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Hoy el mundo multipolar se expresa desde Cuba, anfitrión de la Cumbre del G-77 + China. Ese heterogéneo bloque de naciones que hace 59 años se libró del orden colonial, hoy suma 134 Estados y forma el Sur Global, que rechaza hegemonías y exige el acceso al conocimiento científico-tecnológico para rebasar al subdesarrollo. Desde ahí, Cuba exhibe su enorme arsenal biotecnológico que, pese al bloqueo, salva vidas en todo el planeta.
Miles de millones de mujeres y hombres de países en desarrollo carecen del derecho a beneficiarse de los avances de la ciencia y tecnología mundiales. Para ellos es casi imposible alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuesto por la Organización de las Naciones Unidas que, hace 18 años lanzaba el lema de “No dejar a nadie atrás”.
“Los países ricos lo son porque invierten en ciencia y tecnología; los pobres estarán condenados a seguir siendo así si no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”, sentenció Bernardo Houssay, quien destaca que la aplicación de los conocimientos científicos y tecnológicos incide en el desarrollo de las naciones y, como en todo proyecto de nación, requiere de inversión.
Y aunque es sabido que salir de la dependencia y saltar hacia un modelo alternativo implica combatir la desigualdad y abatir la pobreza, no todas las naciones del planeta disponen de presupuesto y capacidad para ello. Por tanto, desarrollar ciencia y tecnología propias requiere de recursos y cooperación.
Aplicar los conocimientos favorece una economía equilibrada; de ahí la cooperación entre grandes y pequeñas empresas para distribuir sus beneficios en complejas redes de producción, transformación y distribución de bienes y servicios con mayor valor agregado, explica el experto Gustavo Viniegra.
Sin embargo, más allá de la voluntad de científicos, políticos y organismos, el modelo capitalista impide concretar la ansiada Sociedad del Conocimiento, ya que, en su fase corporativa imperial, la ciencia representa un negocio para la globalización, que falsamente abre puertas al libre comercio entre países, y sólo profundiza la desigualdad.
No obstante, las naciones del Sur global insisten en ejercer su derecho al bienestar. Ya en 2009 el coordinador de la organización africana SciDev, Ochieng’ Ogodo, señalaba desde Nairobi que en este siglo se disparó la cifra de investigadores en los países en desarrollo. Ahí, entre 2002 y 2007 el gasto en ciencia creció tres veces más que en países ricos, de modo que en ese periodo los investigadores pasaron de ser 1.8 millones a 2.7 millones, según el Instituto de Estadísticas de UNESCO. Sin embargo, este año persisten diferencias entre el mundo industrializado y los menos desarrollados, advierte el presidente del Banco Mundial, Ajay Banga.
G-77 + China desde Cuba
Esa brecha en la inversión en ciencia, sus causas y efectos, se analizaron en la Cumbre del G-77 + China, realizada en La Habana los días 15 y 16 de septiembre, bajo el lema: “Retos actuales del desarrollo: Papel de la ciencia, la Tecnología y la Innovación”. Desde ahí, el Sur Global reclamaba su derecho a más representación en la toma de decisiones de las instituciones económico-financieras internacionales.
Esa voz llegó desde el país que, desde el triunfo de la Revolución, ha tenido como prioridad invertir en educación. Transcurridos 64 años, Cuba es el país de nuestra América con mejores índices educativos y de salud, por lo que en todos los foros tiende puentes hacia la concertación política y cooperación Sur-Sur, como fórmulas para que las naciones en desarrollo accedan no sólo a la tecnología, sino a la innovación.
Cuba ejercía la presidencia pro-témpore de la Cumbre del G-77 + China, lo que exhibía la cooperación horizontal del nuevo orden multipolar. Al manifestar los reclamos históricos del bloque, la delegación cubana subrayaba que el mundo industrializado debe contribuir al desarrollo del Sur Global porque es tema de supervivencia de la especie humana y nuestras naciones.
La declaración de La Habana, además de rechazar las medidas coercitivas unilaterales (sanciones), la concentración de la riqueza que profundiza la desigualdad y la pobreza, así como el desigual sistema financiero que impone pesadas deudas a los habitantes del sur, los países desarrollados, exige no privar a mujeres y hombres del planeta de los avances científico-tecnológicos.
Desde La Isla se aseguró que el eje común en la Cumbre en La Habana fue construir un mundo más justo e inclusivo, sin hegemonías, que proyecte los intereses colectivos y capacidad de negociación del Grupo ante las superpotencias, logrará privilegiar la solidaridad y cooperación internacionales; sólo así se cumplirán los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y la Cumbre del Futuro del 2024 del G-77 + China.
Esa cita ocurría a tres semanas de la Cumbre del más importante bloque de economías emergentes, los BRICS (acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Reunidos el 23 de agosto en Johannesburgo, Sudáfrica, esas potencias medias anunciaron su decisión de invitar a otros Estados para construir juntos el nuevo mundo multipolar.
Entre los países convidados figuran: Cuba, Argelia, Arabia Saudita, Irán, Argentina, Bangladesh, Egipto, Etiopía y Vietnam. Ese gesto de gran altura política de los gobiernos de los BRICS, también significaba el relanzamiento global de La Habana –que por primera vez participaba en esa Cumbre–, donde el presidente Miguel Díaz-Canel exhortó a potenciar las sinergias y la coordinación efectiva.
Vacunas y medicinas ante bloqueo y sabotajes
En La Isla el sistema nacional de salud es universal, gratuito y de calidad. Para ello, cuenta con 12 institutos de investigación, 13 Universidades, 29 Facultades de Ciencias Médicas y la Escuela Latinoamericana de Medicina.
Es notable el trabajo del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, del Instituto Finlay de La Habana que, como toda la red de científicos, ha contribuido a que La Isla tenga una tasa de 108.92, 7 médicos por 10 mil habitantes y una esperanza de vida promedio de 78.4 años.
Cuba, bloqueada y saboteada por décadas, produce más del 60 por ciento de su cuadro básico de medicamentos, aunque no accede a tecnologías médicas con más del 10 por ciento de componentes de EE. UU. Aún así, es líder en innovación.
Sólo en 2021 –cuando la pandemia de Covid-19 asolaba al mundo industrializado– sus científicos desarrollaban 869 proyectos de investigación e innovación para enfrentar al virus. También mantiene el Programa de Atención Integral a pacientes con úlcera del pie diabético, con la terapia para cicatrización Heberprot-P, innovación.
El botiquín cubano está pleno de desarrollos contra cáncer de pulmón, producto de la gran capacidad científica de los cubanos. La vacuna contra la meningitis, Va-Mengoc-BC, aplicada por 30 años en 60 millones de personas en La Isla y otros países. Le siguen vacunas contra la difteria, el tétanos, tosferina y hepatitis B, así como para prevenir la influenza que causa la neumonía, y medicinas para el control del colesterol, hipertensión y angina de pecho.
En 2021, en plena pandemia por Covid-19, Cuba otorgó al mundo las vacunas que neutralizan las nuevas cepas del coronavirus: Soberana 02, Soberana Plus, Abdala y la intranasal Mambisa, cuya cualificación solicitó ante la Organización Mundial de la Salud, según The British Medical Journal. Todas están disponibles en México.
Ese empeño por garantizar la salud de propios y amigos, es el que dominará en los debates que escenifique la Cumbre del G-77 + China y cuyo objetivo es alentar la cooperación multipolar. Salud y Conocimiento, como ejes del nuevo orden multipolar.
Por ese afán de proteger la vida, en octubre de 2022 la ONU emitía su resolución 75/289 titulada Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba.
La presencia cubana en los BRICS, como en la Cumbre del G-77 + China, ocurría cuando persiste la ofensiva del bloqueo contra La Isla y pese a las protestas de naciones, gobiernos y organizaciones, pues Estados Unidos (EE. UU.) ha escalado cualitativamente las medidas coercitivas unilaterales para dificultar el desarrollo cubano.
Ahora, EE. UU. intensifica su persecución a toda transacción financiera del Gobierno de Cuba. Si en 2019 adoptó medidas violatorias al Derecho Internacional para privar a los cubanos del acceso al combustible básico, hoy las extiende a países a los que desprestigia con falsos cargos e imputaciones, como apoyo al terrorismo, al incluirlos en un listado que circula en todo el mundo.
Con visión arbitraria, intimidatoria y extraterritorial, el Departamento de Estado de EE. UU. mantiene a Cuba en tres listados, bajo acusaciones falsas, que difunde en todo el planeta: la Lista de Entidades Cubanas Restringidas, la relación de Alojamientos Prohibidos y en la de Estados Patrocinadores del Terrorismo.
Como Inquisidor fanático y violento, EE. UU. miente y acusa a Cuba para imponerle lesivas restricciones que tarde o temprano padecerá la población. Acompaña esa política genocida con agresivas campañas mediáticas y operativos de desinformación que articulan y financian agencias del Departamento de Estado. Sin saberlo, sus sufridos contribuyentes sostienen estos planes subversivos con sus impuestos.
El actual huésped de la Casa Blanca, Joseph Biden, no ha modificado la prohibición de importar desde terceros países, bienes con más del 10 por ciento de componentes estadounidenses; desoye a sus conciudadanos deseosos de viajar a La Isla y mantiene la prohibición de visitarla, ni siquiera para adquirir educación.
Por ello, se dificulta volver al escenario de normalización de relaciones Washington-La Habana que inició el expresidente Barack Obama. En general, los estrategas de la Casa Blanca insisten en crear desaliento e insatisfacción para provocar revueltas en Cuba por la escasez de bienes.
Entretanto, Biden mantiene la prohibición a bancos de trabajar con Cuba, lo que incide en las transferencias para adquirir alimentos, medicinas, combustible o refacciones para el sistema energético. La banca mundial teme las represalias y las misiones diplomáticas pierden su tradicional relación con los bancos.
Por más de seis décadas, los gobiernos estadounidenses han intentado desacreditar los logros médicos, biomédicos y las acciones de solidaridad cubana. Han asignado fondos multimillonarios a campañas contra las misiones médicas, en favor de pueblos del mundo, como ocurrió en México durante la pandemia de Covid-19.
Esta política tiene otro ángulo con fines subversivos: copta y plagia al personal médico formado en Cuba para que atienda a estadounidenses en asilos y hospitales de EE. UU. Paradójicamente, en 2017, en Búffalo, Nueva York, pacientes con cáncer de pulmón iniciaban pruebas clínicas con el medicamento cubano Civamax, que les dio una esperanza de recuperación.
Para el gobierno revolucionario la salud es un derecho humano y EE. UU. pretende obstaculizarlo; pero esa estrategia fracasó ante la voluntad de los científicos cubanos. Ese espíritu de solidaridad es alentado por Cuba y lo promueve a nivel bilateral, como en el G-77 + China y desde su reciente invitación a integrar parte del BRICS.
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Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.