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En 1995, el realizador taiwanés Ang Lee dirige la cinta Sensatez y sentimientos, basada en la novela homónima de la escritora británica Jane Austen, (perteneciente al Romanticismo del Siglo XIX y una novela costumbrista, aunque algunos críticos la consideren novela “psicológica”). El mérito que tienen los buenos directores de cine –cuando trasladan al celuloide una obra literaria– es reflejar con eficacia narrativa la esencia de la historia, la atmósfera social, económica y política en que se desarrolla la misma, la profundidad psicológica de los personajes, sus emociones y aspiraciones más hondas, etc. Desde mi modesto punto de vista, Ang Lee logra en su filme este propósito.
La historia narrada, tanto en la novela como en la cinta, se ubica en la época napoleónica, cuando la burguesía triunfante demolía la estructura económica y la superestructura feudales que languidecían frente al avasallador avance de la clase que –a diferencia de las clases explotadoras de antaño– se enriquecía con la extracción de plusvalía (con el tiempo de trabajo no retribuido a los obreros y cuyos valores morales, ideológicos y políticos eran expresión de la nueva realidad socioeconómica y política, a su vez expresaban los intereses de una clase que enfrentaba a la rancia aristocracia y al proletariado, que también había crecido y se desarrollaba en Europa y otras partes del mundo). En esa etapa del desarrollo del capitalismo y de la burguesía, la ciencia “inspiraba” una nueva forma de “filosofía” que buscaba fundamentar el hedonismo de una clase social que, dado su ascenso económico y social, buscaba los placeres materiales como objetivo central de la existencia humana. A esa clase social, sin embargo, pertenecen grandes escritores como Honorato de Balzac, que la criticó acerbamente en sus obras más lúcidas (Eugenia Grandet y Papá Goriot, por ejemplo), pues esa nueva clase entronizada en el poder había endiosado al dinero y la concentración de éste como propósito máximo e irrenunciable en la existencia social, y esa concentración solo podía obtenerse con una moral ad hoc.
Sensatez y sentimientos es la historia de las hermanas Dashwood: Elinor (Emma Thompson) y Marianne (Kate Winslet), que son desheredadas por su falleciente padre, quien decide dejarle todas sus propiedades y riquezas a su hijo John Dashwood (James Fleet) –producto de su primer matrimonio–, quien les entregará a sus hermanastras una ridícula y miserable pensión anual de 500 libras que solamente les permitirá llevar una vida muy austera. Su situación es de tal naturaleza que viven en su propia casa como huéspedes. Elinor se enamora de Edward Ferrars (Hugh Grant), cuñado de su hermanastro, un introvertido joven que no puede corresponder al amor de Elinor, puesto que ha dado su palabra de compromiso a Lucy. Marianne se enamora de John Willoughby (Greg Wise), un apuesto vecino de la madre e hijas Dashwood. En alguna ocasión, Willoughby auxilia a Marianne cuando ésta tropieza en una colina; queriendo huir de un aguacero, cae lastimándose el tobillo. Willoughby establece una relación amorosa con Marianne, sin llegar nunca a comprometerse ni a establecer un futuro matrimonio. El coronel Brandon (Alan Rickman), un cuarentón a cuya hija sedujo Willoughby, dejándola embarazada, está enamorado de Marianne; ante el temor de ser desheredado, Willooughby se casa con una mujer adinerada.
Elinor y Marianne son polos opuestos por su carácter y temperamento: Elinor es la sensatez y Marianne es los sentimientos; una es la racionalidad y la prudencia, la otra es la emotividad. Ambas hermanas, a pesar de sus diferencias se quieren y se entienden. Sensatez y sentimientos se acerca a la crítica sobre los “valores” de la burguesía en ascenso, sobre la hipocresía de ésta y sobre sus convencionalismos y costumbres, sin llegar a la crítica demoledora que se halla en las obras de Balzac. La cinta recibió varios premios como el Oscar al mejor guion (otorgado a la actriz Emma Thompson), Globo de oro a la mejor película de drama; varios galardones de los premios BAFTA y el Oso de oro del Festival Internacional de Cine de Berlín.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA