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El Presidente de la República ha descalificado sistemáticamente a las calificadoras internacionales y, no solo eso, sino que sin un conocimiento profundo de la economía se lanza a decir cosas como: “toca pagar los platos rotos de la política neoliberal”, o bien, “se está castigando al país por la política neoliberal que se aplicó en los últimos 36 años, que fue un rotundo fracaso”; o bien, expresiones como las dichas por el líder de la bancada morenista: “el coordinador de Morena, Mario Delgado Carrillo, desestimó la baja en la calificación a Pemex y CFE por parte de las calificadoras internacionales, y aseguró que el país tiene una macroeconomía estable y la lucha contra la corrupción va a tener efectos favorables para México. Consideró que, acabando con la corrupción, México será más atractivo para los inversionistas (subrayado mío)”. ¿Qué le parece estimado lector? Ahora resulta que Mario Delgado o el propio presidente son autoridades en materia económica para descalificar a las calificadoras internacionales; lo más grave son sus argumentos, que reflejan una contradicción fundamental. Veamos.
En primer lugar, es claro que desconocen el desarrollo económico y sus leyes, mismas que fueron estudiadas y descubiertas por el gran Carlos Marx en su obra maestra, El Capital. En esta obra se pone de manifiesto la base de la teoría del valor, que para alcanzar una mejor distribución de la riqueza, ésta debía producirse y que, por lo mismo, deberían desarrollarse las fuerzas productivas hasta alcanzar un grado tal de contradicción entre la producción con carácter social y la distribución con carácter privado, que el pueblo organizado tomara el poder político e hiciera los cambios fundamentales para seguir el desarrollo económico con las mismas características, pero con una distribución de la riqueza más ¿A dónde vamos? equitativa. Esto significa que el neoliberalismo es, por decirlo de alguna manera, un mal necesario y, por lo mismo, negarlo o quererlo frenar abruptamente, no abona a la construcción de una sociedad futura con mejor distribución de la riqueza.
En segundo lugar, López Obrador culpa a los 36 años de neoliberalismo y a los resultados de la evaluación de la calificadora S&P y Fitch Ratings; sin embargo, no es autocrítico y no ve que el descenso en la calificación de la deuda es producto de sus malas decisiones: la cancelación del aeropuerto, que saldría más barato culminarlo que frenarlo; la lucha contra el huachicol, que aumentó el costo de producción y distribución de los combustibles, al grado que hoy el precio de las gasolinas Magna y Premium es similar; la proposición de proyectos de inversión inviables y sin retorno de inversión a corto o mediano plazo; el desuso del avión presidencial, va a costar, además de la renta por mantenerlo estacionado, una erogación de 400 millones de pesos para pagar los vuelos comerciales del presidente, que equivalen a lo que se gastaría usando el avión presidencial (¿ésa es la austeridad planteada?); la siembra de árboles que no traerá retribución económica; la refinería de Dos Bocas no es económicamente viable ni cuenta con estudios de impacto ambiental, sin embargo, se construirá porque así lo ha decidido el titular del Poder Ejecutivo, que también le apusta a la construcción del Tren Maya, aunque tampoco se haya demostrado su viabilidad. Dispendios de este tipo son los que provocaron la mala evaluación de las calificadoras, no son los efectos del neoliberalismo, como asegura el Presidente.
En tercer lugar, la postura de Mario Delgado se contradice con la del propio presidente, pues éste culpa al neoliberalismo, mientras Mario Delgado afirma que existe estabilidad macroeconómica, por cierto herencia del neoliberalismo, no de sus erróneas políticas, pues el Banco de México ha mantenido en esencia las mismas políticas monetarias de hace años y lo que ha cambiado es la política fiscal macroeconómica; por tanto, la estabilidad macroeconómica no se le puede adjudicar como un mérito al nuevo gobierno, sino al neoliberalismo.
Finalmente, las medidas que está tomando la autodenominada “Cuarta Transformación” (4T) no tienden a combatir el neoliberalismo, por el contrario, tienden a fortalecerlo a un costo social mucho más elevado que en administraciones anteriores. Veamos. Los programas de transferencia monetaria directa no son nuevos; lo que está haciendo López Obrador es cambiarles el nombre; pero la pobreza no ha disminuido después de que el Estado mexicano repartiera 1.5 billones de pesos en los últimos 20 años; por el contrario, la pobreza sigue en aumento como resultado de la misma política fallida que se presenta ahora como novedosa. Adicionalmente, el 70 por ciento del consumo de las clases pobres y medias tiene que ver con su alimentación y transporte; pero el mexicano consume refrescos, cervezas o bebidas alcohólicas, cigarros, pan dulce, tortillas, etc., y estos productos son vendidos por empresas “neoliberales”; de forma indirecta, el nuevo gobierno está fortaleciendo al neoliberalismo que critica. Otra prueba de que no se combate de verdad el modelo neoliberal es el hecho de que no se canceló el nuevo Tratado de Libre Comercio, que fortalecerá el modelo imperante en el mundo y al que dice combatir la 4T.
¿A dónde vamos? No soy mago, prestidigitador o nigromante; pero todo parece indicar que vamos derechito hacia la recesión económica. La baja de las calificadoras S&P, Fitch Ratings, etc., dice en palabras llanas, lo siguiente: “Tengan cuidado, si el gobierno mexicano les pide dinero prestado no le otorguen crédito porque no tiene con qué pagar”; y a los inversionistas les dice “no se arriesguen; cuidado, no es seguro invertir en México, así que mejor busquen por otro lado”. A lo anterior se suma el hecho de que el pronostico de crecimiento económico se redujo significativamente: la OCDE señala que el crecimiento quedó en dos por ciento para este año (estaba en 3.5); El Financiero señala que “en su Informe Trimestral del cuarto trimestre de 2018, el Banco de México revisó a la baja las expectativas de crecimiento económico del país para 2019 por tercera ocasión consecutiva, dejándolas en un rango de entre 1.1 y 2.1 por ciento, que representa una media de 1.6 por ciento”. Los programas federales de transferencias monetarias, la disminución de la inversión, la salida de capitales y el incremento en los precios de las gasolinas, promoverán la inflación, convirtiendo en humo el apoyo directo otorgado a los más necesitados, quienes se empobrecerán más; habrá mayor desempleo y el desabasto de productos podría generar pánico y caos social. El tiempo lo dirá.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.