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El objetivo estratégico de Israel por dominar la región del Medio Oriente ha provocado no sólo el genocidio contra Palestina, sino también el asesinato del jefe político de Hamás en Irán; esta acción, además, “dinamitó” el diálogo en Qatar, aumentó el vacío de poder existente en Estados Unidos (EE. UU.) y contribuyó a la crispación de las tensiones internacionales.
La madrugada del 31 de julio, un misil lanzado desde Israel mató al líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, en el centro de Teherán, Irán; y un día antes, en Beirut, el ejército sionista asesinó al jefe militar de Hezbolá, Fuad Shukr.
Tel Aviv confirmó también que el 13 de julio había liquidado a Mohamed Deif, líder de las Brigadas de Al Qassam, brazo militar de Hamás en Gaza. Esta estela criminal en Gaza, Irán y Líbano tuvo el objetivo de mostrar al mundo que Israel no va por la paz; que le urge entrampar a Irán en un conflicto de gran dimensión para rediseñar a su modo el Medio Oriente antes de que EE. UU. elija presidente.
Con estos homicidios el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu y su coalición de ultra-derecha demostró que tiene el aval estadounidense y la impunidad garantizada para incrementar el número de los más de 40 mil palestinos asesinados hasta ahora ha perpetrados en Gaza y Cisjordania, y la expulsión de más de 1.5 millones de personas.
Blindado por el imperialismo de Occidente, Netanyahu lanzó esta frase de desafío: “Israel está preparado para cualquier escenario”. Su plan es simple: después de sembrar el terror y confinar a los palestinos que sobreviven en campos de concentración, aniquila la esperanza de alcanzar la creación de un Estado palestino.
Por eso no mantiene a sus delegados en Qatar para pactar el cese al fuego; distrae a la comunidad mundial mientras asfixia a la resistencia organizada de Hamás; reabre el frente en Líbano y, al involucrar al nuevo presidente de Irán, sabotea la voluntad de negociar con Occidente.
Por ello resultó fundamental el sacrificio de Ismail Haniyeh, Fuad Shukr y Mohamed Deif, cuyas acciones truncaban la ocupación israelí de la Palestina histórica, condenada desde hace 75 años por las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Durante más de siete décadas, la Asamblea General de la ONU ha emitido ocho resoluciones para proteger a los palestinos de la violencia israelí: 181,194, 3236, 3379, 3236, 67/19, ES-10/L.22, Y el Consejo de Seguridad ha dictado 12: 242, 337, 338, 446, 478, 497, 672, 673, 1322, 1515, 1559, 2334.
Israel ha incumplido todas, ya que usa la violencia homicida para alcanzar sus intereses geopolíticos. Nada puede evitar que el ejército israelí emprenda una nueva escalada de intimidación militar. Para el Grupo Crisis Internacional, desde hace años, éste es uno de los momentos más peligrosos en el Medio Oriente.
La República Islámica de Irán es el principal adversario regional de Israel, al que teme y al que, por tal motivo, combate con tesón. El Estado persa, actor fundamental en la seguridad regional, durante los últimos 15 años, ha creado una economía de resistencia con socios anti-hegemónicos, ya es parte del influyente grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Para el belicoso sionismo judío, Irán es un obstáculo para su proyecto de hegemonía regional. Esa animosidad se remonta a 1979, cuando la Revolución Islámica, liderada por el ayatola Rahulla Jomeini, arruinó el plan expansivo israelí construido en los 50 con el régimen del sha Mohamed Reza Pahlevi, impuesto por EE. UU.
En ese periodo, el ente sionista gozó de petróleo a precios bajos y de amplio margen operativo para que sus agencias de inteligencia espiaran a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y al bloque socialista. Luchó, además, contra el panarabismo del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser ya que, para el sha, Israel era un contrapeso ante los árabes.
Irán era habitado hasta entonces por una sustantiva población judía denominada “la segunda comunidad israelí” más grande fuera de la Palestina histórica. Todo acabó con el triunfo de la Revolución de los Ayatolas. De ahí, los sabotajes y presiones a Irán como la del lobby judío del Congreso de EE. UU. para no reactivar el Acuerdo Nuclear firmado en 2015.
Por eso, el tres de enero de 2020, Israel asesinó en Bagdad, Irak, al prestigiado comandante iraní y jefe de la lucha antiterrorista, Qasem Soleimaní. El entonces mandatario estadounidense Donald Trump, respaldó esa acción, como reconoció en entrevista con la BBC el excoordinador para Medio Oriente de la Casa Blanca, Philip Gordon, quien declaró que ese crimen fue “una declaración de guerra de EE. UU. hacia Irán”.
En abril pasado, la hostilidad hacia Irán subió de tono cuando Israel y EE. UU. reiniciaron operaciones directas contra el Estado persa con el lanzamiento de un misil contra la embajada iraní en Damasco, Siria. El saldo: siete diplomáticos y militares iraníes asesinados.
El ataque, ejecutado durante las operaciones israelíes de exterminio en Gaza, tenía la intención de atraer a Teherán hacia una trampa. La esperada represalia iraní con drones sobre un complejo israelí (cuya identidad se ocultó) no escaló.
El régimen sionista se propuso dar un “doble golpe”: violar la soberanía iraní y elevar la tensión regional. Fue así como el 31 de julio atacó el corazón de la resistencia palestina al asesinar al líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán, capital de Irán.
Calculó bien el momento: Haniyeh asistía en Irán a la toma de posesión de Pezeshkian, quien iniciaba su gestión con óptimos auspicios; pues se conocía su apertura al diálogo internacional para promover el levantamiento de las sanciones impuestas por EE. UU. y sus aliados.
El asesinato de Haniyeh desafió la moderación de Pezeshkian para provocarlo a una respuesta dura. Con respecto a esta pugna, la editora de la revista Voz de Irán, Zahra Khsnjani, reveló a buzos: “puedo decir que nos vamos a vengar de ese acto, del martirio, del crimen que Israel cometió en mi país”.
La experimentada periodista iraní advirtió, además: “esos miserables no respetan el derecho internacional y asesinan a personas que son diplomáticos o jefes de Estado extranjeros. Los que cometen ese error no lo harán por última vez; aunque esperamos que llegue ese día para que ese régimen sea destruido”.
Dos versiones sobre la muerte del líder de Hamás revelan esa intención. Una refiere que un misil de corto alcance, con ojiva de siete kilogramos, se impactó fuera de la vivienda que lo alojaba. Otra, urdida por Occidente para debilitar la imagen de la unidad iraní y difundida por medios como The Telegraph, difundió la versión de que la Mossad israelí infiltró a la Guardia Revolucionaria y que dos de sus miembros colocaron artefactos explosivos en la casa que alojaba a Haniyeh.
Este crimen, sin embargo, pone en riesgo la vida de más de 100 rehenes israelíes en manos de Hamás; refuerza la reciente unidad de esta organización y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), lograda con la mediación de China; y nutrió el consenso regional de que Israel no es interlocutor confiable.
El repudio llegó: el primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, escribió en X: “¿Cómo puede tener éxito una mediación cuando una de las partes asesina al negociador de la otra parte?”. El líder supremo de Irán, ayatola Alí Jamenei, exclamó: “Mataron a nuestro querido huésped en nuestra casa y allanaron el camino para su duro castigo”.
El gobierno de Rusia calificó la muerte de Haniyeh como “asesinato político inaceptable”, que deteriorará la seguridad regional, impactará negativamente en los contactos indirectos entre Hamás e Israel y propiciará una confrontación militar mayor.
China fue severo: “Prestamos mucha atención a lo sucedido. Nos oponemos firmemente y condenamos este asesinato; nos preocupa profundamente que este acto provoque una escalada y disturbios en la región”, declaró el vocero del Ministerio de Asuntos Exteriores, Lin Jian. Los 19 países de Medio Oriente decretaron un día de luto e izaron a media asta sus banderas. Con airada arrogancia, el canciller israelí, Israel Katz, abrió una crisis diplomática inédita con Turquía porque convocó al embajador para reprocharle esta expresión de luto.
Irán confirmó que el homicidio contra el dirigente palestino no habría ocurrido sin aval estadounidense. Así lo suscribió en su misiva al Consejo de Seguridad de la ONU, en la que se refirió al asesinato como un “serio golpe al derecho internacional”.
En Washington, el presidente Joseph Biden declaró que esa ejecución no ayuda al proceso de cese al fuego en Gaza, aunque después pactó con Netanyahu que el Departamento de Defensa enviara buques de guerra hacia las costas libanesas para ‘proteger’ a Israel.