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Acapulco, el puerto turístico que más fama ha dado a México gracias a su bello entorno natural, su arena dorada, su clima tropical, aguas cálidas, grandiosa hotelería y su exquisita gastronomía, hoy vive entre ruinas y escombros debido al terremoto del pasado siete de septiembre.
Las áreas urbanas más afectadas por el macrosismo de 7.1 en escala de Richter no son las edificaciones cercanas a la Costera Miguel Alemán y a las playas de uso turístico, sino las colonias ubicadas en la parte alta, trasera o aledaña a la montaña que configura la bahía de Acapulco, donde viven miles de guerrerenses pobres y marginados.
En las comunidades Renacimiento y Las Cruces aún hay calles y banquetas obstruidas por enormes hoyancos o cubiertas con tierra y piedras, así como bardas y casas colapsadas, viviendas y edificios públicos con grandes grietas en sus muros. En las poblaciones del entorno inmediato al puerto y de difícil acceso por el corte a las carreteras la mayoría de los hogares humildes se derrumbaron completamente y sus moradores duermen en la intemperie o en patios y pasillos, pese a las intensas lluvias que han caído en las últimas semanas.
Al terremoto de 7.1 grados se sumaron más de mil réplicas, algunas de mediana intensidad, según el Servicio Sismológico Nacional (SSN), que han provocado la caída de bardas, deslizamiento de tierra, piedras y abierto grietas en los edificios de diferentes partes del municipio, además de tres fallecidos. Las autoridades municipales y estatales han enfocado su atención en las fracturas sobre la avenida Escénica y, aunque esta vía de comunicación no está cerrada, el tránsito es lento debido a los deslaves y a que varios tramos del asfalto están rotos.
También han centrado el apoyo en atender a los afectados por el derrumbe de una casa en el centro de Acapulco; la caída de una barda en la colonia Jardín Mangos; varias casas que se encuentran a punto de caer al vacío en la colonia Francisco Villa; un edificio de tres niveles en riesgo de colapso sobre la avenida Adolfo Ruiz Cortines, frente al Mercado, y que por tal motivo mantiene cerrada la circulación vehicular hacia el centro histórico del puerto. En el Acapulco turístico resultaron afectados 13 hoteles, varias plazas y edificios públicos.
La cifra oficial preliminar es de 10 mil viviendas dañadas, pero su número aumentará conforme avance el censo de afectaciones que efectúa el Gobierno Federal en pueblos de difícil acceso, donde prácticamente todas las casas de las personas humildes sufrieron daños estructurales o se derrumbaron totalmente. Los que se quedaron sin techo se han refugiado con familiares o vecinos y quienes cuentan con casa prefieren dormir entre los escombros por temor a las réplicas.
Sin agua, luz ni vivienda
A una hora de camino sobre la carretera Acapulco-San Marcos se encuentra la desviación hacia San Juan el Chico, en donde después de otra hora de tránsito sinuoso sobre una carretera de terracería, inundada con lodazales y cortada por fuertes corrientes de agua, llegamos a la comunidad de Apalani. En esta localidad hay unas 20 viviendas con grandes fisuras y a punto de desplomarse.
“Las casas truenan mucho todo el día y apuntalamos los techos con un palo”, reveló la joven señora Karina Ponce Ruiz, madre de cuatro niños, quien relató que la noche del temblor descansaba junto a su esposo e hijos. “La casa empezó a sonar muy feo, todo se movió, nos asustamos mucho y salimos corriendo porque pensamos que se nos iba a caer encima. Desde el siete de septiembre dormimos amontonados en el patio y necesitamos urgentemente la ayuda del gobierno para construir nuestras viviendas”, informó a buzos.
En Apalani, la mayoría de las casas están construidas con adobe y techos de lámina o tejas. El pueblo se quedó sin electricidad durante varios días, problema que se sumó a otro aún más fuerte: sus habitantes tienen dos años sin servicio de agua potable y para cubrir sus necesidades, la acarrean desde un arroyo ubicado a dos kilómetros. A 14 días del desastre provocado por el terremoto aún viven en los pasillos y patios de sus casas destruidas o a punto de caer.
A media hora de Apalani se halla la comunidad Las Cruces Cacahuatepec, que tiene aproximadamente 400 habitantes. La mayoría son muy humildes, se dedican a la siembra de maíz, sandía, frijol, ajonjolí y a la elaboración de carbón vegetal. Cuentan con servicio de luz eléctrica, transporte público (camionetas de pasaje) y con un Centro de Salud que nunca había funcionado y el sismo semidestruyó el siete de septiembre, al igual que una iglesia donde veneran a la Virgen de Guadalupe.
Este recinto se encuentra cerrado para evitar algún accidente, pues sufrió graves cuarteaduras y está a punto de caerse. Carecen de agua potable (la acarrean de arroyos cercanos) y de drenaje. Cuando hay una emergencia médica se trasladan a alguna clínica de Acapulco y los que no tienen dinero para ello se curan con hierbas medicinales que abundan en la región, informó a buzos Lucio Villalva Jiménez, comisario del lugar.
En Las Cruces Cacahuatepec, el sismo derribó más de 10 casas y provocó severos daños en otras 70, que resultaron con severas cuarteaduras y están a punto de caerse. Los aparatos electrodomésticos de la mayoría de los pobladores quedaron inservibles y hasta el momento ningún funcionario federal, estatal o municipal ha visitado la comunidad para saber en qué situación se encuentran. Todos viven a la intemperie, soportando el Sol, las lluvias torrenciales y el frío en las madrugadas.
Don Lucio pidió al Gobierno Federal vigilar el trabajo de los Servidores de la Nación, cuyo grupo en la región solo ha integrado a la lista de los beneficiarios de Procampo a sus amigos y excluido a los verdaderos productores agrícolas.
El siguiente punto visitado por este semanario fue Agua Caliente, pueblo al que solo puede accederse en panga, embarcación de fondo plano usada para transportar personas y cargas sobre el río Papagayo, que aún estaba muy crecido y los mantenía incomunicados. Por ello relataron a buzos, vía telefónica, que hay muchas casas destruidas y solicitaron ayuda para reconstruirlas.
Inicialmente, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) negó la gravedad de los daños que el sismo había provocado en el estado de Guerrero; pero ocho días después reconoció las afectaciones y anunció que se iniciaría el censo de la población afectada para brindarle el apoyo federal. Hasta el momento suman, en Acapulco, 10 mil viviendas dañadas, pero faltan las de los pueblos y comunidades de las costas Chica y Grande, donde las lluvias han ocasionado derrumbes y deslaves.
Los excluidos de siempre
El epicentro del terremoto fue Acapulco, situado entre los 16 municipios que la Federación declaró en estado de desastre: Chilpancingo, Juan R. Escudero, Mártir de Cuilapan, Chilapa de Álvarez, José Joaquín de Herrera, Eduardo Neri, Mochitlán, Tixtla de Guerrero, Coyuca de Benítez, Atoyac de Álvarez, San Marcos, Tecoanapa, Ayutla, Acatepec y Tlacoapa. Las demarcaciones en las que no procedieron las solicitudes hechas al Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) fueron Metlatónoc, Copalillo, Pilcaya y Huitzuco de los Figueroa.
El 16 de septiembre se instaló el Comité de Evaluación de Daños ante la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC) para iniciar el recuento de daños, los cuales incluyen visitas a los pueblos para efectuar el censo y la revisión de edificios para definir los apoyos que deben brindarse a los damnificados. Sin embargo, los acapulqueños más pobres, como es el caso de los habitantes de Pueblo Madero, El Playón, El Campanario, Apalani, Las Cruces de Cacahuatepec y Aguacaliente, fueron excluidos de la entrega de despensas y apoyo para reponer o reconstruir sus viviendas.
“Salimos corriendo cuando tembló. Pensamos que se nos iba a caer el techo encima. Solo escuchábamos el ruido de rocas y cosas cayendo. Nunca habíamos vivido algo así”, reconoció el señor Gilberto Cabera, quien junto a su esposa María encabeza una familia humilde de la comunidad Las Cruces Cacahuatepec. Sus dos niñas lloran porque ya no tienen casa. Una barda se fue al barranco, las paredes están resquebrajadas y el techo, sostenido unos palos, está por caer.
A un adulto mayor de la misma familia le cayó un pedazo de techo de madera y tejas en un pie y hasta el momento su herida no ha cicatrizado. La carencia de un Centro de Salud en la localidad ha obligado a sus parientes a curarlo con hierbas. “Ninguna autoridad ha venido a conocer nuestra situación tras el sismo, queremos que el Presidente tome cartas en el asunto y envíe ayuda urgente porque tenemos días durmiendo en los patios de nuestras casas. Nos quedamos prácticamente sin nada porque muchos aparatos electrodomésticos, como refrigeradores, televisores, etcétera, se cayeron y dejaron de funcionar”.
En Las Cruces Cacahuatepec son contadas las casas que quedaron de pie, los muros de adobe y ladrillo sucumbieron ante el sismo y las viviendas que no se cayeron siguen tronando. “Hace casi 50 años empezamos a construir nuestra casa, donde crecieron nuestros hijos y ahora nuestros nietos”, comentó una pareja que, con lágrimas en los ojos, muestra cómo se quedó sin nada y lamenta que ahora deberá empezar de cero.
En la misma situación se encuentra la mayoría de las familias del pueblo; los habitantes claman por la atención de las autoridades y les recuerdan que Acapulco no solo es la zona turística, sino también las colonias de la periferia y los pueblos rurales que forman parte del municipio.
Solo censos para revertir la tragedia
La subsecretaria de Bienestar, Ariadna Montiel Reyes, anunció el inicio del censo de familias damnificadas por el sismo en 16 municipios de la entidad donde se declaró emergencia por este fenómeno natural y advirtió que el gobierno del estado y la delegación de programas para el desarrollo se organizarán para hacer acopio de la información necesaria en todas las localidades donde se registraron daños.
Destacó, asimismo, que se hará una planeación completa para definir las necesidades de municipios y comunidades con base en trabajos de mapeos y organización social de los afectados. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) coordinará las acciones a través del Plan DN III y que Iván Hernández, delegado de los programas federales en el estado, se encargará de organizar brigadas de 10 personas que se encargarán de levantar el censo.
Explicó que para realizarlo habrá un formato muy sencillo que se llenará a mano y que, una vez que los ciudadanos completen los datos de las viviendas afectadas, se colocará un sello a la vivienda censada. Una vez elaborado el diagnóstico, el Ejecutivo federal determinará los apoyos que entregarán, ya sea económicos o en especie, según las necesidades reportadas por los damnificados.
En Acapulco, el censo se inició el 19 de septiembre en medio de un caos masivo provocado por los Servidores de la Nación, quienes, desde el primer momento, actuaron con favoritismo hacia sus conocidos y excluyeron a las personas que no conocían.
Los guerrerenses afectados por el terremoto del pasado siete de septiembre exigen al gobierno el mismo trato que se ofreció a los damnificados de la Ciudad de México en el sismo de 2017, cuando las autoridades cubrieron las rentas mientras las instituciones de ese gobierno reparaban sus viviendas. Lamentan que en su entidad no exista un programa para evaluar de manera inmediata los daños del terremoto y se emita oportunamente la declaratoria de desastre.
Con la eliminación del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) por el gobierno de AMLO, los mexicanos castigados por la fuerza de la naturaleza quedaron a la deriva y sin apoyo alguno, como ocurre ahora con los miles de guerrerenses que hoy enfrentan las consecuencias del terremoto de 7.1 grados registrado el pasado siete de septiembre.
Cierto que, aunque tardíamente, se emitió la declaratoria de desastre en 16 municipios de Guerrero y que según el Gobierno Federal se ayudará a los damnificados a través de censos directos proyectados por los Servidores de la Nación, quienes desde el primer momento han recibido acusaciones de que actúan con favoritismo y exclusión.
Por ello, los ciudadanos afectados y las organizaciones civiles de Guerrero exigen la restitución del Fonden, así como la creación de un sistema de protección física y económica para que quienes perdieron sus viviendas, electrodomésticos y cultivos por el terremoto y el exceso de lluvias puedan superar los estragos que dichos fenómenos naturales produjeron en sus vidas.
Para las más de 10 mil familias que perdieron sus viviendas y enseres domésticos, superar su tristeza e incertidumbre no se resuelve con “censos del bienestar” ni con acciones populistas lanzadas sin ton ni son.
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Escrito por Olivia Ortíz
Reportera