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Existe un documento de gran valor para la cultura de los mexicanos: el conocido como Diálogo de la poesía: flor y canto, en donde distintos poetas se cuestionan sobre el sentido de la vida, sobre qué es lo que debe la humanidad hacer una vez que se conoce lo perecedero de la vida humana.
“¿Solo así he de irme/ como las flores que perecieron?/ ¿Nada quedará en mi nombre?/ ¿Nada de mi fama aquí en la tierra?”. En los versos anteriores del documento mencionado se retrata una honda preocupación que ha atormentado a la humanidad entera, el esfuerzo de responder estas preguntas ha creado sistemas filosóficos enteros.
Lo relevante con la postura de los antiguos mexicanos es que una de las soluciones que encontraron para responder a la pregunta de cuál era el sentido de la vida la hallaron precisamente en el arte. “¡Al menos flores, al menos cantos!”, es lo que podemos esperar, nadie nos quitará la felicidad de producir belleza y provocar una experiencia estética que embriague los sentidos de los demás para hacerlos felices, aunque sea por momentos.
En el sentido anterior, el arte ayuda a que la experiencia en el mundo se llene de otras cosas, que a pesar del fin del que nadie se escapa podamos disfrutar lo dado y lo trabajado por la humanidad, así nuestra experiencia sobre este mundo adquiere una dimensión estética superior.
Con todo esto, es prudente que nos preguntamos cuál es la calidad de la experiencia estética del presente. ¿Qué flores, qué cantos podemos producir en una sociedad como la nuestra? El arte es, a su vez, producto de la realidad; en los tiempos antiguos la experiencia estética era distinta, por lo que ahora no podemos esperar que todo sean cantos a lo bello de la vida o a la armónica unión de la humanidad con la naturaleza.
El mundo que ahora experimentamos es uno caótico, contaminado en muchos sentidos, lo que sentimos está atravesado por esto, ¿qué reflejará nuestro arte? No por nada, Marx mencionaba la tendencia hostil del sistema de producción capitalista, pues la creación de belleza se ve limitada cuando el entorno muestra podredumbre como regla general.
Pero, si bien lo anterior nos muestra una tendencia, debemos advertir sobre la necesidad de no caer en unilateralismos. Es cierto que actualmente el arte se niega, pero las expresiones artísticas pueden adquirir nuevos roles. Reflejar lo real y su decadencia manifestada en múltiples formas puede ser una de ellas. Así, no debe sorprendernos la aparición de expresiones que plasmen el mundo con todos sus males, no olvidemos que lo feo es una categoría estética que nos ayuda a reflejar la otra cara de la moneda, que en ocasiones evitamos, pero que existe y que merece ser experimentada para hacernos una idea del mundo real.
El arte como arma de transformación implica un esfuerzo enorme. Es importante valorar el arte del pasado, comprender la lógica del arte de nuestro tiempo y buscar las maneras de transmitir lo que hemos alcanzado a comprender para hacer partícipes a cada vez más personas del deseo de transformar la sociedad actual para construir una mejor. Como nuestros antepasados, queremos dejar flores y cantos, queremos dejar huella con el arte y la belleza, pero hay que tener presente la limitación de la sociedad actual. ¿Por dónde debemos empezar?, ¿sembramos flores y cantos?, ¿criticamos todo lo existente? Parece ser que ambas cosas son necesarias a la vez, esto es lo difícil.
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Escrito por Alan Luna
Maestro en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).