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Datos de la Academia de Ciencias señalan que, en 2010, unas tres mil personas en el país lograron el grado de doctor, pero los centros nacionales de investigación tuvieron capacidad de contratar solamente a 100 de ellos en el mismo año. Y de acuerdo con estudios del grupo financiero BBVA Bancomer, las tasas de desempleo son más agudas en el sector más preparado del país, llegando a ser tres veces más altas comparadas con el sector sin escolaridad. Esta situación de bajos salarios y falta de oportunidades es conocida por empresas trasnacionales que están a la caza de talentos nacionales, pues para 2014, el 51 por ciento de las patentes creadas en Estados Unidos (EE. UU.) procedía de personas de origen extranjero, además de que 36 de las 100 principales empresas innovadoras del mundo tenían la matriz principal en aquel país, razón por la cual ofrecen a estudiantes mexicanos o de otra nacionalidad visas, desarrollo profesional y empleos. En el caso de los mexicanos, los salarios son atractivos, pues llegan a ser hasta cuatro veces superiores a lo que se gana en el país.
El problema de fuga de cerebros inició en 1990 y ha aumentado 7.5 veces desde entonces, alcanzando una cifra de 1.2 millones de mexicanos en el extranjero para 2015; de éstos, un poco más de 900 mil contaban con título universitario y alrededor de 303 mil 400 con posgrado. La mayoría son jóvenes con una edad promedio de 34 años y con mucho potencial. Prueba de ello son las contribuciones realizadas en diferentes ámbitos de la ciencia y el desarrollo de patentes, ya que el 21.9 por ciento lo hizo en el área de ingenierías, 18.8 por ciento en Físico-matemáticas y Ciencias de la tierra, el 18.3 en Biología y Química, 14.2 en Ciencias Sociales y Economía y 10.2 por ciento en Medicina y Ciencias de la salud, según la investigación La Migración Mexicana Altamente Calificada: Elementos para una Política Nacional de Ciencia y Tecnología.
Hasta 2015, las cifras de migración calificada convirtieron a México en el principal emisor de América Latina y el segundo en el mundo, por debajo de La India. El 98 por ciento de los connacionales se dirigía a EE. UU.; por cada 100 mexicanos con maestría en México, había 20 viviendo en EE. UU., y por cada 100 mexicanos con doctorado en el país, había 12 residiendo en EE. UU. Tan es así, que para 2015 había más mexicanos con doctorado en EE. UU. (20 mil) que en el Sistema Nacional de Investigadores (16 mil) del país. En 1990, el grupo de mexicanos calificados residentes en el país vecino se encontraba en noveno lugar y para 2015 en tercer lugar, solo por debajo de los migrantes calificados de La India y China. Vemos, pues, que el capital humano altamente preparado, aunque sea en menor cantidad, crece año con año e ingresa por la vía legal a EE. UU. mientras que la cantidad de personas con poca o nula preparación ha caído en los últimos años.
Hasta la fecha se ha hecho poco para atacar este problema y sigue agravándose; datos del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) permiten afirmar que los salarios de personas con licenciatura han caído 20 por ciento y de posgrado 28 por ciento en este sexenio, aspecto que pesa en la fuga de cerebros, que sigue a la alza. Dicha situación representa, además, una pérdida económica para los países que expulsan migrantes calificados, debido a que la mayoría se benefició de los impuestos del país al acudir a escuelas públicas y/o acceso a becas. Un ejemplo de ello, son los estudiantes de la UNAM; según datos de la máxima casa de estudios, se invirtieron 67 mil 284 pesos por cada estudiante de licenciatura y 43 mil 987 para cada alumno de bachillerato, ambos datos correspondientes al año 2015. A los países receptores de capital humano calificado, como EE. UU., no les cuesta nada educar a dichos alumnos y solo se benefician de su llegada. Muchos de los estudiantes con grado de maestría y/o doctorado que se fueron al extranjero lo hicieron con becas del gobierno (CONACYT), que ascienden a 1090 euros mensuales para solteros y 1362 para casados, además del costo de colegiaturas cubiertas también por CONACYT, aunque debe recalcarse que en algunos lugares la beca alcanza para vivir bien y en otros es insuficiente y se necesita del apoyo familiar para cubrir los gastos.
De acuerdo con una investigación del propio CONACYT, el 69 por ciento de los connacionales con estudios de posgrado estaría dispuesto a retornar al país de forma permanente si se les ofrecieran mejores condiciones laborales y la garantía de un desarrollo profesional. Lo que significa que las autoridades gubernamentales en función deben crear condiciones para captar dicho capital humano altamente calificado, indispensable para un mayor desarrollo económico. Una forma de superar este problema es el incremento de la inversión en investigación y desarrollo, pues actualmente se invierte un 0.55 por ciento del producto interno bruto (PIB), porcentaje menor al promedio de los países de América Latina y que impide competir con naciones como Corea del Sur, que invierte 4.2 por ciento del PIB; Japón, 3.3 por ciento; Dinamarca y Austria, con tres por ciento cada uno; Finlandia y Alemania, con 2.9 cada uno cada uno; EE. UU., con 2.8 por ciento etc., según el Instituto de Estadística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2015).
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Escrito por Romeo Pérez
Doctor en Física y Matemáticas por la Facultad de Mecánica y Matemáticas de la Universidad Estatal de Lomonosov, de Moscú, Rusia.