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Louis Dumur (Ginebra, Suiza, 1863-1933) fue testigo ocular, en su condición de auxiliar médico de la Cruz Roja, de una de las batallas más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), que fue protagonizada por los ejércitos de Alemania y Francia en Verdún, población ubicada entre los ríos Somme y Mosa, en una región colindante con las provincias de Lorena y Alsacia –de añeja disputa entre ambas naciones– y considerada el “corazón de Europa”.
En un lapso de diez meses –del 21 de febrero al 17 de noviembre de 1916– estos ejércitos se confrontaron en una típica guerra de trincheras que produjo la muerte de centenares de miles de soldados. Un cómputo inicial planteó de “300 mil muertos en 300 días”; otro posterior citó más de 800 mil; y estimaciones muy recientes –dos del año 2000– dicen que las víctimas fueron 714 mil (377 mil franceses y 337 mil alemanes) y 976 mil. Los combatientes galos, belgas y británicos (aliados) fueron 600 mil y los alemanes 400 mil.
También se sabe que el 75 por ciento de los soldados franceses pasaron por ese frente. El defensor en jefe de la fortaleza de Verdún fue el general Philippe Pétain y el alemán Eric Von Falkenlory, nombre ficticio con el que Dumur ocultó al personaje real que debió soportar al carnicero de Verdún: es decir, al Kronpinz, el “príncipe heredero” del emperador Guillermo II, quien debió suceder a éste con el nombre Guillermo III, pero quien la derrota de su país en esa guerra –y también la de la Segunda Guerra Mundial– privó de esa magistratura.
La novela de Dumur está precisamente dedicada a detallar, con sobrada objetividad y sarcasmo, la infeliz presencia del Kronpinz en las múltiples batallas de Verdún, donde el ejército alemán intentó desangrar al ejército francés y abrir una entrada hacia Francia; pero en lugar de ello salió destrozado y desmoralizado pese a su éxito en otros frentes militares. Por eso, la novela El carnicero de Verdún no describe solo hechos de guerra, sino que también está conformada con crónicas de galanteo amoroso, fiestas con abundante champaña, borracheras y discursos políticos torpes, groseros y fraudulentos.
Por ello Dumur, asimismo, solo invocó con su nombre propio al Kronpinz, a su amante francesa Blanca Desserey, al general francés Pétain y a otros personajes quizás reales, pero a quienes impuso seudónimos para sugerirlos como ficticios. Entre éstos destaca el primer teniente del ejército alemán Wilfrid Hering, hijo del consejero de comercio de Brandenburgo quien, a veces en primera persona y otras en tercera, brinda información detallada sobre los hechos públicos e íntimos en torno a Kronpinz, con quien, en más de una ocasión, alternó personalmente durante la malhadada batalla de Verdún.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural