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Que la clase trabajadora mexicana estaba ya bastante golpeada a partir del periodo neoliberal es un hecho sabido y reconocido por la sociedad. El mismo Presidente, durante la campaña política para ocupar la silla presidencial en el sexenio 2018-2024, ofreció terminar con el neoliberalismo ya que, pese a su maraña de ideas, nunca ha dejado de atisbar aunque sea superficialmente lo pernicioso de este modelo económico. Sin embargo, en estos tiempos turbulentos, las condiciones de vida de la clase trabajadora están empeorando a ritmo acelerado debido a la inacción de su gobierno para superar la crisis económica, y a la llamada “austeridad republicana” cuya reducción al presupuesto para obras públicas está provocando tragedias lamentables entre la población más pobre de México.
Hace unos días, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) difundió su informe sobre el ingreso laboral del trimestre de 2021 que, en términos reales, disminuyó 92 pesos mensuales respecto al mismo periodo de 2020, por lo que ahora cuatro de cada 10 personas que trabajan, no pueden adquirir la canasta básica. Esta reducción en la capacidad de compra del salario se debe a la inflación del cuatro por ciento en 2020; a que la crisis económica precarizó aun más los ingresos laborales y a que los programas sociales del Gobierno Federal no llegan a los trabajadores. Además, a quienes más afectó la pérdida de 2.1 millones de empleos formales fue precisamente a los trabajadores del sector informal, que no cuentan con seguro social, ingresos fijos, ni liquidaciones laborales. Para ver la magnitud de esta escalofriante cifra, imagínese, estimado lector, a la población total del estado de Yucatán desempleada.
El desempleo solo genera mayor empobrecimiento y desigualdad en el ingreso laboral que, en el 20 por ciento de la población con menores ingresos (primer quintil), se redujo en un 40 por ciento y en el 20 por ciento de la población con mayores ingresos (quinto quintil) solo disminuyó el 1.5 por ciento; en la población que gana hasta un salario mínimo está aumentando y en la población que gana más de un salario mínimo está disminuyendo.
Es cierto que la situación de pobreza salarial se ha acumulado durante todo el periodo neoliberal, pero las cifras que acabo de mencionar son consecuencia directa de la conducción económica de este gobierno; su principal responsable ofreció terminar con este modelo económico. ¿Qué ha hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para superarlo? Solo dictar sentencias desde la tribuna presidencial contra los “conservadores”; enfrascarse en peleas con los “fifís” y algunos periodistas; supervisar sus obras “insignia” en Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles; abrazar en abstracto al pueblo e ignorar las demandas reales o físicas de éste. Tal es el caso de la urgente demanda de medicamentos en hospitales públicos; el mantenimiento del Sistema de Transporte Colectivo (STC-Metro) de la Ciudad de México; el financiamiento de obras públicas básicas en la República; el aumento en los salarios de la mayoría de los trabajadores del país, que utilizan los servicios públicos y son las víctimas mortales de la “austeridad republicana”, no los más privilegiados.
El principal enemigo de la clase trabajadora mexicana tiene nombre. Ya lo decía Vladimir Illich Uliánov, Lenin, en 1903: “(...) Los demagogos son los peores enemigos de la clase obrera. Son los peores porque excitan los malos instintos de la multitud y porque a los obreros atrasados les es imposible reconocer a estos enemigos, los cuales se presentan, y a veces sinceramente, como amigos. Son los peores, porque en este periodo de dispersión y vacilaciones, en el que la fisonomía de nuestro movimiento está aún formándose, nada hay más fácil que arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual podrán convencer después de su error solo las más amargas pruebas”.
Ahora estamos viviendo esas amargas pruebas. Detrás de las tragedias del Metro, de la salud, del hambre, de la falta de medicamentos y la del paro forzoso porque no hay trabajo ni creación de empleos... Pero nada de esto importa al Presidente en aras de la consolidación de su “Cuarta Transformación” y su “austeridad republicana”. Y, encima de todo, su guerra contra el Instituto Nacional Electoral (INE) para imponer el gobierno de un solo hombre y eliminar la posibilidad de que la clase trabajadora mexicana se organice legalmente y construya su propio partido en defensa de sus intereses. Por ello debemos razonar nuestro voto en estas elecciones intermedias.
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Escrito por Gladis Eunice Mejía
Maestra en Economía por la UNAM.