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Nació el tres mayo de 1785 en Buenos Aires, Argentina. Era hijo de padre español y madre porteña. Realizó sus primeros estudios en la Escuela San Francisco, para luego seguir en la Escuela Secundaria en el Real Colegio San Carlos, hoy Colegio Nacional de Buenos Aires y los superiores en la Universidad de Chuquisaca, donde se doctoró en Derecho. Obtuvo el doctorado en leyes por la Universidad de Chuquisaca. Se desempeñó como capitán del Regimiento de Patricios durante las Invasiones Inglesas y, luego de la victoria porteña, compuso el poema titulado El triunfo argentino.
Fue presidente del Tribunal Superior de Justicia durante el gobierno de Manuel de Rosas. Por petición de la Asamblea escribió la letra de una marcha patriótica, que terminó siendo el Himno Nacional Argentino. Era una marcha guerrera, cuya música compuso Blas Parera, nacido en Murcia y criado en Mataró; fue aprobada el 11 de mayo de 1813. Se leyó por primera vez frente al público durante una tertulia realizada el sábado siete de mayo en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson. Desplazó a otra marcha patriótica, escrita por Esteban de Luca, que hubiera sido el Himno Nacional Argentino si no hubiera sido por la de López, más belicista.
Falleció el 10 de octubre 1856. No alcanzó a ver unificada la República Argentina. Sus restos mortales se encuentran en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.
En la victoria de Maipo
¡Oh! ¡Si hoy mi poderío
la esfera de mis votos igualase
para cantar el belicoso brío
de la legión maipuana
que hundió en el polvo la soberbia hispana!
De Homero tomaría,
de Píndaro, de Horacio y del Mantuano
aquel estro, grandeza y armonía
que a los siglos quebrantan,
y siempre al alma con su magia encantan.
De Eurídice al esposo
la deliciosa voz demandaría,
el mismo Apolo su eco victorioso
me daría con gusto,
que siempre ha sido con los héroes justo.
Después al rutilante
carro del Sol en majestad subiendo,
de la cordura y rectitud amante,
cual Faetón no fuera,
principiaría la inmortal carrera.
Por delante la Aurora,
más graciosa, más cándida, más bella
que en el cielo jamás se vió hasta ahora,
las puertas me abriría
y el camino de rosas sembraría.
Los pueblos del Oriente,
admirados quedando al presentarse
fenómeno tan raro y esplendente,
corriendo a las alturas,
dejarían talleres y culturas.
Y entretanto ocupando
del grande Tauro el hiperbóreo alcázar
y el humilde horizonte atrás dejando,
con ráfagas de lumbre
más vistosas brillara que es costumbre.
Mi manto al desplegarse
deliciosos poemas sembraría,
que al leerse por el mundo y meditarse,
de Maipo la victoria
perpetuasen del mundo en la memoria.
Al cenit más cercano,
y ya a la vista general del orbe,
entonara mi canto sobrehumano:
melodiosos torrentes
moverían las piedras y las gentes.
¡Oh Patria! tú serías
de mis loores el sublime objeto:
tu pasmosa constancia en tantos días
de apremio y de fatiga
con que incansable el español te hostiga.
Solitaria en la lucha,
cual si no hubiera pueblos generosos,
nadie en el mundo tu clamor escucha;
todos te dejan sola
en brazos de la cólera española.
Audaz sobre la arena,
vertiendo sangre y en sudor bañada,
con la mano de trueno y rayos llena,
luchas con tus rivales,
y venciendo enriqueces tus anales.
Mas tu riesgo no cesa,
que en sus pérdidas mismas recobrado,
el tirano otra vez la lid empieza,
y te arrostra atrevido,
como si vencedor hubiera sido.
Tus fuerzas desfallecen:
¡Tanta sangre preciosa has derramado!
¡Ah! tus conflictos a la par acrecen
mil monstruos parricidas,
que renuevan atroces tus heridas.
Mas, San Martín, ese hijo
que en sus favores te ha donado el cielo
para colmo de gloria y regocijo,
se arroja a la palestra,
y arma en tu auxilio la robusta diestra.
A la hidra que vomita
por millares de bocas cruda muerte
el hercúleo campeón se precipita,
su gran maza levanta,
y la tiende mortal bajo su planta.
Así fue la jornada
de las célebres márgenes del Maipo,
en donde fuiste, ¡oh, Patria!, coronada
de lauro inmarcesible
por San Martín y su legión terrible.
¡Gloria a tantos varones
que a los más grandes en la guerra igualan,
y los vencen en muchas proporciones!
en igual circunstancia
no hubo mayor destreza, ardor, constancia.
Aquesto por extenso
con majestuoso acento cantaría,
y asombrado al oírme el orbe inmenso,
prorrumpiera cantando
América y sus bravos alabando.
Después celebraría
tu rico suelo que llenó natura
de dones abundosos a porfía:
suelo privilegiado
para asilo del mundo destinado.
Y la crueldad ibera
también diría, que en cruenta lucha
arrebatar a todo el orbe espera
este terreno amigo,
donde todo extranjero tiene abrigo.
Y votos muy ardientes
de doquier hasta el cielo subirían,
deseando gloria a los independientes,
y paz pronta y durable
que a la España negar no sea dable.
Paz que a todos ofrezca
el mercado más fácil y abundante;
a cuya sombra la opulencia crezca,
y nazcan relaciones
que hagan felices todas las naciones.
Yo entre tanto gozoso
bajaría el gran carro al horizonte,
y celajes de un gusto primoroso
pondrían fin al día
que te ofrecen mis votos, ¡Patria mía!
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Escrito por Redacción