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Retornan las ultraderechas a Madrid y Ecuador
Guardadas las diferencias sociopolíticas, se confirma que en tiempos de pandemia y crisis económica los electores, desesperados, optan por la ilusión de seguridad conservadora contra la incertidumbre asociada a las izquierdas, siempre divididas.
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Se trata del regreso de los “neocomsˮ, grupos de la derecha más reaccionaria y delictiva. Para muchos es pésima la noticia sobre el triunfo del Partido Popular (PP) en las elecciones autonómicas de Madrid, pues anticipa un escenario de confrontación y nulos avances. En el otro lado del planeta, en Ecuador, también gana la presidencia un banquero y miembro del Opus Dei. Así que, guardadas las diferencias sociopolíticas, se confirma que en tiempos de pandemia y crisis económica los electores, desesperados, optan por la ilusión de seguridad conservadora contra la incertidumbre asociada a las izquierdas, siempre divididas.

La Madrid neoliberal, cosmopolita, antiinmigrante y notablemente de derecha está de plácemes. Los neoconservadores consolidarán el modelo económico-social que por un cuarto de siglo ha dominado la capital del reino.

En el lado de la derrota está la debacle del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y la dimisión del líder de Unidos Podemos, que marcan el fin de un ciclo político con grandes expectativas para la instauración del gobierno más progresista de la historia.

Que los conservadores arrasen con altísima participación en la mayoría de los pueblos y ciudades de la Comunidad de Madrid es un desafío para la ciencia política, en virtud de que históricamente toda victoria de esta clase es lesiva para las mayorías.

Urgidos por sus ingentes necesidades, los electores esperan del partido ganador la salida de la crisis sanitaria, social, económica y ecológica preexistente durante la pandemia en la capital del reino español. Sin embargo, esa vía será bajo el modelo neoliberal extremo.

Trayectoria delictiva

En plena pandemia hay disturbios, ataques de neonazis con explosivos a iglesias, policías que, a través de Internet, insultan a Podemos y a la ministra de Igualdad. Estos hechos conforman lo que, en la Italia de Benito Mussolini, se llamó strategia della tensione y, en España, ahora atacan al gobierno del PSOE-Unidos Podemos.

Así reacciona el neofascismo a protestas estudiantiles, huelgas o victorias sindicales. Con apoyo de sectores políticos, infiltran a las izquierdas y crean un clima de desorden social para desestabilizar y justificar la llegada de un gobierno autoritario.

Eduardo González Calleja retrata esta estrategia en su ensayo Guerras no ortodoxas y las redes del terrorismo neofascista en Europa del Sur y América Latina (2018). Explica cómo, entre 1977 y 1998, bandas neofascistas asesinaron a civiles y abogados comunistas en Madrid; atacaron a medios, librerías, sindicatos y asociaciones vecinales.

Esa red fascista tuvo magnitud regional y nacional, apoyada por la Policía Armada, el Ejército, la Marina y el Servicio Central de Documentación (Seced). Pese a sus efectos devastadores, la academia no se interesa por estudiar al neofascismo español y solo lo investiga el periodismo, recuerda Enric Llopis.

No obstante, la corrupción del PP es notoria. Por el Caso Lezo, Ignacio González, expresidente de la Comunidad, fue a prisión; y ahora se descubren más escándalos de financiamiento ilegal y robo al erario, como las tramas corruptas Gurtel y Púnica.

El PP seguirá la “propuesta trumpista”, el control de las instituciones, del presupuesto y los resortes políticos. Con los “neocom” en el gobierno, se fortalece el modelo segregador, xenófobo y de maltrato a la población no rica.

Se espera que, desde la mayor metrópoli española, el PP presionará muy fuerte al gobierno de coalición PSOE-Unidos Podemos liderado por Pedro Sánchez; porque después del cuatro de mayo, el PSOE ya no es la primera fuerza, sino Más Madrid.

La lección de esta campaña para las izquierdas es que no lograron remontar sus derechas, pues no se aliaron y fueron por separado. Además, dieron por hecho que los ciudadanos repudiarían al PP por su mala gestión de la pandemia, pero no fue así, explica el concejal Carlos Girbau.

Y si en el terreno de las izquierdas, del activismo social, sindical, vecinal, político y defensores de la transformación social anticapitalista se vive un efecto de frustración, es momento de aprender de las lecciones para avanzar hacia la unidad y crear la base del triunfo electoral en 2024.

Deben aceptar que no fueron contundentes para sustituir el mensaje de seguridad despótica que los ricos ofrecen a la sociedad. Y, a la vez, avanzar en un programa conjunto que venza al fascismo y la ultraderecha neoliberal, sugiere el militante anticapitalista Manuel Garí.

Olvidados del capital

Entender el regreso de los que han expoliado a los españoles se relaciona con las profundas transformaciones industriales y de la clase trabajadora en la Comunidad de Madrid durante los últimos 40 años. Ya no existen las antiguas formas de organización en la periferia, se perdió el contexto sociopolítico de grupos vecinales y asociaciones sindicales en los barrios.

Hoy, esa sociabilidad se vive en los centros comerciales. Pero durante la pandemia también quedó en suspenso cuántos miles perdieron protección social, el tamaño de la reducción de precario salario y el fracaso del Ingreso Mínimo Vital, mientras el empresariado exigía abrir los negocios.

 Ante el deterioro del nivel de vida, miles salieron a la calle por el sustento. Colmaron autobuses y trenes mientras iban al alza muertes y contagios; esa angustia se manifestó en marchas y acciones de protesta sobre la calles de Madrid, que se limitaron o prohibieron.

“Lo único que se organiza sin oposición en el reino es lo más primigenio y básico en el capitalismo: la necesidad inexcusable de trabajar, someterse para comer a las condiciones que marca el capital y las empresas”, explica el politólogo Carlos Girbau.

Durante la pandemia, el Estado español, garante de la salud y la economía, vio sus límites y el peor ejemplo fue Madrid, gobernado por el Partido Popular. Faltaban mascarillas, respiradores, comenzaron las filas por alimentos, médicos y atención a los enfermos cuando, en los asilos, aumentó la muerte de ancianos.

En este contexto se escenificó la campaña electoral. La coalición PSOE y Unidos Podemos no tuvo una propuesta, y se limitó a subir al debate el dilema: “fascismo o democracia”, así como caer en las trampas discursivas de la derecha.

Entretanto, la alcaldesa del PP, Isabel Díaz Ayuso, no presentó ninguna novedad ideológica, aunque explotó la crisis por la pandemia y el racismo estructural en el país. El líder antirracista y periodista Moha Gerehou critica a la alianza PSOE-Unidos Podemos por no hacer lo suficiente para erradicar la xenofobia; y afirma que España no acepta su propia diversidad.

Otro error de la coalición fue no compartir programas con Más Madrid, el otro partido de izquierda que ganó más votos que el PSOE; y no reaccionó ante las amenazas contra Pablo Iglesias, el líder de Unidos Podemos.

Para Ángeles Maestro, líder de Red Roja, la derrota constata que en España gobierna una izquierda “de pacotilla” que trabaja para el capital. Lo cierto es que fue clave la ausencia de un partido de izquierda que expresara los intereses de la clase trabajadora.

Del abismo al poder

En esta orfandad partidista, los madrileños pobres pensaron que, para remontar sus duras condiciones, debían votar por los dueños del capital, como si eso significara su legítima seguridad sanitaria, laboral y educativa.

Consciente de ello, el PP madrileño capitalizó los traspiés de las izquierdas y la tragedia sanitaria. De modo que con el voto a favor obtenido el cuatro de mayo, pasó de estar al borde del abismo, con solo 714 mil 718 votos hace dos años, a reunir un millón 620 mil 213.

Solo habían transcurrido 48 horas de la elección, cuando Díaz Ayuso sacó de la nada un concurso para que consultoras privadas gestionen los fondos Next Generation, un botín repartido en 214 proyectos de 27.9 mil millones de dólares que influirán en la dinámica municipal.

Este lucro en el poder público continuará, pues tras el cuatro de mayo, el PP superó la suma de votos de las tres izquierdas; en cambio éstas –Más Madrid, PSOE y UP– apenas lograron un millón 485 mil 860; perdieron 45 mil votos que ganaron en 2019.

Comunidad Madrid

Isabel Natividad Díaz Ayuso, del PP, preside esta región, con seis millones 642 mil habitantes desde agosto de 2019. En dos años impuso el modelo económico y sociopolítico neoliberal, recurrió al uso demagógico del discurso contra la inmigración y al nacionalismo de la derecha reaccionaria.

Fue reelecta a pesar de que ella redujo el presupuesto en sanidad, educación y protección. En este voto triunfal influye el centralismo español, pues en Madrid se concentran las grandes empresas, las instituciones castrenses y judiciales, el funcionariado estatal y se alojan gran parte de las élites en sus distintos rangos.

En esta comunidad, la derecha practica lo que se conoce como “trumpismo madrileño”, porque detenta las actitudes más reaccionarias y explota los privilegios que genera el poder central para aumentar su influencia política, económica y mediática. Se proyectan como beneficiarios del capitalismo triunfador, detalla Manuel Garí.

Por décadas, Madrid ha sido escenario de políticas neoliberales (privatizaciones y el debilitamiento de lo público en beneficio de lo privado) que caracterizan la hegemonía ideológica de la derecha. Muchos lo llaman “turbocapitalismo” madrileño porque el capital privado domina en todo.

Esta política exhibe su lado cruel: pese a tener más hospitales y concentrar la cuarta parte de seguros médicos privados del país, el gasto sanitario público es apenas del 3.6 por ciento en relación con el Producto Interno Bruto (PIB).

Al privilegiar lo privado sobre lo público, la ahora reelecta Isabel Díaz convirtió a Madrid en la comunidad autónoma con más casos de Covid-19, mayor tasa de hospitalizados y muertos durante 2020, según el Ministerio de Sanidad. Atender a pacientes en hospitales madrileños concesionados cuesta seis veces más que la atención en un hospital público, precisó el Tribunal de Cuentas.

Madrid también está reprobado en educación. La Unión Europea (UE) criticó que esta comunidad no cumple con parámetros de inversión pública, pues en 2019 había menos alumnos en escuelas públicas por falta de inversión del Estado, con apenas el 1.4 por ciento.

De ahí el enfrentamiento de Díaz Ayuso con el presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez. Esta disputa subió de tono al trascender que en plena pandemia, la alcaldesa adjudicó contratos millonarios al magnate Florentino Pérez, beneficiario de la privatización de servicios.

Solo en mayo de 2020, Ayuso adjudicó contratos por 8.5 millones de dólares (mdd) a CLECE, la firma de Pérez, para limpieza de hospitales. Esta corrupción permea en un país donde el índice de calidad de vida es, en general, malo y en Madrid empeora.

En esta ciudad, el precio del alquiler de vivienda aumentó el 33 por ciento en unos años, frente al 10 por ciento de incremento en los salarios, según El Diario. Pese a estos rezagos, la lección electoral fue clara: mientras no mejore la vida de las mayorías, la derecha seguirá sacando rédito político. 

Fin de una época en Ecuador

El 11 de abril marcó un punto de inflexión en la historia contemporánea de Ecuador, cuyos gobiernos en los últimos años han oscilado entre el progresismo y la más abyecta rendición al imperialismo. Acabar con el legado anti-neoliberal del expresidente Rafael Correa fue la misión de Lenin Moreno, el saliente mandatario, quien deja en el poder a la derecha financiera más voraz de su país.

Ecuador, cuya economía se sitúa en el puesto 68  de 189 países y el 27 por su producción petrolera, ha pagado cara su rendición a las políticas neoliberales. Esta doctrina, sin embargo, obtuvo “carta blanca” en la elección del pasado 11 de abril para seguir expoliando los recursos del país.

El neoliberalismo, que entiende la desaparición del Estado social como mecanismo clave para despolitizar y descolectivizar la vida, volvió a imponerse en el país andino. Lo hizo posible el voto antiCorrea y frenó la reconfiguración del socialismo del Siglo XXI en la región.

Que un político y banquero conservador llegue a la presidencia de Ecuador con 4.5 millones de votos contra 4.2 millones de su adversario antineoliberal, Andrés Arauz, remarcó el vuelco en este país y viró hacia la derecha más reaccionaria.

Ello implica que la sociedad, ya sometida a niveles de precarización sin precedentes, no vio la elección como posibilidad de castigar al modelo que los lesionaba. Ahora, esa derecha desmantelará el Estado social que quedaba del gobierno de Rafael Correa (2007-2017), explica el investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Franklin Ramírez Gallegos.

En lo inmediato, Ecuador tendrá un presidente incondicionalmente alineado a Estados Unidos (EE. UU.) y a las políticas más agresivas del neoliberalismo. De ahí que en su campaña ofreciera que, desde el primer día de su gestión, buscaría un Tratado de Libre Comercio con este país.

Es obvio que el objetivo de los conservadores, empoderados por la votación, es impedir todo paso hacia la integración del país con la América Latina progresista para mantener a Ecuador bajo el modelo neoliberal.

Como presidente electo, Lasso se reunió con el presidente colombiano Iván Duque, a quien pidió su apoyo para volver “de inmediato” a la Alianza del Pacífico (AP) y enfrentar la competencia de Chile, México y Perú. Además, prometió defender “la seguridad, democracia y libertad” de la región.

Este vuelco hacia la derecha significaría que, en América Latina, las elecciones no son suficientes para encaminar democráticamente los procesos de liberación nacional e integración regional, considera a su vez el profesor de la Universidad Mayor San Andrés, Eduardo Paz Rada.

Entre 2017-2021, esas élites presionaron y cobijaron al presidente Lenin Moreno en la destrucción del Estado de bienestar que construyó el gobierno de Rafael Correa. En ese propósito colaboró Guillermo Lasso, quien cogobernó con Moreno y persiguió sin cesar a los seguidores del expresidente Correa.

Fue así como se construyó la percepción de que no es viable el “correísmo”, que es cosa del pasado el auge en el precio de las materias primas de que disfrutó la región en general –y Ecuador en particular– entre 2003 y 2013, cuando se construyó la infraestructura modernizadora del país y se aplicaron amplias políticas de carácter social.

Sin embargo, los cuatro años de Moreno en la presidencia permitieron a la derecha radicalizarse como no lo hacía desde 1979. Defienden valores de “tradición, familia y propiedad”, ideológicamente se identifican con el partido VOX español, incluso adoptan sus lemas. Los empresarios, terratenientes y altos funcionarios obtuvieron más prebendas que nunca.

En 2019, el mandatario pactó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que solo discutió con el empresariado; luego emitió el Decreto 883, que eliminó el subsidio a los combustibles y envió al Ejército a reprimir a quienes protestaron.

Pandemia de derecha

Para Moreno y las élites, la pandemia se percibió como la ocasión de relanzar sus reformas estructurales diseñadas desde el exterior. El mundo vió el letal impacto del Covid-19 en Ecuador, luego que el gobierno eliminó toda inversión en bienestar social y la creación de empleos –en particular del sector salud– y redujo los salarios en lugar de mantener el pago de la deuda externa.

A las arbitrarias políticas de austeridad, una intensa agenda promercado, privatizaciones, supresión de impuestos a los ricos y tratados de libre comercio, siguió la debacle humanitaria por los estragos de la pandemia en un Estado, ya carente de un sistema sanitario público eficiente.

Para evitar protestas, el gobierno optó por la desmovilización social y usó como pretexto el confinamiento con el objetivo de reducir toda resistencia. Fue así como impuso un estado de excepción represivo.

Entretanto, describe Franklin Ramírez, aprobó la “Ley Humanitaria” en junio de 2020, que dio más poder a empresarios y profundizó la precarización laboral. En este contexto se dió la elección del pasado abril.

El hombre menos indicado

Pero esto no explica que el 24 de mayo vaya a asumir la presidencia de Ecuador la persona menos idónea por su historial anti-ético: Guillermo Lasso, quien se postuló tres veces antes, posee la segunda institución financiera privada más grande del país y multiplicó su fortuna al especular con certificados de depósitos de cuentahabientes, cuyo dinero bloqueó.

Lasso logró mostrarse como lo que no es: hombre honesto, político respetuoso de la libertad, la democracia y hasta de las feministas y la comunidad LGTBI. Pocos dicen que este empresario es miembro de élite del Opus Dei y muy cercano al exjefe del gobierno español José María Aznar y al escritor Mario Vargas Llosa, figuras tenebrosas para la democracia.

Por qué ganó la derecha en Ecuador

Para la mayoría de los votates jóvenes, la victoria electoral de Lasso se asocia con el ideal psicológico de superación.

Sectores políticamente indecisos creyeron la historia “de éxito” del banquero.

Pesó el voto nulo del movimiento indígena Pachakutik, que alegó fraude contra su candidato Yaku Pérez en primera vuelta.

La pandemia revivió, en el electorado, la dramática caída (1998-1999), cuando cerró el 70 por ciento de bancos y fue la mayor emigración en la historia del país, cita el politólogo Decio Machado.

Lasso reiteró el lema “Estaremos como Venezuela” cuando Ecuador ya acoge a dos millones de inmigrantes.

Aún hoy, muchos culpan a Correa del mal gobierno de Moreno.

 Fue clave el rol de los asesores extranjeros, como Jaime Durán Barba y su mercadotecnia propagandística.

En 2019, él y sus simpatizantes hicieron un paro en Quito para exigir un recuento de votos, tal como los seguidores del expresidente de EE. UU., Donald Trump hicieron en el mes de enero en el Capitolio. Llevaron su tesis del fraude a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y a las corporaciones mediáticas.

Su triunfo como candidato por la alianza entre el derechista Creando Oportunidades (Creo) y el Partido Social Cristiano (PSC), se atribuye a que la derecha criolla ecuatoriana no estaba dispuesta a perder los beneficios que obtuvo al lucrar durante el mandato de Lenin Moreno.

Confundir votos propios con votos prestados “conlleva una sobreestimación de sí mismo” y Lasso querrá gobernar como si tuviera mayoría y no es así, advierten los analistas Alfredo Serrano y Sergio Pascual. Por tanto, esa derecha voraz disputará entre sí por el poder. 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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