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Computación cuántica: supremacía y control
Los desarrolladores y promotores de la computación cuántica no piensan ni crean beneficios para el pueblo pobre.
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La compañía multinacional estadounidense Google LLC, productora de software y dispositivos electrónicos, especializada en la búsqueda de contenidos en Internet, difundió el miércoles 23 de octubre que había diseñado una máquina cuántica capaz de resolver en tres minutos y 20 segundos un problema de cálculo matemático que a las supercomputadoras más rápidas del mundo les tomaría 10 mil años.

La noticia causó gran reacción en otras compañías multinacionales, entre ellas la International Business Machines Corporation (IBM), que también tiene científicos desarrollando computación cuántica. El suceso no es para menos, pues los expertos en el tema opinan que quien disponga de supremacía cuántica tendrá el control en seguridad nacional, en criptografía y en el desarrollo de nuevos medicamentos.

El adelanto publicado por Google anuncia el surgimiento de computadoras que pueden almacenar y procesar mucha más información que sus parientas “clásicas”, ya que las nuevas están diseñadas con tecnología desarrollada por la mecánica cuántica; es decir, poseen un dispositivo informático que utiliza los fenómenos de la mecánica cuántica (superposición, entrelazamiento, etc.) para transmitir y procesar datos. A diferencia de una computadora ordinaria que opera con bits (capaces de tomar 0 o 1), la cuántica opera con qubits que tienen la capacidad de tomar 0 y 1; es decir, si la computadora clásica registra un lenguaje binario de la forma 101 para comunicarse con el ser humano, la computadora cuántica registrará como lenguaje las siguientes series: 000, 001, 010, 011, 100, 101, 110, 111; es decir, dos a la potencia tres, y así sucesivamente; si el mensaje constara de n cifras en la computadora clásica, en la cuántica se tendrían dos a la potencia n mensajes. Esto significa que pueden procesarse todos los estados posibles al mismo tiempo, logrando una superioridad significativa sobre las computadoras ordinarias.

La computación cuántica nació a principios de la década de 1980, cuando el físico estadounidense Paul Benioff propuso un modelo mecánico cuántico a partir de la máquina de Turing. Más tarde, el físico estadounidense Richard Phillips Feynman (1918–1988) y el matemático soviético Yuri Ivánovich Manin, quien aún vive, sugirieron que una computadora cuántica podría realizar simulaciones que estaban fuera del alcance de las computadoras ordinarias. En 1944, el matemático estadounidense Peter Shor Williston desarrolló un algoritmo cuántico de factorización con números enteros exponencialmente más rápido que el mejor algoritmo conocido actualmente. Este algoritmo provocó un avance en el intercambio de claves asimétricas conocido como RSA (Rivest, Shamir y Adleman), sistema criptográfico de clave pública. Pero el algoritmo cuántico de factorización de números enteros muy grandes demostró, además, que los protocolos criptográficos más utilizados actualmente son vulnerables a un adversario con una computadora cuántica.

En síntesis, la compañía, institución o país que tenga supremacía cuántica mejorará su seguridad nacional por medio de criptografías cuánticas e impondrá un control total sobre los demás países subdesarrollados que, como México, no tienen desarrollo tecnológico propio. O sea que nuestro sometimiento hacia el vecino del norte en esta materia se reforzará con la computadora cuántica creada por Google. Las informaciones secretas del Estado mexicano serán fácilmente obtenidas y lo harán aún más vulnerable.

Los desarrolladores y promotores de la computación cuántica no piensan ni crean beneficios para el pueblo pobre. Al contrario, esta nueva tecnología estará al servicio del sistema económico mundial para que éste disponga de mayor vigilancia y control sobre posibles brotes de inconformidad. De igual forma ocurrirá con los medicamentos generados por la computación cuántica, que estarán pensados y elaborados a un costo muy alto, solo accesible a los poderosos y no podrán curar a los más pobres del planeta. No nos dejemos deslumbrar por los avances tecnológicos y sus posibles “beneficios”. El mundo entero necesita una nueva política para hacer ciencia, para que lo producido sea en beneficio de la humanidad y no excluya a nadie.


Escrito por Romeo Pérez Ortiz

Doctor en Fisica y Matematicas por la Universidad Estatal de Lomonosov de Moscu, Rusia


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