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Aun cuando no hay una norma escrita para evaluar con objetividad los resultados de los primeros 100 días de cualquier gobierno, porque sería injusto calificar a todo un sexenio por su desempeño en tan corto plazo, la evaluación de ese periodo simbólico puede ser válida si esos mismos resultados se analizan con respecto a las grandes expectativas de cambio sembradas en una nación tan profundamente agraviada.
En la campaña electoral pasada, el actual mandatario propaló a los cuatro vientos promesas de transformación que, según él, empezarían a verse en los primeros días de su gobierno; la más importante fue, sin duda, mejorar sustancialmente la vida de los pobres y convertirse en defensor de éstos.
Pero a más de tres meses de iniciado su sexenio, el pueblo pobre de México no ha visto todavía que sus acciones de gobierno de mayor impacto mediático vayan en ese sentido y lo único que tiene enfrente es a un Presidente que, con base en la misma (y exitosa) estrategia publicitaria, sigue vendiendo su imagen de enemigo acérrimo del régimen y recogiendo el apoyo de los medios, empresas encuestadoras y aduladores que celebran sus disparates, que afectan principalmente a la clase trabajadora. Ante el silencio de prestigiados intelectuales y especialistas en análisis político y economía –salvo honrosas excepciones– no queda más remedio que apelar a la memoria colectiva y a los dispositivos electrónicos donde están archivadas las promesas que este señor hizo en la campaña electoral del año pasado. El monótono discurso mañanero se va agotando y a la gente poco a poco le va quedando claro el embuste en el que cayó.
Las tres variables en las que el Presidente formuló sus mayores compromisos fueron crecimiento económico, violencia y corrupción. Con respecto a la primera, las cosas se complican en un país que, como el nuestro, con una deficiente infraestructura y cuando un proyecto como el del Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM), que generaría 500 mil empleos formales, reactivaría la economía de una región y modernizaría la infraestructura aeroportuaria, se cancela sin contemplaciones y se pierden de un tirón 120 mil millones de pesos.
Tirar dinero a la basura en un país que está sumido en la pobreza, que carece de propuestas serias para mejorar la productividad del país y para crear empleos es un verdadero crimen. Además de esta acción contra los trabajadores, el nuevo Gobierno Federal está dejando sin plazas a más de 200 mil empleados federales (y los que faltan) y está cerrando las estancias infantiles, tan necesarias para madres y padres que trabajan y no pueden cuidar ni llevar a las escuelas a sus hijos pequeños. ¡Y los precios de productos alimentarios y servicios básicos, algunos vitales como la electricidad, el gas, las gasolinas, el peaje, siguen subiendo y ya nadie espera que bajen! Por lo pronto, organismos financieros internacionales han advertido que el crecimiento económico del país en este año será menor al dos por ciento; la debacle económica toca a la puerta.
En torno al problema de violencia los datos de Seguridad Pública señalan que al menos en los dos primeros meses de este gobierno han ocurrido casi seis mil homicidios. Es decir, los problemas de violencia continúan y ésta se alienta desde la Presidencia cuando se dice que no es asunto suyo declarar la guerra a los delincuentes ¿Entonces para qué crear la Guardia Nacional? ¿Acaso será usada solo para dar tranquilidad, mientras el modelo económico sigue sembrando cada vez más descontento? Pero lo que más se ha dejado ver en estos primeros días es el linchamiento mediático de líderes sociales y del pueblo en general. Del discurso de odio en la televisión se está pasando a los horrendos crímenes para los que, como en el cuento de Edmundo Valadez, la “muerte tiene permiso”. Los casos más sonados son los 134 muertos de Tlahuelilpan, Hidalgo, y el más reciente asesinato de Samir en Morelos. En Puebla, donde la ingobernabilidad prevalecía porque había una gobernadora panista y la oposición era mayoritaria en el Congreso, ya sabemos cómo se resolvió el caso.
En la tercera variable, la corrupción, ocurre que todos somos corruptos menos los amigos del Presidente, los morenistas y los empresarios allegados. Las acusaciones se lanzan a diestra y siniestra, se tuerce la ley a conveniencia y se ven corruptos en todos lados, lo mismo individuos que instituciones. Pero a la fecha no hay ningún pez gordo en la cárcel y, aunque esto se explica con las acciones improvisadas del gobierno, es claro que la supuesta lucha contra la corrupción solo sirve de entretenimiento mediático.
Alguien me dijo, y su sentido común es muy acertado, que esto apenas es el principio. Sí, son apenas los primeros 100 días, pero el Sol no puede ocultarse con un dedo; por mucho que se quiera negar o maquillar la realidad del país, ésta se muestra cruda e inmisericorde, tanto en el campo como en las colonias populares. Y si esta realidad llevó al poder al gobierno de la “Cuarta Transformación”, esta misma realidad pondrá las cosas en su lugar por mucho que el ganso se haga pato.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA