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Hombres de negocios (I de II)
En la cinta de John Wells, se aborda un fenómeno económico y social que tiene su causa en la estructura del sistema capitalista. Se aborda el desempleo y sus nocivas consecuencias.
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Al sistema capitalista de producción, sus panegiristas lo han caracterizado como el sistema más justo, dado que todos los seres humanos tenemos oportunidad de avanzar en la escala social, siempre y cuando seamos trabajadores, disciplinados, ausentes de vicios y comportamientos que impidan la realización de nuestros objetivos. En el capitalismo, dicen esos mismos panegiristas, cualquier persona puede ir escalando hacia arriba en el estatus económico y social. Partiendo de este planteamiento idílico, en el orden social capitalista, los que “triunfan” en la sociedad son personas muy inteligentes y cuyas capacidades intelectuales y físicas, sumadas a una voluntad férrea y disciplinada les permiten ubicarse dentro de las clases pudientes e incluso en las élites plutocráticas. Sin embargo, si el sociólogo, el economista, el investigador histórico, etc., observa con detenimiento y objetividad el movimiento de ascenso y descenso en la escala social, podrá ver con claridad tres fenómenos objetivos recurrentes en la movilidad social, fenómenos estudiados con mucha profundidad por el marxismo. Primero: la mayoría de los hombres “exitosos”, los que ocupan la cima económica en el capitalismo, son descendientes de capitalistas, heredaron su riqueza de sus progenitores.

Segundo: al rastrear el origen de las fortunas de los hombres más ricos de la sociedad, el investigador científico tiene por fuerza que dar con el fenómeno que se conoce como acumulación originaria del capital, es decir, la riqueza concentrada en manos de los potentados tuvo un origen ancestral, producto –como señaló científicamente Carlos Marx– del robo, del despojo, muchas veces violento, de la riqueza que los pequeños productores del campo y la ciudad habían obtenido de su trabajo personal. Tercero: la existencia y crecimiento de esas enormes fortunas de los plutócratas, es el incontrovertible hecho de que se origina en el plus producto que se arrebata cotidianamente a los trabajadores de forma “legal” bajo el disfraz de un trato “entre iguales”; un trato entre el dueño de los medios de producción y aquellos que solo pueden vender su fuerza de trabajo. Pero no existe tal igualdad; el dueño de los medios de producción impone sus condiciones y logra cotidianamente quedarse con el valor creado por los trabajadores; ese valor arrebatado es la verdadera fuente de su riqueza.

En la cinta Hombres de Negocios (2010), del realizador norteamericano John Wells, se aborda un fenómeno económico y social que tiene su causa en la estructura del sistema capitalista.

Se aborda el desempleo y sus nocivas consecuencias en los seres humanos que lo padecen. Bien señalan los economistas y sociólogos que se basan en el materialismo histórico, cuando nos indican que, a diferencia de otros sistemas socioeconómicos, el capitalismo condena a millones de seres humanos a vivir sin trabajo, a padecer uno de los peores flagelos de la humanidad.

La historia de Wells se centra en la vida de tres ejecutivos de la poderosa empresa que construye barcos GTX Corporation. Después de la crisis de 2008-2009, las empresas se ajustan a los tiempos y necesidades del mercado y hacen recortes de personal; no solo a trabajadores directos, sino también a parte del núcleo que dirige la empresa. Bobby Walker (Ben Affleck) es el primero de los ejecutivos despedidos. Bobby no quiere que vecinos y familiares se enteren de su desgracia, pues siente como si tener que presentarse ante su círculo cercano como un fracasado fuera el peor de los estigmas; pero el orden social es implacable y, poco a poco, va obligando a Bobby a aceptar su terrible realidad: primero se muda con su familia a vivir en la casa de sus padres, y después de un larga e infructuosa búsqueda de trabajo como ejecutivo, tiene que aceptar trabajar como albañil para una pequeña compañía de su cuñado, Jack Dolan (Kevin Costner). Bobby nunca pierde la fe en recuperar su antiguo estatus, aunque eso sea prácticamente imposible.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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