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Por más que se insiste en invitar a todo mundo para que se disponga a disfrutar del nuevo paraíso, es la propia realidad de México la que hace de éste un verdadero infierno, como el complicado panorama que se avizora para las mujeres que trabajan. Las contradicciones de estos primeros meses están confundiendo incluso a los grupos que se hallan cerca del Gobierno Federal y que día con día han ido quedándose sin argumentos para defender a éste de medidas políticas como la que determinó el cierre de las estancias infantiles, que dejó pasmadas a las organizaciones que defienden los derechos de la mujer. La incorporación de éstas al mercado laboral deriva más de la necesidad de las familias que del desarrollo del aparato productivo y ha llevado a 16 millones de mujeres a formar parte de la población económicamente activa. Las dificultades que ellas enfrentan al trabajar son muchas, pues el 42 por ciento son madres, siguen realizando los quehaceres domésticos y en muchos casos cargan solas con el peso de sus hogares, toda vez que, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, siete de cada 10 mujeres no cuentan con el apoyo de la figura paterna. Otro problema es que solo un 30 por ciento tiene educación media superior, por lo que la mayoría solo accede a trabajos domésticos e informales como afanadoras y, en casos extremos, como prostitutas con las graves consecuencias que este oficio conlleva.
Muchas cosas cambian en las familias, según el escenario de pobreza que les toca vivir. Cuando los padres y los hijos mayores trabajan, los hijos más pequeños se quedan solos en casa, expuestos a múltiples peligros que la nota roja recoge a diario, porque pocas madres cuentan con el apoyo de guarderías o estancias infantiles y solo el 20 por ciento accede a estos servicios que brindaba la Secretaría de Desarrollo Social –hoy Secretaría del Bienestar– que atendía a más de 400 mil niños. Es por ello que las madres trabajadoras que perdieron este servicio han recibido una agresión directa del mandatario nacional, quien les ha negado el presupuesto que anteriormente les permitía llevar a sus hijos a un lugar seguro donde recibían educación y atención profesional. Ante la inconformidad de las afectadas y de la sociedad, el Presidente de la República justificó la medida argumentando la existencia de “actos de corrupción” en la asignación de los recursos oficiales destinados a ese programa y, sin probar nada con la debida seriedad que ameritaba el caso, salió con la ocurrencia de que sean los abuelos quienes cuiden a los niños, mostrando con ello una total insensibilidad y despreocupación hacia los más vulnerables.
Pero además es importante resaltar que esta recomendación no solo es descabellada sino irreal, porque si bien es cierto que en el México rural de hace más de 70 años efectivamente muchos abuelos apoyaban a sus hijos cuidando a los nietos –y hoy muchos siguen haciéndolo–, la urbanización, la escasez del trabajo y la migración obligan a las personas a moverse y disgregarse hacia todos lados, con lo que se hace inoperante la propuesta del primer mandatario. Pero aun cuando esto no fuera así, nuestros adultos mayores tienen derecho a descansar y a encontrar –aunque sabemos que esto tampoco es posible en la actualidad– el sosiego que quizás nunca tuvieron durante su vida productiva.
Sin embargo, es seguro que el próximo 10 de Mayo, la mercadotecnia y la vieja clase política que gustan tanto de celebrar ese día –porque el amor de madre vende y trae dividendos políticos– escucharemos una vez más, así como año tras año ha sucedido, las frases simplonas que chorrean miel pero que en nada alivian la vida de las sufridas madres mexicanas y de los grupos más vulnerables. Ese día no faltarán los regalos de plástico, los golpes de pecho y los mensajes motivadores, pero no se moverá un solo dedo para que cambie la cruda realidad de empleos informales y mal pagados; viviendas precarias sin servicios urbanos e infraestructura básica; carencias educativas y de salud; inseguridad pública y violencia de género. Hasta que un día nuestras madres traigan al mundo una generación que verdaderamente valore el amor incondicional a la madre y que por ese amor único y precioso, que no encaja en la fría balanza del mercado, esté dispuesta a luchar sin titubeos por la construcción de un país donde nuestras madres ya no vivan con la aflicción de los desposeídos, sino con la altivez y la satisfacción de los que han cumplido con su deber.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA