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La revolución de los ricos
"Es cierto que mi gobierno era la revolución de los pobres, pero no olviden que también los ricos y los criminales tienen sentimientos, ellos son 'pobres' de espíritu y yo los salvaré”.
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Al principio parecía un simple error; y los millones de fieles seguidores cuestionaban poco algunos de los actos contradictorios del ungido Presidente de México. ¿Por qué parecía tan cercano el gobierno a los hombres más ricos del país? ¿No era el gobierno de los pobres el que había llegado al Poder? “Posiblemente –se respondían los fanáticos seguidores de el “salvador”– es una estrategia que no alcanzamos a comprender, el mesías ve más allá que nosotros, deben existir razones que justifiquen lo aparentemente irracional”.

Pasado algún tiempo, sonaron las trompetas de combate, la corrupción se encontraba amenazada de muerte, el redentor no se tomaba las cosas a la ligera y donde ponía el ojo ponía la bala, los corruptos tenían los días contados. Los fieles vieron cercano el principio del fin del conservadurismo; nos libraríamos de un sopapo de toda la putrefacción del sistema; la palabra del señor era ley y no había qué dudar de la eficacia de su estrategia.

Las cosas no resultaron como esperaban. Escándalos de corrupción en la propia familia del mesías, hermanos recibiendo sobres, primos estafando al Estado, hijos con mansiones millonarias. “Calma, calma –pensaron los discípulos– esto debe tener una explicación. Recuerden que no por nada es «el Único», si Jesús tenía a su lado a Judas, es normal que entre los que le rodean haya también pecadores”. La situación se complicaba, los atentados a la lógica y al sentido común eran cada vez más constantes; los seguidores, sin embargo, no perdían el talante.

Así pasaron algunos meses, los actos de corrupción se incrementaban en las propias narices del redentor; los pobres solo progresaban el arte de no morirse de hambre. Sin embargo, la simpatía, si no crecía, al menos se mantenía. La estrategia funcionaba: Panem et circenses.

Los gritos de la realidad comenzaban a oírse, apenas como ligeros susurros, en los oídos de la fanaticada. ¿Cómo justificar que, en el año más crítico de la historia moderna de México, Carlos Slim, el hombre más rico del país, haya incrementado su fortuna alcanzando los 81.2 mil millones de dólares? ¿Cómo era posible que precisamente en el gobierno de los pobres, ocho de los 10 más grandes multimillonarios de México incrementaran su fortuna en un 28 por ciento durante este último año, mientras la población en condición de pobreza pasaba de 51.9 millones a 55.7 millones el mismo periodo?

Cuando todo parecía perdido, cuando ya no había otra alternativa que declarar: “sí, somos el gobierno de los ricos”, cuando incluso los más enajenados empezaban a desempolvar la inteligencia, el mesías, con su visión única, encontró una nueva salida: “hermanos –les dijo– algunos empiezan a dudar, pero déjenme explicarme: es cierto que mi gobierno era la revolución de los pobres, pero no olviden que también los ricos y los criminales tienen sentimientos, ellos son “pobres” de espíritu y yo los salvaré”.

En otras palabras, los fieles se conformaron con esta nueva salida: “Se ayuda también a los de arriba, yo les puedo decir que no hay un rico de México que en el tiempo que llevamos gobernando haya perdido dinero, y a las pruebas me remito. Al contrario, les ha ido bien”.

El mesías ponía las cosas realmente difíciles para sus cada vez menos convencidos discípulos. Al evidenciarse que realmente el nuevo gobierno, detrás de toda la fachada, palabrería y moralidad baratas, escondía intereses de clase. Cuando ya no pudo ocultarse que la “revolución” de 2018 fue realmente “la revolución de los ricos”; al quedar desenmascarado el salvador como un enviado realmente pérfido de la burguesía nacional, nuestra política pasó de lo surrealista a lo absurdo. Los fanáticos, un poco enfurecidos, preguntaban: ¿por qué, señor, los ricos son más ricos que antes?, ¿por qué, señor, los pobres son más pobres y miserables que antes? La respuesta sería sorprendente: “Los ricos son más ricos porque tal vez aquello que dijimos repudiar no era tan malo, los pobres son más pobres porque tal vez «el modelo neoliberal no es del todo malo”.

¿Serán sus fanáticos tan intencionalmente ciegos que lleven esta farsa hasta sus últimas consecuencias? Para todos aquellos que han recapacitado y para los que supieron ver la tragedia antes de su llegada, la tarea, en esta comedia de los errores, es criticar, desenmascarar y demostrar que, en México, después de este gobierno, solo habrá un ganador y nada más que un perdedor, el mismo de siempre; los ricos saldrán fortalecidos y los pobres, aquellos que hoy todavía defienden a su verdugo, saldrán mucho peor de como entraron. Solo la crítica y la conciencia de las masas podrá revertir el daño que hoy resiente en sus entrañas el pueblo de México.


Escrito por Abentofail Pérez Orona

COLUMNISTA


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