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El Ruiseñor del Catuche
no ha dejado de cantar
porque el pueblo dice en su canto,
canto de pueblo inmortal…
Gualberto Ibarreta
En 2020 se cumplieron 100 años del nacimiento de Aquiles Nazoa, El Ruiseñor del Catuche, poeta del pueblo venezolano. Su obra demuestra que el hombre sencillo es capaz de entender el hondo mensaje de la poesía y que la literatura dirigida a los trabajadores no tiene por qué ser trivial o simple. Enemigo del autoritarismo, las formalidades, la vulgaridad, el lugar común y la hipocresía, la sencillez de su mensaje se refleja en la forma en que imaginara su propio funeral. Fallecido el 25 de abril de 1979 en un accidente automovilístico, su hijo Claudio compartiría su Testamento 1975, hallado en un cajón del escritorio del poeta: “La noción de lo que es vivir, me ha llegado muy tarde. Permítanme, queridos deudos, organizadores de mi sepelio, evitarse la ampulosidad del coche fúnebre en el que habéis convenido enviarme al otro mundo como un hediondo paquete y dejadme ir por los propios pasos que marca mi corazón”. Y a propósito de la digna sinceridad que le debemos a los muertos, en Amor, cuando yo muera, (Humor y Amor, 1962) rechaza todo aspaviento innecesario en el momento póstumo, al pedirle a su futura viuda:
Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda,
ni llores sacudiéndote como quien estornuda,
ni sufras "pataletas" que al vecindario alarmen
ni para prevenirlas compres gotas del Carmen.
No te sientes al lado de mi cajón mortuorio
usando a tus cuñadas como reclinatorio;
y cuando alguien, amada, se acerque a darte el pésame,
no te le abras de brazos en actitud de ¡Bésame!
Hazte, amada, la sorda cuando algún güelefrito
dictamine, observándome, que he quedado igualito.
Y hazte la que no oye ni comprende ni mira
cuando alguno comente que parece mentira.
Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda:
Yo quiero ser un muerto como los de Neruda;
y, por lo tanto, amada, no te enlutes ni llores:
¡Eso es para los muertos estilo Julio Flórez!
No se te ocurra, amada, formar la gran "llorona"
cada vez que te anuncien que llegó una corona;
pero tampoco vayas a salir de indiscreta
a curiosear el nombre que tiene la tarjeta.
No me grites, amada, que te lleve conmigo
y que sin mí te quedas como en "Tomo y Obligo",
ni vayas a ponerte, con la voz desgarrada,
a divulgar detalles de mi vida privada.
Amor, cuando yo muera no hagas lo que hacen todas;
no copies sus estilos, no repitas sus modas:
Que aunque en nieblas de olvido quede mi nombre extinto,
¡sepa al menos el mundo que fui un muerto distinto!
Es autor, entre otras obras, de Poesías costumbristas, humorísticas y festivas (1963) y Gusto y regusto de la cocina venezolana (1973). El poeta Enhumorado, edición del Gobierno Bolivariano de Venezuela por el centenario del nacimiento de Aquiles Nazoa publica, a propósito del asunto culinario, el poema Exaltación de la sopa de cebolla, en el que da cuenta de su amplia cultura gastronómica y sus dotes de gran comensal; si hay algo que los hombres de todos los tiempos, culturas y clases sociales han hecho es comer; y con el pretexto de hacer la historia de un plato de origen humilde y “venido a más” nos muestra la diferencia entre la mesa de las élites y la de los desheredados de todos los tiempos.
Señores invitados e invitantes:
Permitid que me asome unos instantes
a este sápido altar de suculencias
donde dictan su norma los trinchantes
y vosotros, conspicuos oficiantes,
proclamáis la más noble de las ciencias;
permitidme, señoras y señores,
que alzadas nuestras copas como flores,
ciña el viejo laurel mi musa criolla
para exaltar la sopa de cebolla.
Yo las sopas probé más exquisitas,
yo dormí los más próvidos mondongos,
yo fui barquero chino en la de hongos
y astrónomo en la sopa de estrellitas;
yo fui Drake en la sopa de tortuga
y en la sopa de pan fui el Lazarillo,
comprendí en la de coles a la oruga
y en la de ajo a los cuadros de Murillo;
no hubo, en fin, en el mundo una sopera
donde yo mi cuchara no metiera.
Pero frente a esta sopa de cebolla
que más que un comestible es una joya,
con las otras me pongo en pie de guerra,
y declaro al chocar de nuestras copas:
¡la cebolla es la perla de la tierra
y esta sopa es la perla de las sopas!
Hoy gran dama, ayer moza de hostería,
la cebolla en un tiempo sufrió tanto
que a pesar de los años, todavía
todo el que se le acerca vierte llanto.
Como una Cenicienta sin madrina,
su infancia fue el rincón de una cocina
donde llegó a manjar de baja estofa,
pitanza de mendigos y juglares,
en tanto que en la mesa de los Pares
triunfaban el faisán y la alcachofa.
Ella fue de Villon musa y divisa,
ella de Pantagruel cantó la risa;
su historia juvenil es tan sencilla
que en dos versos la cuenta el menos parco:
ella lloró en Compiegne con Juana de Arco
y estuvo con el pueblo en la Bastilla.
Hasta que por su dicha y por la nuestra,
apareció Escoffier en la palestra,
y como quien del cieno alza una estrella,
o como el que en un rastro encuentra un Goya,
probó Escoffier la sopa de cebolla
y descubrió lo noble que hay en ella.
Y entonces le enseñó buenos modales;
de aroma y de sabor le dio lecciones,
la enseñó a comedirse en las porciones
y la sentó a las mesas señoriales.
Y así pasó derecho, de la nada,
a Madame Recamier sopificada.
¡Loado de Escoffier el nombre sea,
loada, donde quiera que haya un plato
esa nariz vidente cuyo olfato
trocó a Teresa Panza en Dulcinea!
Y a ti, sopa de luna derretida,
para ti, flor de lis de la comida,
las letras de mi canto cambio en flores,
y así anunció con lengua florecida:
Caballeros, la sopa está servida.
¡Cantemos al Amor de los Amores!
Su humor inteligente produjo obras como Caperucita Roja Criolla (1955), versión venezolana e iconoclasta del famoso cuento infantil; Poesías para colorear (1958) que contiene poemas para ser comprendidos por adultos siempre que se acerquen a ellos con el alma limpia de la infancia. El extraordinario ensayista que fuera Nazoa se revela en Cuba, de Martí a Fidel Castro (1961), en donde aborda con admiración la hazaña de la nación antillana que, bajo el asedio imperialista construyera una patria de justicia y progreso. De la Revolución Cubana dirá que “ha levantado, en lo alto de la Sierra Maestra, una bandera de fraternidad que ha convertido a los pueblos de América en pueblos viajeros”. Su internacionalismo se hace presente, con igual entusiasmo, cuando protesta contra el imperialismo que se ensaña sobre otra Isla Cautiva, Puerto Rico, a la que compara con la doncella Andrómeda, atada a orillas del mar para ser devorada por la bestia y así aplacar su furia.
Atada al mar, Andrómeda lloraba...
Lope de Vega
Con el costado abierto,
perseguida por hélices y quillas,
yo te vi desde el puerto.
Sangrante y de rodillas
llorabas frente al mar de las Antillas.
Yo vi en la mar salada
confundidas la espuma y tus cadenas,
yo te vi encadenada
y por manos ajenas
cautiva tu bandera en las arenas.
De agudos alfileres
yo te vi herida: ¡carne ya tus muros
de yankis mercaderes
ebrios de hidrocarburos,
y asépticos agentes de seguros!
Qué agravio y amargura
mirar tu territorio prisionero,
violada tu hermosura,
barrido tu granero,
atado a tu cintura un cañonero.
Porque a tu amor me debo,
yo quiero con tus hijos borincanos
colonizar de nuevo
de abejas y vilanos
tus aires marineros y hortelanos.
Cómo seguir viviendo
ciego a la brida injusta que adentellas,
y dejarte gimiendo
desnuda entre centellas,
fatigada de barras y de estrellas.
Con amistosas manos
yo quiero tu dolor alzar en peso,
robarte a los milanos
y en tu cuerpo ya ileso
verter altas espigas de progreso.
Contigo, borincana,
jíbara encadenada al mar oscuro,
yo veré la mañana:
¡Que ya sobre tu muro
canta el amanecer, canta el futuro!
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.