” o moderno, obviamente bajo su égida. Por esta razón, en Terranova, Roosevelt propuso reordenar el mundo con base en la prevalencia de cuatro derechos fundamentales de las naciones: libertad de pensamiento, libertad religiosa, libertad de comercio y libertad económica. Churchill comentó que solo funcionarían si todos cumplían con “las obligaciones”. Stone asegura que, en ese momento clave, el “liderazgo del capitalismo mundial se deslizó de los hombros de Gran Bretaña hacia los hombros de EE. UU.”.

Otro grave error de Hitler –indica el narrador del documental– consistió en no tratar a Japón como su verdadero aliado y en que jamás se le ocurrió ofrecerle territorios de la URSS. “Si nazis y japoneses se hubieran puesto de acuerdo para enfrentar a la URSS, probablemente esta confederación hubiese sido aplastada”. En 1941, Japón invadió Indochina en busca de recursos naturales que el bloqueo comercial de EE. UU. le negaba. El conflicto se agudizó el siete de diciembre, cuando Japón realizó un ataque sorpresivo a Pearl Harbor, sobre el Pacifico, mientras el ejército gringo esperaba a su enemigo en Filipinas; el ataque provocó más de dos mil 400 bajas mortales y sirvió de justificación para que EE. UU. declarara la guerra a Japón y entrara abiertamente en la Segunda Guerra Mundial, ya que Alemania hizo lo mismo con Washington. Esta decisión de Hitler vertió en el apoyo del público estadounidense a su gobierno y dio a Roosevelt la oportunidad de intervenir militarmente en la guerra. Para entonces, el caos ya era global; en tan solo seis meses, Japón había logrado el control territorial de la sexta parte de la Tierra y, en algunos países, su presencia fue saludada como “liberadora” de la opresión europea y estadounidense, como ocurrió en la mayor parte del sudeste asiático y el sur de África, donde existían colonias bajo custodia militar. En Singapur, por ejemplo, había más soldados británicos que en la propia Inglaterra.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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