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El documental Einstein y la bomba (2024), del realizador Anthony Philipson, es un trabajo realizado -según mi modesta apreciación- para desmitificar la idea que ha prevalecido en la conciencia colectiva, alimentada por la élite imperialista gringa y europea y por ciertos círculos científicos, acerca de que Albert Einstein (el más notable científico del Siglo XX) es -por lo menos- uno de los creadores de la bomba atómica. Cabe señalar que Einstein propiamente nunca intervino ni en la proyección, ni en la investigación y mucho menos en la fabricación de bombas nucleares. Aunque el documental nos indica que este científico sí llegó a tener cierto sentimiento de culpa, dado que ante el peligro de que la Alemania nazi fuera la primera nación que lograse la fabricación de las que, hasta el día de hoy, son consideradas las armas más destructivas que ha creado la ciencia.
Sin embargo, alguna vez Einstein declaró, después de ver lo ocurrido en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki: “De haber sabido que los alemanes no lograrían producir la bomba atómica, no habría yo participado en abrir esa caja de Pandora”. Los cálculos más conservadores estiman que en Hiroshima y Nagasaki, en 1945, murieron en cuestión de minutos cerca de 200 mil seres humanos, al ser lanzadas dos bombas atómicas fabricadas por el gobierno de Estados Unidos, y –coinciden los historiadores más objetivos– pudieron no ser lanzadas y haberse evitado la peor matanza que ha vivido el género humano en una guerra, pues Japón de todas maneras ya estaba derrotado; el gobierno estadounidense hizo estallar esas bombas para amenazar en particular a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la gran nación que se erigió vencedora de la Alemania Nazi y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial gracias a su inmenso heroísmo y a un costo de 27 millones de soviéticos muertos durante esa guerra. La terrible matanza en Hiroshima y Nagasaki fue el anuncio de que, desde ese momento, la burguesía yanqui se proclamaba la clase hegemónica en el planeta Tierra, el gendarme del Mundo.
Lo cierto es que Albert Einstein fue perseguido por el gobierno de Adolfo Hitler, por lo que tuvo que salir de su natal Alemania en 1933, año en que tomaron el poder los nazis; Einstein se refugió en Norfolk, Inglaterra; ahí vivió algunos años en una muy modesta cabaña y estuvo protegido por el legislador británico Locker Thomson. Einstein denunció con toda claridad y mucha energía la persecución y asesinato de los judíos en Alemania y Europa, lo que le valió que el gobierno de Hitler le pusiera precio a su cabeza: 20 mil marcos, a lo cual, Einstein respondió sarcásticamente: “no sabía que mi cabeza valiera tanto”.
Creador de la Teoría de la relatividad –una de las teorías más importantes para el conocimiento del universo y del movimiento de la materia–, cuando tuvo que responderle a una de las personas que lo cuidaban en su cabaña, y para hacer comprensible su respuesta le puso el ejemplo de una persona que pudiese correr a la velocidad de la luz, y agregando que, seguramente, esa persona tendría una existencia temporal muy diferente a la que vivimos en condiciones normales; esa persona que se mueve a la velocidad de la luz, mientras exista en esas circunstancias, puede vivir unas horas, mientras en la realidad normal, tendrían que pasar siglos. Einstein, claro está, tuvo que demostrar su pensamiento creando toda una estructura matemática que fundamentara su teoría. Por tanto, concluía Einstein: “el pasado, el presente y el futuro son una ilusión”. Otra parte esencial de la Teoría de la relatividad consiste en que plantea que entre la masa y la energía no hay una distinción esencial. Por tanto, una pequeña cantidad de masa se puede convertir en una gran cantidad de energía. En este notable descubrimiento es en el que comienza a dar elementos que permitirían “abrir la caja de Pandora”. Claro que Einstein nunca propuso ni mucho menos que esa parte de su teoría sirviera para la elaboración de las bombas nucleares.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA