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Epidemia
En la cinta Epidemia se reivindica, mediante la figura fantasiosa del “superhéroe” que resuelve un gran peligro global.
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Inevitable no seguir abordando el tema de las pandemias en el arte cinematográfico, especialmente en estos momentos, en que los contagios de Covid-19 han alcanzado un nivel supranacional y provocado una devastación no vista en por lo menos los últimos 100 años. La cinta Epidemia (1995), del director alemán Wolfgang Petersen, es una producción estadounidense que trata sobre el brote de una epidemia, cuya letalidad representa el 100 por ciento (no deja ningún sobreviviente), que en los años 60 del siglo pasado aparece primero en una comunidad de Zaire, África –a la que el ejército yanqui aniquila para evitar que se propague mundialmente– y 30 años después reaparece en un poblado de Estados Unidos (EE. UU.). El oficial del ejército yanqui y epidemiólogo Sam Daniels (Dustin Hoffman), investiga el origen del brote y determina que éste no surgió en una población lejana y aislada del continente más pobre del planeta, sino en una comunidad del país más poderoso del mundo, lo cual es muy peligroso para los habitantes de la superpotencia. (Así de soberbios y supremacistas se ven siempre los artistas e ideólogos gringos, que creen que solo ellos merecen ser cuidados y defendidos de las amenazas globales).

El relato fílmico no se sale de los cánones del cine comercial estadounidense; y lo que resulta más interesante de su historia es el reconocimiento o denuncia de que en EE. UU. hay laboratorios donde se crean o crían virus y otros agentes patógenos que pueden servir en una guerra bacteriológica. Morgan Freeman interpreta a Billy Ford, un alto oficial del ejército yanqui que, junto con otro mando de alto rango, Mc Klintock (Donald Sutherland), conservan la cepa del virus Motaba para utilizarla como arma bacteriológica. La salvación de los infectados de una comunidad californiana se halla en un mono de Zaire, que un gringo lleva a EE. UU. y que, antes de venderlo en un tienda de animales exóticos, lo contagia a él y a su novia. Es así como la epidemia se extiende en esa comunidad y como los altos mandos del ejército deciden bombardear ésta para evitar que infecte a toda California y al país entero.

Pero con esta acción, los militares pretenden evitar también que la opinión pública se entere que el ejército yanqui tiene la cepa Motaba. Como es de esperarse en una cinta de ficción-terror, Daniels encuentra al mono africano, en cuya sangre fluyen las defensas contra el virus, y logra conjurar el asesinato masivo de la pequeña población californiana. Este tipo de “soluciones” son las más usuales en el cine comercial estadounidense y de otros países del mundo. Un héroe individual que enfrenta y resuelve los “grandes desafíos” de la humanidad y que actúa al margen de las masas. De acuerdo con esta visión individualista y reaccionaria, las masas, en específico las trabajadoras, no son agentes poderosos en la solución a los problemas sociales porque son conglomerados pasivos que requieren la presencia de las “grandes personalidades”, los “caudillos” y los “héroes individuales”.

O sea que, en la cinta Epidemia se reivindica, mediante la figura fantasiosa del “superhéroe” que resuelve un gran peligro global, la versión más irracional del individualismo. En momentos como el actual, cuando la humanidad entera está sufriendo la peor crisis sanitaria y está comenzando lo que las mentes más lúcidas del pensamiento económico, social, filosófico y político prevén como la peor crisis económica, social y política en la historia del capitalismo, surgen inevitablemente las preguntas: ¿Serán los “héroes” aislados, los “caudillos”, las “grandes personalidades”, quienes podrán realizar los grandes cambios que requiere la sociedad para enfrentar los cataclismos sociales que están tocando las puertas de la historia actual? ¿O, como lo ha demostrado la historia en su largo recorrido en el tiempo, serán las grandes masas, las clases sociales progresistas y revolucionarias, las que con sus acciones cambien el curso de la historia en beneficio de la humanidad? Al tiempo.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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