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Alégrese, desconfiado lector, el Presidente ha decretado el fin de la aplicación del modelo neoliberal en México. ¿Acaso lo duda? ¿Será que el discurso nada tiene que ver con los hechos? ¡No desconfíe! Sea prudente, seguramente pronto el gobierno de la Cuarta Transformación pondrá el dedo en la llaga y buscará resarcir la desigualdad extrema que sus mejores asesores documentaron con precisión.
No faltaba más y en breve veremos cómo la avariciosa oligarquía será metida en cintura, aunque, dicho sea de paso, de los 16 multimillonarios que había antes ahora son 17. Según Forbes, el monto mínimo de nuestra pudiente clase millonaria asciende a por lo menos 100 mil millones de dólares (mdd). Carlos Slim, aún con pérdidas, ocupa el no despreciable quinto lugar entre los magnates más ricos del mundo; la fortuna de Ricardo Salinas Pliego, quien en 2018 ganó 13 mdd, llegó a 11 mil 115 mdd; sin duda, este señor es un visionario, pues además de explotar a sus trabajadores a través de salarios marginales, cada día exprime más a las famélicas masas populares con sus abonos “chiquititos”.
Lo contradictorio es que este “buen samaritano” es también uno de los principales asesores económicos del Presidente y quien maneja las tarjetas del bienestar. Pero no hay que ser suspicaces y suponer que su presencia en la lista de Forbes se debe a los robos legales que comete contra los pobres, o porque hoy es uno de los principales intermediarios del Presidente. Nada de eso, este hombre de bien debe su extrema riqueza a su “esfuerzo y altruismo” personales. Demos gracias a estos personajes que nos permiten soñar el sueño de la pulga, como dijera Galeano, para “poder comprar el día menos pensado un perro”.
Por lo pronto, amigo lector, vuelva a su realidad y pague sus impuestos. Es inicio de año y usted sabe ya lo que esto significa, con tantos gastos acumulados. En México se pagan más de 30 impuestos, entre los que sobresalen el Impuesto Sobre la Renta (ISR), el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS), el Impuesto al Valor Agregado (IVA); el predial, la tenencia vehicular, la verificación, los servicios de salud. Pero todos éstos tienen como característica común que son regresivos y los pagan más quienes menos tienen.
Las familias mexicanas gastan el 50 por ciento de sus ingresos en el pago de impuestos, cuyo monto representa el 90 por ciento del ingreso fiscal del gobierno, en tanto que las empresas solo aportan el otro 10 por ciento. Pero el uno por ciento de los magnates, con el pretexto de crear empleos o mediante la evasión, la exención o la elusión fiscal, al final no paga nada. Esto quiere decir que los impuestos, tan necesarios para una efectiva política de desarrollo, son pagados por las masas trabajadoras.
México se ubica entre los países de América Latina con menor recaudación fiscal, equivalente apenas al 17 por ciento de su producto interno bruto (PIB), en contraste con Brasil o Argentina, donde sus gobiernos recaudan el doble. Pero a la hora de repartir los ingresos fiscales del Estado, la mayor parte del gasto beneficia a los ya de por sí beneficiados (los empresarios), pese a que ellos crean menos del uno por ciento del empleo que hay en México, en tanto que los micronegocios –muchos en condiciones muy precarias– generan el 80 por ciento.
Los oligarcas seguirán gozando de privilegios fiscales a pesar de sus cuantiosas fortunas. A la gente de a pie le resulta imposible irse sin pagar impuestos, porque los gobiernos de todos los niveles inventan nuevos recaudos por distintas vías. Y que no se les ocurra atrasarse en el pago de éstos, porque entonces les esperan multas y recargos. ¡Ah! ¡Me ha sorprendido, atento lector, y es seguro que argumente que esto que acabo de decir es asunto del pasado, pues a diario escucha que ahora la prioridad del nuevo gobierno son los pobres! Bueno, no quiero cortar sus ilusiones. Comience a hacer sus pagos y se dará cuenta de que hoy los precios se han actualizado y, por lo tanto, tiene que pagar más.
El problema se agrava, pues los precios de los productos son cada vez más altos; el 60 por ciento de la población económicamente activa (PEA) trabaja en la informalidad y el desempleo abierto, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), rebasa con mucho los dos millones de mexicanos sin plazas. Seguir depositando la carga tributaria en las masas empobrecidas es criminal y riesgoso, porque la brecha entre los millones de pobres y el reducido grupo de magnates crea las condiciones para que, como dice el poeta, el descontento social aumente y pronto llegue a niveles incontrolables.
Le toca al pueblo trabajador poner freno a la difícil vida que sobrelleva en un modelo económico abolido en el papel. En la realidad, los privilegiados siguen siendo los mismos y los insatisfechos aumentan escandalosamente. Yo solo pregunto, ¿por cuánto tiempo podrá sostenerse un modelo económico que en los hechos no ofrece nada a la población trabajadora?
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA