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El Conde
La cinta es una sátira que nos muestra aspectos tan viles como el historial sanguinario de Augusto Pinochet, dictador de Chile (cuyo gobierno comenzó en 1973, después del golpe de Estado).
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El fascismo nunca ha desaparecido del escenario sociopolítico del mundo. Recientemente, el parlamento de Canadá organizó un homenaje a un exmiembro de las Waffen SS alemanas de la Segunda Guerra Mundial; un individuo ucraniano que participó con los nazis alemanes en el genocidio más bárbaro que ha conocido Ucrania en toda su historia, en el que murieron asesinados más de 200 mil seres humanos, la mayoría de ellos judíos, polacos y rusos: ese criminal se llama Yaroslavl Hunka y recibió un atronador aplauso en presencia de los parlamentarios canadienses y el jefe del ejecutivo de Canadá, el primer ministro Justin Trudeau.

Después de fuertes críticas en todo el mundo por este homenaje a un criminal nazi, el jefe del parlamento canadiense renunció. Sin embargo, no se puede deducir de esas críticas, y de esa aparente enmienda, que la clase capitalista occidental realmente se oponga al nazi-fascismo. Esa ideología, cuya practica llevó a la humanidad a la peor conflagración que ha sufrido, está siendo resucitada, pues los potentados capitalistas del mundo están previendo que las naciones más progresistas del planeta, como Rusia, Brasil, India, China, Sudáfrica y otras que conforman el bloque económico y político conocido como BRICS, están teniendo mayor influencia planetaria. La hegemonía occidental está en crisis y el multilateralismo está avanzando en el mundo.

En este contexto mundial se inscriben las manifestaciones artísticas que critican y combaten el resurgimiento de la ideología nazi-fascista. Y en el cine se da esa lucha por evidenciar la hipocresía de las élites capitalistas que de palabra siguen condenando al fascismo y en los hechos están apoyando su resurgimiento en todo el mundo. La cinta El conde (2023) del realizador Pablo Larrain, es una sátira que nos muestra aspectos tan viles como el historial sanguinario de Augusto Pinochet, dictador de Chile (cuyo gobierno comenzó en 1973, después del golpe de Estado).

 

 

Pinochet es una de las figuras más infames de la historia de Latinoamérica; y en la narrativa de Larrain aparece como un vampiro. Pinochet existía (ya en la época en que falleció) desde hacía 250 años; vivió la época de la Revolución Francesa y convivió con la reyna María Antonieta (paradigma de la corrupción, del degenere mayúsculo, del nepotismo vil, etc.). Pinochet desentierra los restos de María Antonieta y roba su cabeza cercenada por la guillotina. Esta comedia de humor macabro ubica a Pinochet en una finca al sur de Chile. El dictador tiene conflictos familiares; sus hijos anhelan que desaparezca para heredar por fin sus propiedades. En esta trama resulta que para el vampiro es más denigrante ser acusado de corrupto y ladrón que ser acusado de asesino. Pero esta “posición digna” de Pinochet no es una simple casualidad, pues ya analizada, es de entender que es la posición de la burguesía chilena, pues el haber asesinado a los “comunistas”, a los “facinerosos” que querían establecer una sociedad que acabara con los privilegios y la gran desigualdad social, no se puede considerar otra cosa que el haber “salvado a la patria”. Por eso Pinochet es recordado por la derecha mundial como un héroe, como un gran estadista que “salvó a Chile del caos comunista”. Llamarlo ladrón y corrupto mancha esa imagen “heroica”.

Esa misma derecha chilena mantiene viva la ideología fascista; no hay que olvidar que, recientemente, hubo una elección en Chile para nombrar a los representantes que harán una reforma a la Constitución chilena; y esa elección la ganaron los pinochetistas. Por tanto, la redacción de la “nueva” constitución muestra que Gabriel Boric, presidente chileno, es una marioneta. En Chile siguen gobernando los pinochetistas sin Pinochet: Larrain nos brinda un filme que desnuda, de una u otra forma, a esa derecha chilena, que está muy contenta con el “progresismo” de Boric. Y en México, no lo olvidemos, la gran burguesía mexicana y norteamericana están muy contentas con el gobierno de “izquierda” de López Obrador.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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