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El documental comienza señalando cómo, poco antes y durante la Segunda Guerra Mundial, se inició una frenética lucha entre los países beligerantes de la más grande conflagración que ha padecido la humanidad, para lograr inventar la bomba nuclear. El miedo de los gobiernos que lucharon contra la Alemania fascista fue –durante los años de la guerra mundial–, que esta nación lograra inventar y fabricar el temible artefacto antes que cualquier otra nación. Era tan grande ese temor, que los científicos y dirigentes políticos coincidían en que si Alemania hubiese tenido en sus manos la bomba nuclear primero, hubiese resultado vencedora en esa guerra, con las consecuencias que eso conllevaba. Por eso, el gobierno gringo se apresuró a la fabricación de la bomba atómica y destinó ingentes recursos financieros y humanos para lograrlo. Instrumentó el llamado Proyecto Manhattan. 56 mil científicos trabajaron en Los Álamos, Nuevo México bajo la dirección del general Leslie Groves, quien le encomendó al físico nuclear Robert Oppenheimer que dirigiera la fabricación. Para lograr su propósito, el gobierno gringo invirtió más de dos mil millones de dólares y logró almacenar mil 200 toneladas de uranio.
En 1942, Japón invadió las islas Filipinas y Adolfo Hitler ya tenía controlada la mayor parte de Europa Occidental y había invadido la Unión Soviética. Esta situación obligó al gobierno estadounidense a acelerar la fabricación de las primeras bombas nucleares. En abril de 1944 murió Franklin Delano Roosevelt, por lo que Harry S. Truman asumió la presidencia de Estados Unidos (EE. UU.) y siguió impulsando a los científicos de Los Álamos. Para mayo de 1945, la URSS había derrotado a los nazis, realizando la hazaña de vencer al grueso del ejército de Hitler (los germanos tenían casi el 80 por ciento de sus tropas y sus armamentos en esta gran nación). Pero Japón continuaba la guerra contra EE. UU. en la cuenca del Océano Pacífico. El gobierno yanqui, al tener ya en sus manos las primeras bombas nucleares, decidió lanzarlas sobre dos ciudades japonesas: Hiroshima y Nagasaki. En ambas ciudades murieron más de 150 mil personas en cuestión de minutos.
Japón se rindió solo después de haber recibido la segunda bomba nuclear (Nagasaki). Pero, lejos de dejar de fabricar bombas, los halcones yanquis siguieron produciendo en serie este tipo de artefactos y siguieron detonando bombas en forma “experimental”; en 1946 detonó una bomba nuclear cuyo poder equivale a 20 mil toneladas de TNT. En ese mismo año, el gobierno gringo hizo estallar una bomba mucho más poderosa bajo el agua del océano Pacífico. Aparentemente no hubo problemas con los barcos de la Armada gringa, pero al poco tiempo se dieron cuenta de que la radioactividad no solo contaminó agua, sino los barcos y cientos de marinos. Estos experimentos abrieron el debate sobre el uso de las bombas nucleares, dados sus terribles efectos para los seres humanos y los seres vivos. Incluso se empieza a cuestionar la utilización de las bombas en Japón: ¿era necesario lanzar las bombas en las dos ciudades, matando casi instantáneamente a tantos seres humanos?
En 1947, la URSS detonó, en Kasajstán, su primera bomba nuclear. El socialismo soviético no se confiaba de los afanes imperiales que buscaban la oportunidad para someter a la heroica Unión Soviética. Al ver el avance soviético en la creación de bombas nucleares, EE. UU. se embarcó en la creación de la bomba de Hidrogeno, la bomba termonuclear, inmensamente más destructiva que las bombas atómicas. El presidente Truman argumentaba que esa bomba era “para contener a la URSS, pues hay que acabar con la odiosa esclavitud comunista”.
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Escrito por Cousteau
COLUMNISTA