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Por fin reacciona la administración Biden ante los escándalos surgidos de la computadora del hijo del presidente, Hunter Biden. Este bueno para nada, célebre sobre todo por sus correrías como drogadicto y proxeneta, llegó a convertirse en administrador de una gran compañía –Burisma Holdings– dedicada a la extracción de gas natural en Ucrania, actividad sobre la cual Hunter Biden no sabe absolutamente nada. Este hijo del presidente estadounidense Joe Biden fue utilizado como testaferro y firmó todo tipo de grandes contratos en diferentes países, a los que viajaba en aviones oficiales del gobierno de Estados Unidos (EE. UU.). Ahora, desde la Casa Blanca, su padre presidente inicia una operación tendiente a enterrar esos escándalos, que incluso lo han obligado a emprender una especie de “limpieza” en el gobierno ucraniano.
Con el paso de los meses, los electores estadounidenses se alejan más y más del presidente Joe Biden. Muchos de los que votaron por él ahora dicen en los sondeos de opinión que se arrepienten de haberle dado su voto. Algunos aseguran incluso que si hubiesen tenido conocimiento de los escándalos que rodean a su hijo, Hunter Biden, nunca habrían confiado en Joe Biden para dirigir el país.
Durante la campaña previa a la última elección presidencial estadounidense, el Partido Republicano recurrió a la Comisión Electoral Federal porque las redes sociales Twitter y Facebook estaban censurando miles de cuentas que mencionaban las revelaciones del New York Post sobre el contenido de la computadora de Hunter Biden. La Comisión Electoral Federal desechó la reclamación del Partido Republicano. Pero los Twitter Files, divulgados por el nuevo dueño de la red social, Elon Musk, demuestran detalladamente cómo el FBI y una agencia de inteligencia –probablemente la CIA– recurrieron a los responsables de Twitter y de Facebook para que censurar la información.
En algún momento yo mismo expresé a través de este sitio web mi sorpresa ante el hecho de que el hijo de un vicepresidente estadounidense, el hoy presidente, pudiese viajar por todo el mundo en aviones oficiales dando así la impresión de ser un enviado gubernamental, cuando en realidad era solo un drogadicto. En mi opinión, ese abuso de poder es un síntoma de la decadencia del imperio estadounidense.
En todo caso, la nueva mayoría republicana en la Cámara de Representantes tiene intenciones de abrir toda una serie de investigaciones, principalmente sobre la implicación del propio Joe Biden en los turbios negocios de su hijo Hunter. Si esas investigaciones llegaran a prosperar es evidente que podrían dar lugar a un pedido de destitución (impeachment) contra el presidente Joe Biden.
Es importante recordar que, siendo Joe Biden vicepresidente –durante los dos mandatos presidenciales de Barack Obama–, el fiscal general de Ucrania fue sobornado con siete millones de dólares para que no metiera las narices en los asuntos de Burisma Holdings, empresa que reclutó a Hunter Biden como administrador. Posteriormente, aquel mismo fiscal –aparentemente ya demasiado “goloso”– fue expulsado del parlamento ucraniano, como resultado de presiones de EE. UU., la Unión Europea, el FMI y el Banco Mundial, que querían salvar así, a “bajo costo”, al propietario de Burisma y a la exprimer ministro Yulia Timochenko.
En EE. UU., país eminentemente puritano, la opinión pública se interesó inicialmente en el hecho de que Hunter Biden solía contratar prostitutas y en su adicción por las drogas… antes de darse cuenta de que sus manejos sucios financieros eran mucho más importantes.
A partir de aquel momento, el caso de Hunter Biden, hasta entonces escamoteado por tres altos responsables de la llamada “comunidad de inteligencia” estadounidense, que cataloga todo el asunto como “desinformación rusa”, se volvió un problema capaz de causar grandes estragos.
Ahora ya resulta extremadamente difícil seguir negando los hechos, al extremo de que la universidad de Harvard acaba de anunciar el cierre de su Technology and Social Change Project, estructura que constantemente negó la existencia de la hoy famosa computadora de Hunter Biden, afirmando que se trataba solo de una fake news.
Hasta ahora, los ciudadanos que daban importancia a este escándalo eran considerados simples “conspiracionistas” o “complotistas”, adeptos de la “extrema derecha” del expresidente Trump y lectores de medios de prensa no recomendables mientras se daba a entender que la clase dirigente, al contrario, había sido capaz de ver que todo era solo un “rumor popular”, una simple fake news. Había dos bandos: el de los lectores del New York Post –la publicación que reveló el escándalo– y el de los lectores del New York Times, que siempre negó todo.
Entre los numerosos manejos financieros del hijo de Joe Biden, hay dos que llaman singularmente la atención. El primero tiene que ver con un supuesto espía chino y podría indicar la existencia de un tráfico de influencia al servicio de una potencia extranjera. El segundo está vinculado a las actividades de Hunter Biden en Ucrania, principalmente con su nominación –junto a su compinche Devon Archer, quien siendo estudiante universitario vivió con Christopher Heinz, el hijastro del exsecretario de Estado John Kerry– como miembro del consejo de administración de Burisma Holdings, empresa dedicada a los hidrocarburos. Ése es el grupo al que el presidente ruso Vladimir Putin se refería como una “banda de drogadictos y de neonazis”, cuando explicó el envío de las fuerzas armadas rusas a poner fin a la guerra civil en Ucrania, en aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Esta semana, dos acontecimientos, aparentemente no vinculados entre sí, han venido a modificar el panorama. Es posible que hayan sido montados por, o en colaboración con, David Brock, el especialista de la propaganda que el candidato Joe Biden contrató en 2016 para utilizarlo contra el presidente Trump. David Brock estuvo un tiempo fuera del escenario, por problemas de salud, pero ahora está de regreso.
Hunter Biden ha contratado a Abbe Lowell, uno de los abogados más famosos de EE. UU. Y Lowell ha solicitado que se abra una investigación penal contra todas las personas que tuvieron algún papel en la divulgación del contenido de la famosa laptop de su cliente. Entre esas personas están el exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, y el exconsejero presidencial de Donald Trump, Steve Bannon. El abogado de Hunter Biden estima que esas personas violaron la vida privada de su cliente y les ha enviado correos electrónicos donde las conmina a retractarse de las conclusiones que sacaron de la difusión del contenido de la laptop, o sea, a enterrar el asunto.
Al mismo tiempo, una delegación estadounidense de funcionarios del Departamento de Estado, del Departamento de Defensa y de la USAID viajó a Ucrania para “aconsejar” al gobierno de Zelenski “limpiar” un poco el establo.
Oficialmente, el objetivo de la delegación estadounidense sería velar por que los fondos que Washington tan generosamente entrega a Kiev no sean malversados por funcionarios corruptos. Pero en realidad se trata de eliminar los peones que se han convertido en molestias, sin tocar a los otros.
A eso se debe la serie de 14 dimisiones que se reportó en Ucrania, en solo dos días. Abandonaron sus cargos cinco gobernadores regionales –Valentin Reznitchenko (Dnipropetrovsk), Oleksandre Starukh (Zaporiyia), Dimitro Jivitski (Sumy), Yaroslav Yanuchevich (Jerson) y Oleksii Kuleba (Kiev)–, cuatro viceministros –entre ellos el viceministro de Defensa, Viacheslav Chapovalov, y el de Infraestructuras, Vasil Lozinski– y dos responsables de una agencia gubernamental, además del jefe adjunto de la administración presidencial, Kirilo Timochenko, y del fiscal general adjunto, Oleksiy Simonenko.
Los medios occidentales reportaron fielmente ese inicio de “limpieza”. Pero muy pocos hablaron de lo que vino después, aunque es mucho más importante. Unidades del SBU realizaron un registro en el domicilio del oligarca Ihor Kolomoiski, quien en su momento financió simultáneamente al hoy presidente ucraniano Volodímir Zelenski y a los nacionalistas integristas, herederos de los colaboradores ucranianos de los nazis. Además, Kolomoiski era precisamente el dueño de… Burisma, empresa que compró a Mikola Zlochevskii… en 2011, o sea antes de que Hunter Biden se convirtiera en miembro de su consejo de administración. Por supuesto, el artículo del Anticorruption Action Center sobre el cambio de dueño de Burisma fue retirado hace mucho tiempo de su sitio web.
La detención del mafioso Ihor Kolomoiski elimina las huellas de numerosos problemas. Kolomoiski es el testigo clave que pudiera vincular al presidente Zelenski con los nacionalistas integristas. En otras palabras, Kolomoiski puede demostrar la relación existente entre el supuesto defensor ucraniano de la democracia y las fuerzas antidemocráticas, entre una personalidad de origen judío y los herederos de una corriente ideológica ucraniana que se destacó masacrando judíos antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Para los “Hombres del Presidente”, Kolomoiski es además el principal personaje ucraniano capaz de demostrar la corrupción de Hunter Biden y posiblemente la del propio Joe Biden.
Vale la pena recordar que, en 2019, el secretario de Energía de EE. UU., Rick Perry, al parecer informó a Rudy Giuliani de las confidencias que el propio Zelenski le hizo sobre Hunter Biden, durante su investidura. El presidente Donald Trump solicitó entonces a los ucranianos información sobre los resultados de sus investigaciones. Pero la solicitud fue dada a conocer, el presidente Trump fue acusado de actuar por venganza y la mayoría demócrata en el Congreso lanzó contra él un nuevo procedimiento para destituirlo.
El caso de Hunter Biden es como un armario lleno de gavetas. Washington está tratando de “enterrar” el papel de Hunter Biden en Burisma. Pero también tendrá que “echar tierra” a las actividades de los biolaboratorios estadounidenses en Ucrania, instalaciones que operaban a través de Rosemont Seneca Technology Partners (RSTP), una de las firmas que Hunter Biden había creado junto a Christopher Heinz, el hijastro del exsecretario de Estado de la segunda administración Obama y hoy enviado especial del presidente Joe Biden para el clima, John Kerry.
*Thierry Meyssan es un intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del 11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las "primaveras árabes" (2017).
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Escrito por Thierry Meyssan / Red Voltaire
Intelectual francés, presidente-fundador de Red Voltaire y de la Conferencia Axis for Peace.