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Un gobernante de cualquier país y del nivel de gobierno que sea, debería prometer lo que es posible realizar, porque si promete lo imposible e incumple, tarde o temprano lo van a repudiar y, quizá, jamás vuelva a ocupar un cargo público, pasando como uno de los peores políticos por no sacar adelante al pueblo que representaba.
La primera pregunta inmediata: ¿un candidato se puede dar cuenta qué de lo que promete en campaña es posible y qué no? Sí, se puede dar cuenta y además, es casi seguro, que el 90 por ciento de los políticos también lo saben porque sus asesores tienen a la mano datos y estadísticas sobre los principales problemas que aquejan a la población.
La segunda pregunta obligatoria: entonces, si no se puede prometer lo imposible, ¿por qué ocultan esa realidad? La respuesta tiene dos aristas: una, deciden actuar así a como dé lugar, pisoteando esa realidad que les grita de frente, quieren conquistar el poder político para servirse de él.
La otra arista es que si habla con la verdad a sus electores, el político se enfrenta a obstáculos en su camino hacia la meta, es decir, le resultaría más complicado asegurar el apoyo ciudadano; entonces tiene que recurrir a la mentira y a la manipulación de la realidad, buscando dos o tres frases para convencer a la población y garantizar su arribo al poder.
Los gobiernos que prometen lo imposible generan crisis políticas, económicas y sociales; primero se presenta el descontento entre quienes votaron por él (muy explícito en las redes sociales), luego, la inconformidad social se va generalizando con cada declaración o acción del político en turno; inconformidad que va creciendo sobre todo entre la inmensa mayoría de los empobrecidos, quienes creyeron principalmente en él.
En México, la demagogia llegó, junto a Andrés Manuel López Obrador, (AMLO) a la Presidencia de la República. Prometió acabar con la corrupción y ahora se sabe que su compadre, Miguel Rincón, quien además es parte del Consejo Asesor Empresarial, estaba “concursando” en una licitación por 220 millones de pesos para proveer el papel de los libros de texto gratuito de la SEP, además de que sus hijos ya andan abriendo sus empresas (seguramente con sus ahorros y no con recursos federales, no hay que ser “mal pensados”).
AMLO prometió que la inseguridad y la violencia iban a disminuir; pero el primer trimestre del 2019 ha sido el que más ejecuciones ha registrado, incluso ante el asesinato de 13 personas en Minatitlán, Veracruz, el Presidente se tardó una semana en dar las condolencias a los familiares de las víctimas; y cuando decidió visitar esa comunidad, llegó custodiado por 10 camionetas, patrullas y una ambulancia, cuando apenas unos días atrás había dicho que “era impresionante lo de antes... ¿No se acuerdan cuando pasaba un Presidente, cuántas camionetas, ya no se acuerdan de eso? A lo mejor hay alguna imagen por ahí, era una, otra, otra y otra...”, la incongruencia ni se nota.
En campaña, AMLO dijo que se generarían empleos, pero en el primer trimestre de este año, el Inegi reportó que el empleo cayó 27 por ciento; sin embargo, él insiste en que se logró la cifra más alta de empleos en 10 años. El Presidente jura que realizó una consulta en las comunidades del Istmo y que éstas aprobaron la construcción del Tren Transísmico; también asegura que hizo una consulta a las comunidades afectadas por la ampliación de la base aérea de Santa Lucía, pero que la prensa no se dio cuenta; la Sedatu aclaró que solo se consultó a la comunidad de Xaltocan. Para colmo, apenas se dieron cuenta que el diseño del nuevo aeropuerto no contemplaba la existencia de un cerro; quitarlo costará varios miles de millones de pesos.
Por lo pronto, la inconformidad social sigue creciendo y se refleja en las redes sociales. En un sondeo realizado por la consultora GLAC entre el 30 de marzo y el 29 de abril, el 91 por ciento dijo estar en desacuerdo con el inicio de las obras del nuevo aeropuerto; los argumentos más socorridos fueron la inviabilidad por falta de estudios ambientales y licitaciones y los costos elevados por el cerro Paula. Este recuento evidencia, por un lado, la realidad inocultable y, por el otro, que de los datos y la información “exclusiva” del Presidente, se desprende la existencia de dos Méxicos, el de AMLO y el de 130 millones de mexicanos. Por el momento, querido lector, es todo.
Escrito por Miguel Ángel Casique
Columnista político y analista de medios de comunicación con Diplomado en Comunicación Social y Relaciones Públicas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).