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Un recurso retórico útil para imponer la voluntad del poder sobre una sociedad consiste en apelar a “lo popular”, al “pueblo”, etc. Resulta útil sobre todo en las sociedades en las que la desigualdad de ingresos y servicios entre las clases sociales es tan brutal y la claridad de las masas pauperizadas tan magra, que se toma como “promesa” verificable y positiva cualquier sentencia adjetivada por palabras que suenen a bienestar común, como decir “todo pertenecerá al pueblo”, “lo que el pueblo sabio decida”, o “por el bien de todos, primero los pobres” (un ejemplo concreto de estos días del “pejismo” en el poder).
En circunstancias desfavorables, las mayorías empobrecidas –ignorantes de los motivos que las llevan a vivir miserablemente–, pero también las clases medias y muchos intelectuales o científicos con claridad de las cosas, siguen esos cantos populares y se alinean a la voluntad de quien les habla bonito en un reino del caos. Ciertamente, la adjetivación de “promesas” políticas bajo el manto de “lo popular” no prueba, por sí misma, que lo propuesto sea practicable o impracticable, o que su activación vaya a ser positiva o fatal. En realidad, las posibilidades de éxito o fracaso se pueden deducir gracias al estudio minucioso la propuesta en cuestión, y las circunstancias que la rodean (lo cual escapa al alcance de las clases bajas o de las gentes desesperadas); pero si esas posibilidades son ciertas o no, eso solo lo demuestra la práctica.
Algunos proyectos políticos de la historia han parecido positivos ante los ojos de sus sociedades. Por ejemplo, las del nacionalsocialismo: los alemanes se encontraban inmersos en una crisis total cuando surgió Adolfo Hitler, un agitador que, por sus cualidades incendiarias, se autodenominó, en un principio, El Tambor, más que ideólogo del nazismo, y que prometía el bienestar al pueblo alemán. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) había destruido la economía del Imperio Alemán y desmembrado a la sociedad alemana, por eso nadie se opuso con suficiente energía a los tambores nacionalistas que prometían bienestar para el volk, el pueblo, un futuro de progreso para los germanos, etc.
No hubo oposición suficiente desde la sociedad a pesar de que, debajo del programa, visiblemente se desconocían los yugos impuestos por Inglaterra y Francia al final de esa guerra (sanciones económicas, apropiación de territorios, prohibición del armamentismo, etc.), era claro que los nazis buscaban ganar el soporte de su pueblo para desplegar, desde el poder, un proyecto imperialista de imposición violenta, surgida de la burguesía militarista germana, que deseaba abrir y someter los mercados del mundo a fuerza de cañonazos, sin limitarse al exterminio de cualquier sujeto, grupo o nación entera que se opusiera a su avance. El resultado de esto, entre otras cosas, fue la conflagración más sangrienta de la historia humana con más de 40 millones de muertos entre 1939 y 1945.
Ese caso fue el extremo. La irreflexión e ignorancia política del pueblo alemán lo orilló a decidir desde las vísceras y el hambre surgida del caos que dejó la Gran Guerra; y permitió que se impusiera la voluntad de los burgueses imperialistas. Pero habrá que considerar los peligros de ese extremo histórico y acaso sirvan para pensar lo que auguran las políticas erróneas del gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Las clases populares apoyaron visceralmente el proyecto lopezobradorista que se proclama “del pueblo” o de “los pobres”; hoy la ineptitud de los morenistas y la irreflexión de los votantes están cobrando factura.
Un ejemplo de su ineficiencia se ofrece en la propuesta de lucha contra el narco (o crimen organizado) que dice “abrazos, no balazos”, en la que el narco sería igual a “pueblo” armado y que en el gobierno del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se han matado más mexicanos que en los sexenios anteriores, cuando no hubo “abrazos”. El portal www.dw.com destacó que en 2019 hubo 34 mil 648 homicidios y en 2020 éstos fueron 34 mil 515, de los cuales el 80 por ciento se adjudicaron al crimen organizado. La lista puede seguir, pero baste esto como una muestra de que, en la práctica, las políticas morenistas prometen catástrofes nacionales inéditas.
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Escrito por Anaximandro Pérez
Doctor en Historia y Civilizaciones por la École de Hautes Étus en Sciences Sociales (EHESS) de París, Francia.