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Esta novela es una versión literaria de la teoría de la conversión del mono en hombre; sus protagonistas son personajes con rasgos similares a los del Homo sapiens con los que habrían empezado a relacionarse mientras aún convivían con gorilas y orangutanes. El relato, en primera persona, proviene de un joven estadounidense del Siglo XX, en cuyos sueños de infancia recuerda cuando “vivió” como Diente Mellado o Diente Largo en una comunidad primitiva denominada La Horda. Ésta habitaba aún en árboles y cavernas; ya razonaba pero solo decía algunas sílabas que repetía a ritmo de canto; se alimentaba de frutos y raíces; sus integrantes eran monógamos y desconocían el uso del fuego.
Diente Largo es otra personalidad del soñante o, como le había dicho su maestro de escuela, “un recuerdo racial, originario, de nuestros ancestros que aún vivían en los árboles”. El joven supone también que sus sueños podrían ser una “prueba plausible y convincente de la hipótesis de la reencarnación”, pero prefiere verlos como expresión del germoplasma, es decir, la memoria genética con la que animales y plantas transmiten sus rasgos físicos de generación en generación, según el biólogo alemán August Weismann. En esta digresión, así como en el título de la novela, se advierte la intención “antibíblica” de Jack London (California 1876-1916).
Otros personajes de Antes de Adán son Oreja Caída, amigo y cuñado del presunto autor; Dulce Alegría, su compañera de vida; Chachalaca, su padrastro; Pelicalvo, Labio Largo, el viejo Marrow-Bone, Ojo Bermejo (orangután); los Hombres del Bosque (gorilas); Dientes de Sable, el terrible ancestro de los tigres y los Hombres del Fuego, probables Homo sapiens; pues además de que usan fuego para ahuyentar a los animales carroñeros, incendiar bosques y ahumar cavernas, cuentan con un líder, son caníbales, poseen lenguaje articulado, usan arcos y flechas y se cubren con pieles de animales. Los Hombres del Fuego despojan de su territorio a La Horda (¿neanderthal?) y la obligan a huir a un río, una pradera y a un pantano. En uno de los últimos párrafos de la novela, Diente Mellado revela:
“A menudo me pregunto algo acerca de mi línea de descendencia. Yo, el moderno yo, soy indiscutiblemente hombre, pero yo, Diente Largo, el primitivo yo, no soy sin embargo hombre. Estos dos componentes de mi doble personalidad deben encontrarse en alguna parte y por mi línea directa de descendencia, ¿no estaría La Horda, en el momento de ser destruida, recorriendo el proceso de su humanización? ¿No habríamos llevado a cabo, nosotros, yo y los míos, este proceso hasta realizarlo por completo? Por otra parte, ¿no podría ser que alguno de mis descendientes se haya unido a los Hombres del Fuego, convirtiéndose en uno de los suyos? No lo sé, ni hay modo humano de saberlo. Solo una cosa es cierta: que Diente Largo estampó, en la constitución cerebral de su progenie, todas las impresiones de su vida tan indeleblemente, que la muchedumbre de descendientes que separan y unen ambas generaciones, la suya y la mía, no consiguieron borrarlas”.
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Escrito por Ángel Trejo Raygadas
Periodista cultural