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“Es cierto que no se trata directamente de emancipar, o no, a los esclavos en el seno de los estados esclavistas existentes; se trata, antes bien, de saber si 20 millones de hombres libres del norte van a dejarse dominar más tiempo por una oligarquía de 300 mil propietarios de esclavos”: Carlos Marx.
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“Si bien la consigna moderada de su primera elección era la resistencia frente al poderío de los esclavistas, el triunfante grito de guerra de su reelección es: ¡muera el esclavismo!”. Así comienza la carta que la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) hizo llegar a Abraham Lincoln, entonces presidente de Estados Unidos, el 29 de noviembre de 1864 con motivo de su relección, redactada por el líder del proletariado mundial, Carlos Marx, de acuerdo con la decisión del Consejo General.
Editado en 2013, el libro compila diez textos de Lincoln y diez de Marx sobre la guerra de Secesión, seleccionados todos por el intelectual español Andrés de Francisco y con un estudio introductorio del historiador marxista británico Robin Blackburn. Aparte de contener la Proclama de Emancipación de Lincoln, se encuentran las cartas redactadas por Marx y sus análisis sobre la guerra civil y la esclavitud.
Lincoln fue reelegido por una aplastante mayoría mientras se libraba la guerra civil (1861-1865) entre los estados industriales del norte y los estados esclavistas del sur. Se sabe que la carta de apoyo a Lincoln y la causa de La Unión fue una de las primeras acciones políticas públicas de la AIT, pues ésta había sido fundada en Londres el mismo año. Si bien es cierto que la respuesta fue a través de su embajador, Charles Francis Adams en un texto en “The Times”, puede éste considerarse como el punto de encuentro de una causa común.
Porque no es que Marx coincidiera totalmente con las ideas de Lincoln, ya que éste representaba a las corporaciones ferroviarias en calidad de abogado y, como político, defendía el trabajo asalariado libre y la revolución mercantil, mientras que Marx, por el contrario, era un enemigo declarado del capitalismo. Pero ¿cómo se explica que una asociación de trabajadores apoyara a uno de los bandos implicados en una guerra entre fracciones burguesas, aun cuando la mayoría de los radicales europeos todavía se inclinaban por apoyar a los del sur en aras del principio de "libre autodeterminación de los pueblos"? Porque mientras los liberales europeos afirmaban que el verdadero motivo del conflicto eran los aranceles, Marx defendía la postura de que el origen de la guerra tenía que ver con la esclavitud.
Apenas habían pasado seis días del término de la guerra cuando Jhon Wilkes Booth, un famoso actor de teatro simpatizante de los Confederados y convencido antiabolicionista, asesinó a Lincoln en el Teatro Ford de Washington, D. C., el 14 de abril de 1865. Ante esta trágica noticia y con la honestidad intelectual que siempre caracterizó a Marx, escribió las siguientes palabras dirigidas al presidente sustituto, Andrew Johnson: “Ahora han descubierto por fin que era un hombre que ni se dejaba intimidar por la adversidad ni intoxicar por el éxito, que inflexiblemente se concentraba en perseguir su gran meta, sin sus pasos desandarlos jamás, indiferente al favor popular, descorazonado porque el pulso popular no se relajaba; que atemperaba actos duros con el brillo de un corazón amable, que iluminaba escenas oscurecidas por la pasión con la sonrisa del humor, que hacía su obra titánica humildemente y con sencillez mientras los gobernantes de origen divino hacen pequeñas cosas con la grandilocuencia de la pompa y el Estado. Tal fue, en verdad, la modestia de este gran y buen hombre, que el mundo no lo descubrió como héroe hasta que hubo caído como mártir.”
Este suceso fue, quizá, un factor determinante para que, poco después, los ideales del comunismo atrajeran a miles de adeptos por todo Estados Unidos, y la Asociación Internacional de Trabajadores trató de radicalizar la revolución inacabada de Lincoln promoviendo los derechos de los trabajadores sin distinción de raza ni país, tal y como lo planteaba Marx en una carta dirigida a Engels: "Acabada la guerra civil, es ahora cuando Estados Unidos está entrando en una fase verdaderamente revolucionaria".
No hay duda, pues, de que Lincoln y Marx coincidían en la urgente necesidad de acabar con la esclavitud. Para aquellos que quieran profundizar en este tema, en la coincidencia que unió a Lincoln y a Marx aun siendo los dos radicalmente opuestos, pues defendían a clases radicalmente contrarias, se vuelve de mucha utilidad la lectura de este libro y, por eso, la recomiendo ampliamente, sin tomar por sentados todas las ideas y los pensamientos que ahí se expresan, sino desarrollando nuestra capacidad crítica y analítica para discernir, entre lo que se nos presenta, lo que nos conviene.
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Escrito por Editorial Esténtor
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