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Las escuelas de nivel básico son más de 250 mil y están diseminadas en todo el territorio nacional, según datos estadísticos de la Secretaría de Educación Pública (SEP). De lunes a viernes al menos un maestro está presente en ellas, no importa si es rural o urbana, pues en los pequeños espacios de sus aulas se realiza una de las actividades más importantes en la vida de cualquier nación: la formación de los niños o jóvenes que darán continuidad a la cultura productiva, científica y artística.
Por esta noble labor, los maestros ocupaban un lugar especial en el corazón de los mexicanos; particularmente en las comunidades remotas se siente franca admiración por ellos porque, para presentarse a enseñar en las aulas, superan diversos obstáculos. Los más de dos millones de profesores que consagran su vida a tan loable tarea son los que conocen mejor la realidad social de México.
El dilema entre la vocación y las necesidades materiales está cada vez más presente en estos profesionales de la educación. Siendo apasionados de la enseñanza, se enfrentan a un escenario atroz en el que destacan los siguientes problemas: la paupérrima infraestructura educativa; el difícil acceso a las tecnologías de la información, que se acentúa cuando la escuela se aleja más de los centros urbanos; el ausentismo escolar ocasionado por la falta de recursos de los padres de familia; así como los salarios tan bajos que reciben los docentes, quienes en muchas ocasiones tienen que dedicarse a otras actividades para completar sus ingresos. Si bien la anterior Reforma Educativa acosó laboralmente a la mayoría de los maestros, una cuarta parte de ellos sigue viviendo en la incertidumbre laboral porque trabaja bajo contrato o cubre interinatos.
La nueva Reforma Educativa es una extraña mezcla de discurso y buenas intenciones. La educación se encuentra secuestrada entre los dos grandes sindicatos, que en buena medida son los culpables del deterioro del sistema educativo. La prueba que hace el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA) no deja lugar a dudas: nuestra educación va de mal en peor. Los estudiantes mexicanos reprueban en materias fundamentales como las matemáticas y la comprensión de lectura.
La nueva Reforma Educativa elimina de tajo la evaluación docente y permitirá a los sindicatos mafiosos controlar el 50 por ciento de las plazas magisteriales, se volverá al círculo vicioso del condicionamiento y la venta de plazas. No hay indicios reales para erradicar la crisis del sistema educativo. Las cosas, sin embargo, no podían ser de otro modo cuando la clase política gobernante actual trabaja con base en la improvisación y las “puntadas”.
La Reforma Educativa es el mejor reflejo de su incapacidad para pensar en una educación integral y de calidad para los mexicanos. Cada vez que abre la boca, el Secretario de Educación exhibe su relajada forma de ver el problema. Son célebres sus ocurrencias, como la de que ahora “ya se vale copiar”; o la de que “los maestros de inglés no deben saber inglés” o la de que “los estudiantes de educación básica aprobarán el año con solo asistir a clases”. Éstas son pruebas irrefutables de que la educación de calidad para los pobres solo existe en el discurso y de que en los hechos será una educación de cuarta. ¿Cómo un país puede potencializar su capacidad creadora con este tipo de acciones? En México es un secreto a voces que la clase política de todos los partidos es corrupta y que el uno por ciento del estrato social más rico no inscribe a sus hijos en las escuelas públicas, porque éstas son para las masas. Por ello no existe una preocupación real para que mejore.
Los maestros, por estar más cerca de la gente y sus problemas, deberían sensibilizarse y reflexionar seriamente sobre la situación social en que viven los mexicanos. La pobreza ha alcanzado prácticamente a todos. ¿Quién puede librarse de los altos precios de los productos básicos y de los servicios de transporte, gas y luz?, ¿de los elevados impuestos, del pésimo funcionamiento del sistema de salud pública, de la inseguridad y la violencia, del desempleo y los salarios bajos?
Ha llegado la hora de que los maestros digan claramente que vivimos en un sistema injusto donde el que trabaja no tiene nada, mientras que una clase parásita engorda cada vez más. Qué hermoso será el día en que los profesores vuelvan a los principios que guiaban a los maestros rurales, porque solo entonces podrán sembrar la semilla de la libertad entre los oprimidos. Tal vez, un día de éstos.
Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA