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“Dickens ha proclamado más verdades de calado social y político que todos los profesionales de la política, agitadores y moralistas juntos”: Carlos Marx
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Charles Dickens fue un autor (contemporáneo a Carlos Marx y Federico Engels) que, sin ser marxista, plasmó en sus obras las duras condiciones en que vivían los obreros, en especial los niños-obreros. Entre sus múltiples obras, destaca la que Dickens publicaría periódicamente: “Tiempos difíciles”; en ella, describe la miseria vivida por los habitantes de Coketown, una ciudad ficticia del norte de la Inglaterra victoriana.
Hoy es navidad. Si bien es cierto que el espíritu navideño de buena fe reina en millones de corazones, los dueños de los medios de producción, de las mercancías, del poder y del dinero hacen de estas fechas una hecatombe consumista que refleja el grado de enajenación a la que tienen sometidos a millones de seres humanos: filas interminables de zombies deambulan por centros comerciales como si no existiera el contraste tan polarizado entre la abundancia de unos pocos y la miseria de la inmensa mayoría de seres humanos.
“Cuento de Navidad” es quizá el relato navideño más famoso de Dickens y que más veces ha sido adaptado al cine (también conocido como “Una canción de navidad” y que originalmente lleva el nombre de “A Christmas Carol”). Esta novela corta fue escrita en 1843, al calor del capitalismo dominante de Inglaterra, contemporánea a la obra de Marx y Engels y sólo cinco años antes de la publicación del “Manifiesto del Partido Comunista” y la oleada revolucionaria de 1848.
El relato narra la vida de Scrooge, un hombre avaro que maltrata a sus empleados, desprecia a los pobres y que odia la navidad porque es un festejo que no lo hace “ni una hora más rico”. Es precisamente el 24 de diciembre cuando se le aparecen tres fantasmas, el del pasado, el del presente y el del futuro, para hacerle conciencia de que lo que hace está mal. Seguro, quienes no han leído el libro sí han visto al menos una película y saben de qué hablo.
Si hago referencia a estas dos obras es porque, por un lado, las injusticias de Scrooge pueden ser identificadas con muchas de las que vivimos actualmente. Si bien es cierto que Scrooge se transforma finalmente en un hombre mejor, abrazando el espíritu navideño, eso no deja de estar muy lejos de los Scrooge del mundo actual. Es evidente, no obstante, que la crítica de Dickens no contenía un análisis económico y político profundo, y al final no pudo ir más allá de la indignación moral ante la pobreza y la quiebra de la virtud humana. A pesar de eso, Marx sabía que no hay mayor educación política que la realidad tal como es.
Por otro lado, estamos viviendo aquellos “tiempos difíciles” que Dickens describiera en su obra: miles de trabajadores siguen padeciendo horas intensas de trabajo con un salario miserable, la riqueza se concentra cada vez más en menos manos, generando mareas de pobres que a diario se disputan su vida con la muerte. Millones son los niños explotados en todos los rincones del mundo, salvo en excepciones esperanzadoras. Esta obra, por tanto, nos enseña que no bastan la educación y los números para una vida feliz.
Quiero terminar platicándoles lo siguiente. Acudí con mucho interés a escuchar las palabras del ingeniero Aquiles Córdova Morán, dirigente social que a leguas se le mira lo culto y entregado a la causa por la que lucha. Haciendo una certera y bella analogía entre la sociedad y el bosque, el orador sacaba la siguiente conclusión: “cada uno de nosotros es un árbol que pertenece al gran bosque humano que se llama México, que es lo que le llamamos la patria mexicana, pero como estamos acostumbrados a pensar sólo en el árbol, nos olvidamos también de la patria, nos olvidamos del todo humano al que pertenecemos y, sobre todo, nos olvidamos de que lo que nosotros tenemos, lo que somos, lo que disfrutamos y hasta lo que sufrimos viene también de lo que hacen los demás hombres, que el destino de un mexicano depende del de todos los mexicanos, que el destino de cada familia depende de todas las familias de México, que el destino de un obrero depende de todos los obreros de México y del mundo. Por eso, cuando nos hablan de políticas que no nos afectan directamente, nos mostramos indiferentes y hasta nos aburrimos, hasta nos enfadamos, porque pensamos que a nosotros no nos importa, pero nos equivocamos, acuérdense que el árbol sin el bosque se muere, que el hombre sin la sociedad también se muere, que para que a cada mexicano le vaya bien, le tiene que ir bien al país entero”. No podría estar más de acuerdo con él.
Así que, queridos lectores, pensemos en el bosque completo para no terminar siendo como la familia Gradgrind, porque si la literatura tiene una razón de ser, es elevar en nosotros un espíritu de solidaridad que no sólo dure la Navidad, sino todo el año. Las obras de Dickens son tan vigentes porque revelan la realidad del capitalismo, porque lo muestran tal como es y porque nos enseñan que no podemos mantenernos indiferentes ante las injusticias, debido a que la actitud de los dueños del poder y del dinero nos está afectando a todos. Estrechemos los lazos y preparémonos para los “tiempos difíciles”, porque es evidente que los Scrooge actuales no piensan cambiar ante la aparición de aquellos fantasmas. Sin embargo, creo que sí se la están pensando ante el fantasma que ya recorre México y el mundo y que ha dicho:
“-¡Amigos míos, obreros oprimidos de Coketown! ¡Amigos míos y compatriotas, esclavos de una mano de hierro y de un despotismo martirizador! ¡Amigos míos, compañeros de sufrimiento, compañeros trabajadores y compañeros hombres como yo! Os anuncio que ha llegado la hora de que nos agrupemos todos como una sola fuerza unida, y que pulvericemos a los opresores que durante tanto tiempo han engordado con el saqueo de nuestras familias, con el sudor de nuestra frente, con el trabajo de nuestras manos, con la fuerza de nuestros músculos, con los derechos humanos más gloriosos que Dios creó, con los dones sagrados y eternos de la fraternidad.”
¡Mexicanos de todos los sectores, uníos!
Escrito por Editorial Esténtor
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