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Decir “el Estado soy yo” significa en los hechos que no hay ningún poder que pueda ser contrapeso al poder del monarca; no hay división de poderes, las leyes las elaboran los reyes, la aplicación de las mismas está a cargo de los mismos, la justicia la imparten los monarcas, los indultos, las concesiones, las canonjías, las sanciones, las multas, todo, absolutamente todo, se hace por la voluntad y el criterio de los monarcas (recordar estas características nos muestra cómo el ejemplo del absolutismo es ilustrativo para comprender que la excesiva concentración del poder en unas manos se convierte en una dictadura que tarde o temprano recibe una respuesta como ocurrió a finales del Siglo XVIII, cuando la burguesía, encabezando el descontento del pueblo, tomó el poder para instaurar la democracia burguesa). Montesquieu, a mediados del Siglo XVIII, escribió en El espíritu de las leyes: “Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistratura la potestad legislativa y la potestad ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad; porque se puede temer que el mismo monarca o senado pueda hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente.”
Siguiendo con la historia de La cocinera de Castamar decíamos que el plan del Marqués de Soto era que el Duque de Castamar se casase con la señorita Castro. Pero el duque no se enamora de ella. Clara Belmonte entra a trabajar en el palacio ducal; pronto logra cautivar a la familia del duque y sus invitados, pues su cocina es de una notable exquisitez: Diego de Castamar conoce a la humilde cocinera y se enamora de ella, dado que es, a pesar de su origen humilde, una mujer culta, notoriamente honesta y de una alta sensibilidad humanista. A la señorita Castro, sin embargo, le ordena el Marqués de Soto que mediante la aplicación de una droga cuando toman vino en una ocasión, ella logré dormir a Diego, y ella amanezca en el lecho Diego, ambos completamente desnudos. Diego cae en la trampa y se ve obligado a reparar su comportamiento.
Felipe V designa a Diego de Castamar como el principal ministro de su reinado. En alguna ocasión, el Duque organiza una fiesta en su palacio e invita al monarca, sin embargo, antes de llegar al palacio éste se detiene, sale de su carruaje y desaparece; el Duque organiza una batida para encontrar al monarca. Nadie logra encontrarlo (Felipe V sufre un ataque depresivo y es descubierto por Clara Belmonte, quien lo protege).
Un asunto que provoca un profundo dolor en Clara es el que su padre, Armando Belmonte (Javier Lago) será ejecutado por participar en un conflicto contra el reinado (se le atribuye traición al reino). Y la orden de ejecución fue firmada por Diego de Castamar. Al enterarse de esta situación, Clara sale del palacio ducal en la noche y se pierde, por lo que cae enferma. Diego sale a buscarla, la encuentra y dedica todo su tiempo a cuidarla. Clara se recupera y Diego le promete que buscará encontrar pruebas de la inocencia de su padre.
Encuentran evidencias, pero no la prueba definitiva para evitar la ejecución, misma que encuentran a tiempo; Diego alcanza a detener el ahorcamiento de Armando Belmonte. Días antes se descubre todo el complot del Marqués de Soto. Diego lo desafía batirse en un duelo. El duelo se efectúa, pero el Marqués de Soto va preparado con una pistola y al momento en que su florete cae al suelo, saca el arma de fuego y dispara en contra de su odiado oponente. Al enterarse del duelo, Clara llega en el momento oportuno para salvar a Diego, clavándole un puñal al Marqués. Se descubren las mentiras de la señorita Castro y la boda de Diego se cancela. Seis meses después, Diego busca a Clara y le pide matrimonio.
Diego de Castamar es, en esta serie, un hombre profundamente humanista: considera hermano a Gabriel, un afrocaribeño –en realidad es medio hermano, pues es hijo de una esclava negra– y la familia Castamar lo considera auténticamente miembro de la familia. Al enterarse de que uno de sus mejores amigos es homosexual y está siendo escarnecido a través de octavillas infamantes, Diego le brinda no solo su apoyo, sino su comprensión. Su decisión de casarse con una mujer que está por debajo de su clase social también abona a esa caracterización. Clara Belmonte es la encarnación de la belleza más que física, de la belleza espiritual.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA